"El alcalde de un pueblo pequeño es hasta psicólogo"
Cristóbal Rodríguez Gallardo (Castillo de Locubín, 1976) consiguió en 2015 una de sus grandes aspiraciones: convertirse en alcalde de su pueblo. Intuía las responsabilidades, porque fue concejal, pero la cosa cambia: no es lo mismo ser el máximo responsable del municipio que solo un edil. La Alcaldía, dice, implica renuncias.
Rodríguez recibe al equipo de Lacontradejaén a las puertas del Ayuntamiento, después de un cigarro muy rápido. Dentro, mientras sube las escaleras hasta el despacho señala los carteles de la Fiesta de la Cereza que pueblan las paredes. El despacho es amplio, con una mesa redonda enfrente de un escritorio en el que no le gusta sentarse para atender a los vecinos. Todo empezó muy pronto, dirá más tarde. La política. Castillo. En ese bucle anda y dice que tiene ganas. Ganas de proponer.
—¿Cómo dio el paso de presentarse a las elecciones?
—Comencé en política con menos de 18 años. A partir de la mayoría de edad entré en el PSOE, y esa fue mi primera vez en una lista electoral. Di el paso porque ya tenía trayectoria con Juventudes Sociales incluso en el ámbito provincial. Mi motivación es resolver los problemas de mi pueblo. Aquello fue el comienzo.
—¿Le costó tomar la decisión de la Alcaldía?
—La verdad es que no. Siempre me ha gustado dar lo que tengo y lo que puedo aportar, mis ideas. No me resultó difícil. Quise entrar en política —ahora que se habla tanto de los políticos— para ser uno más de los concejales y alcaldes que luchan por sus municipios; nada que ver con lo que se percibe a gran escala.
—¿Recuerda a quién le dijo primero que quería ser alcalde?
—A mi compañera, Mari Luz. Yo tenía mi miedo: sería por primera vez punta de lanza de una lista electoral. Eso significa que todos los golpes y todos las rosas van al mismo sitio, tus espaldas. Siempre he tenido una buena mochila en este sentido, y me gusta avanzar. Por eso di el paso.
—¿Qué pensó su familia?
—Mi primera vez como concejal propició que mi abuelo Cristóbal se sintiera muy orgulloso de su nieto. Se le notaba esa satisfacción en la cara cuando le hablaban de mí. Él no me ha podido ver como alcalde, pero sé que se habría alegrado mucho. Se sentiría muy orgulloso.
—Hay liderazgos políticos que emergen tras luchas internas de poder, mientras que otros se dan porque solo hay alguien dispuesto a intentarlo. ¿Cómo fue su caso en el PSOE de Castillo?
—En la oposición se pasa muy mal, porque en el Gobierno combinas aciertos con desatinos, pero creo que hay más luces que sombras. Mis años en la oposición pasaban muy despacio. Ahora, en el Gobierno local pienso lo contrario. Cuando hubo que buscar un candidato pensamos en mi trayectoria. Yo ya fui teniente de alcalde y concejal. Lo normal es que diese ese paso. Y lo hice en 2015. No fue por falta de liderazgo, sino porque Juan Peinado, hoy presidente de Adsur, dio un paso al costado sin problemas. Todo sucedió de forma natural en el seno del partido.
—Ganó las elecciones por 106 votos de diferencia —seis concejales por cinco del PP. ¿Se esperaba el resultado?
—Creo que es muy complicado quitar el sillón a quien está de alcalde. Yo partía de la sensación que teníamos los castilleros: el anterior alcalde era muy populista. Aunque ahora no es momento de valorar su legislatura. Pensamos en plantear una campaña en positivo para no hablar en negativo del rival político. Lo entendimos así. Estábamos y estamos convencidos de que el pueblo tiene recursos, ideas y posibilidades para prosperar. Creo que la forma de hacer la campaña gustó. Tiene poco sentido la filosofía esa de que uno es muy bueno y el otro, el peor. En pueblos pequeños, como Castillo, cuando un alcalde ha gobernado lo ha intentado hacer lo mejor posible. Igual que lo intento yo. Mi sensación cuando salí a la calle, y la gente ya me conocía como concejal, era buena. Cada vez que llamé a una puerta sentí hasta el apoyo de gente que tradicionalmente opta por una política conservadora. Fue la que más me aconsejó.
"RESUELVO MÁS PROBLEMAS EN LA CALLE QUE EN EL DESPACHO"
—Castillo es un pueblo pequeño en el que todos se conocen. ¿Cómo lleva la proximidad con la ciudadanía?
—Va innato en la persona. Ser alcalde es vocacional, como ser maestro, por ejemplo. Esto es vocación. Si quieres resolver los problemas de la gente, eres un buen alcalde. Muchas veces digo que no me siento político. Porque la política que se ve en los medios desde Madrid no es la política local. Nosotros ponemos las bases para el futuro de un pueblo. Cuando salgo a tomar café por la mañana me paro con todo el mundo. Le aseguro que resuelvo más problemas en la calle que en el despacho. Me gusta estar en la calle para ayudar con temas vecinales.
—¿Hay más ventajas que desventajas en esa cuestión de la cercanía? Porque, aunque sea alcalde, no deja de ser un vecino más.
—Es cierto que la cercanía puede desgastar muchísimo. Al final eres alcalde, psicólogo, consejero matrimonial y hasta el que ayuda a hacer la renta a algún vecino. También, cuando voy a Jaén, aprovecho para hacerle recados a algún ciudadano. No es que a mí me desgaste especialmente, pero sí que dedicas mucho tiempo al resto en detrimento propio.
—La política local es a veces escenario de conflictos llamativos y delicados. Hay pueblos donde la rivalidad política crea separaciones entre amigos e incluso familiares. ¿Cómo lo llevan en Castillo?
—Yo a veces digo que en Ventas del Carrizal —pedanía de Castillo— se vive mucha pasión por el PSOE. Son muy socialistas. He asistido a pequeñas peleas dialécticas entre un grupo y otro, con tensión casi de partido de fútbol. He intentado erradicar eso en Castillo con la idea que comentaba de la campaña: ir en positivo. Lo dije cuando empecé de alcalde, sería el de todos y cada uno de los castilleros. Tengo amigos y consejeros que no son del PSOE y me ayudan en cuestiones de la vida municipal como arreglar un carril, por ejemplo. Valoro todos los consejos. Mi intención es evitar las revanchas. Hay pueblos donde solo ha gobernado un partido desde la democracia. Aquí empezó la UCD y luego ha habido alternancia entre el PSOE y el PP. Considero que es positivo, porque los aferrados de un partido comprueban que el suyo también comete errores.
"ENCINA HERMOSA TIENE POTENCIAL TURÍSTICO"
—¿En qué punto está el asunto del yacimiento de Encina Hermosa, en Ventas del Carrizal?
—Es uno de los retos de esta legislatura. Cuando era concejal de Cultura compramos los terrenos para protegerlo y vallarlo. Dos legislaturas después Encina Hermosa se olvidó. Con nuestro regreso lo hemos retomado y pensamos que será un revulsivo para Castillo. Y no solo por la ciudad antigua de allí, sino por su potencial turístico. Es uno de los lugares más esplendorosos de la Sierra Sur. Desde allí divisas Castillo, Las Ventas, Córdoba... En efecto, aquella civilización estaba muy bien comunicada.
Lo que hemos hecho es comprobar si hay potencial. La UJA y la Universidad de Madrid han hecho un estudio con georradar para tomar fotos y constatar el estado de todo lo que hay. Los investigadores están muy sorprendidos; sí que tiene mucho potencial. Hay una hipótesis según la cual la ciudad fue abordada, se quemaron los templos y todas las casas. Lamentablemente, ha habido muchos expolios. Por eso compramos y vallamos los terrenos para declararlos Bien de Interés Cultural. Vamos a intensificar la seguridad en el lugar. El georradar va a permitir ubicar lo que había. Haremos un plan para marcar pautas. Todo lo que salga de allí se quedará en el Museo Pablo Rueda, que lo abriremos en junio de 2018. Este año, por cierto, se cumple el 25 aniversario de su fallecimiento.
—Otro proyecto municipal es conseguir que la cereza dé más puestos de trabajo en el municipio. Han hecho jornadas con productores y agricultores. ¿Lo lograrán?
—La sensación del castillero es que la cereza es muy barata y que no compensa tener cerezos. Nuestra intención es que la cereza, uno de nuestros sellos de identidad, se conserve. Nuestras cerezas son muy demandadas, y hay que cuidarlas. Ahora hemos hecho una mesa de trabajo con productores, agricultores y comerciantes que conocen el mercado. Hay muchos pueblos que buscan productos alternativos, como el pistacho. Aquí tenemos el clima, sabemos la potencialidad del cerezo, y el reto es profesionalizarlo para que sea el complemento al olivar. Nunca le hará sombra la cereza al olivo, está claro. Pero sí puede ser un complemento. Hay que buscar calidad y conseguir que el producto llegue a mercados no saturados. Necesitamos esa visión comercial para producir mejor y vender con un precio justo. Las jornadas fueron muy positivas. Los agricultores estudiaron las posibilidades más óptimas para nuestro terreno.
"SI DOY UN PASO, LO HAGO CON TODAS LAS CONSECUENCIAS"
—¿Echa de menos algo de su vida anterior a la Alcaldía?
—Cuando no estaba en el Ayuntamiento tenía más libertad. En la calle a veces soy yo mismo el que aborda a un ciudadano para cualquier asunto. Ahora en los bares hablo de política, y antes lo hacía de cualquier tema. Si doy el paso, lo hago con todas las consecuencias. ¿Echo de menos mi anterior vida? Son etapas distintas.
—¿Se volverá a presentar en 2019?
—Sí. Lo tengo muy claro. El mínimo para medir el intento de transformación del municipio de un equipo de Gobierno son ocho años, dos legislaturas. Siempre he dicho que como mínimo intentaría estar ocho años.
—Habla del mínimo. ¿Y del máximo?
—Pues también ocho años. Más supone aburguesarse, y todos sabemos de políticos que se aferran al cargo porque no tienen otra cosa. Yo quería ser alcalde de mi pueblo desde que fui concejal. Sí, mínimo y máximo de ocho años.
Vídeo y fotografías: Antonio Anguita.
Únete a nuestro boletín