Algo que da que pensar
En octubre del pasado año, mi compañero de SECOT Jaén, Salvador García, en este mismo medio daba un toque de atención sobre el estado del comercio tradicional en Jaén e invitaba a hacer una reflexión sobre sus causas y consecuencias. Lamentablemente, después de más de ocho meses, la situación de esta modalidad de comercio, no solo no ha mejorado sino que se ha agravado y no se vislumbran atisbos de recuperación en un horizonte próximo.
El informe publicado recientemente por la Fundación Telefónica bajo el título de 'La Sociedad Digital en España 2020-2021' da algo que pensar al respecto y debería servir para intentar, entre todos, rediseñar actitudes, hábitos y costumbres que en estos últimos tiempos hemos adoptado, posiblemente de una manera inconsciente y sin llegar a atisbar evidentes daños y perjuicios que ahí están sin duda alguna.
De manera habitual es fácil escuchar a personas con las que nos relacionamos y forman parte de nuestro particular círculo, más o menos próximo, expresiones de este tipo: “he comprado tal cosa por internet a un precio magnífico y me ha llegado en 3 días”, “yo compro casi todo por internet porque no tengo tiempo para ir a las tiendas y, además, son más caras y no tienen lo que busco”, “además de ser más barato, puedo devolverlo sin ningún problema y tienen mucha más variedad de modelos y precios”, etc.
A la vista de esto, cabe preguntarse: “¿Hemos llegado a ver los efectos y consecuencias que esta costumbre que se está imponiendo, produce en la economía nacional y, particularmente, en la de nuestra propia ciudad donde residimos?. Cito algunos datos muy relevantes del mencionado informe e invito a los lectores a sacar sus propias conclusiones:
—Durante las limitaciones a la movilidad impuestas en el primer estado de alarma de 2020, por primera vez, más de la mitad de la población española con edades entre los 16 y los 74 años había comprado a través de internet. Concretamente, el 53,8 %. Este porcentaje es 6,9 puntos superior al alcanzado en todo 2019, lo que la convierte en la mayor subida interanual de la historia. El crecimiento del uso del comercio electrónico ha sido especialmente significativo en la franja de edad entre los 35 y los 44 años, donde se sitúa en el 69,2 % tras aumentar 9,3 puntos respecto a 2019, y en la población con edades entre los 45 y los 54 años (+9,1 puntos porcentuales).
—El mayor volumen de transacciones tiene lugar desde España con el exterior (casi el 60%), mientras que la tercera parte han tenido lugar dentro del país. Las realizadas desde el exterior tan solo suponen un 8 % del total".
—El avance del comercio electrónico en España se percibe también en el aumento del gasto realizado. El porcentaje de compradores online que gastan menos de 50 euros en dicho periodo se reduce del 22,7 % en 2019 al 17,9 % en 2020. También disminuye el número de aquellos que gastaron entre 50 y 100 euros (del 27,7 % en 2019 al 21,2 % en 2020). Por el contrario, los usuarios del comercio electrónico que gastaron entre 100 y 500 euros han pasado del 33,6 % en 2019 al 41,3 % en 2020. Por encima de los 500 euros, el porcentaje de usuarios apenas ha variado (12,6 % en 2019 y 12,8 % en 2020).
—Las compras desde España hacia webs en el exterior fue un 27,9% mayor que en el segundo trimestre del año anterior. Las ventas desde webs españolas hacia el exterior fueron un 59,6% menor que en el segundo trimestre del año anterior. El saldo neto exterior (la diferencia entre lo que se compra desde el extranjero a sitios webs españoles y lo que se compra desde España al extranjero) arrojó un déficit de 6.085 millones de euros. Y eso que las compras en Amazon, que, según Telefónica, es la plataforma de comercio electrónico más usada (en 2020 la usaron el 79,8% de los compradores online, 1,2 puntos más que en 2019) se computa como compras en España.
—El principal impulsor que motiva a los usuarios a adquirir bienes a través de internet es su conveniencia, sin ningún tipo de restricción horaria ni desplazamientos. El 98 % de los internautas que compran online así lo afirma. Otra gran palanca que contribuye al aumento del comercio electrónico es su amplia oferta de productos y servicios, al igual que el precio. No obstante, este último parece que comienza a ser menos relevante que los anteriores en cuanto a impulsor del comercio electrónico.
A la vista de todo esto y, concluyendo, da algo que pensar cualquiera de las cuestiones que me permito plantear:
—¿Qué merma de impuestos suponen estos nuevos hábitos de compra para el erario público español y, también para los ayuntamientos?
—¿Cuántos puestos de trabajo se perderán y qué volumen representarán dentro de las cifras de población desempleada?
—¿Cuántos locales comerciales incrementarán el número de vacíos y, en consecuencia, el deterioro y decaimiento de zonas urbanas que habitualmente eran animadas y llenas de vitalidad?.
—¿Cómo harán frente los propietarios de locales, ya vacíos, a la obligación fiscal de declarar una imputación de rentas del 2% del valor catastral, al pago de un IBI, que no quiere saber de “cuentos chinos” y que sube año tras año?
—¿Tiene capacidad el Estado para sustituir al sector del comercio que genera empleo, proporciona una renta vital a sus empleados y contribuye de manera importante con el pago de impuestos, tasas y demás contribuciones?
—El comercio electrónico, sin duda, es una gran oportunidad, pero ¿la gran oportunidad para quién?. No olvidemos que esta modalidad de comercio, al fin y al cabo, es una compra de bienes por internet que tiene dos partes: los consumidores (ciudadanos españoles) que compran y las empresas (españolas y extranjeras) que venden, superando estas últimas a las primeras de una manera bastante elevada.
No se trata de “echar culpas”, sino de pensar y tener en cuenta la situación que ya tenemos ahí mismo, en la puerta de la calle y cómo hacerle frente.
Evidentemente, “ir de compras” y todo lo que ello significa y representa, no es lo mismo que “comprar por internet”.
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