75 AÑOS BAJO EL MANTO DE LA VIRGEN DE LA CAPILLA

La devoción que Jaén profesa a la alcaldesa mayor de la ciudad se remonta seis siglos atrás, pero no fue hasta 1950 cuando la Iglesia la proclamó patrona principal, efeméride que se cumple en 2025

La capital de la provincia huele a feria chica estos días, a verbena del barrio de San Ildefonso ("el de las calles benditas", dice el poema), a fiestas de la Virgen de la Capilla. 

Una devoción mariana que data del siglo XV, a cuenta del hecho que la noche del 10 al 11 de junio de 1430 aconteció en la ciudad y del que dejaron sobrecogedor y detallado testimonio ante el notario eclesiástico de la época (previa descripción espontánea a sus vecinos), los dueños de los ojos que aseguraron haber contemplado, en directo, el descenso de María a Jaén: María Sánchez, Juana Hernández, Juan (hijo de Usanda Gómez) y Pedro (hijo de Juan Sánchez). 

Un suceso extraordinario que no solo ungió a la capital del mar de olivos de aromas prodigiosos, sino que además tuvo consecuencias tan a mano como la de convertir el viejo arrabal en una de las zonas predilectas para los bolsillos más pudientes, que encontraron en el itinerario del cortejo blanco (como tituló el maestro Sapena su marcha dedicada a la también alcaldesa mayor) en zona predilecta, constelada de palacios y caserones en cuestión de nada y menos: algo así como el Bulevar de hoy, pero en modo medieval.  

Sin embargo sorprende que pese al ruido que hizo el descenso, la Virgen de la Capilla no gozara del título de patrona hasta varios siglos después, sobre todo si se toma en consideración que desde principios del XVII la preciosa imagen tardogótica presidió (muchas veces con El Abuelo) las más sonadas rogativas de aquí por epidemias o sequías.

¿Acaso el antiquísimo carácter patronal de Santa Catalina de Alejandría anda detrás de esa demora? Cualquiera sabe, pero lo que sí es cierto es que la mártir egipcia se ahorró todos los trámites preceptivos ante el Vaticano para disfrutar del título, si se da por verdadera la tradición que achaca al mismísimo rey Fernando III su nombramiento. Doctores tiene la Iglesia. 

En cualquier caso, la distinción otorgada a la entrañable talla que puebla el camarín de San Ildefonso llegó con un pan bajo el brazo, o lo que es lo mismo, con el reconocimiento (diecisiete años más tarde de su patronazgo) como alcaldesa mayor local, de ahí que luzca la faja de regidor y el bastón de mando municipal con la misma naturalidad que la corona o el rostrillo. 

EN TIEMPOS DE PÍO XII

El mismo año que el Papa Pío XII proclamaba el dogma de fe de la elevación de la Virgen a los cielos, paradójicamente, el antiguo cardenal Pacelli otorgaba el patronazgo de Jaén a la protagonista de la bajada a la tierra de olivos. 

Una petición que venía ya de largo por parte de la ciudad, incluso con su concesión municipal previa a la eclesiástica, pero que no tomaría carta de naturaleza hasta entonces. 

Veinte años hacía que la patrona había recibido la coronación canónica en la Plaza de Santa María, acontecimiento del que da fe, desde 1930, el mosaico colocado en los muros exteriores de San Ildefonso; joyas que, por cierto, duraron en la cabeza de la Virgen y el Niño Jesús lo que tardó en llegar la Guerra Civil. 

Ya en el 53, una suerte de desagravio en forma de recoronación devolvió a la imagen sus atributos regios, de los que presume en la caja fuerte de su casa museo y, en la procesión, por su tradicional itinerario.

Cuando el próximo miércoles salga a las calles de Jaén, a solo un año del centenario de la fundación de su cofradía y a un lustro de los seis siglos desde su descenso, el manto que escoja el hermano mayor para dejarlo en la memoria de las miradas envolverá, también, a la que es patrona de la capital desde hace siete décadas y media. Una efeméride digna de celebración.