Amor por el fútbol
Si no fuera por el Pro, el Comunio y, sobre todo, el Real Madrid, el fútbol me importaría lo mismo que a vosotros las historias que aquí os cuento. Siempre he sido de Pro, por encima del postureo que se ha extendido en los últimos años y que hace que todos mis colegas prefieran el Fifa, aunque no haya ni rastro del defensa rubio Jarik, del ‘killer’ Ordaz o de Castolo.
También me mantiene vivo mi amor por el fútbol el Comunio, un juego en el que me pasó el día pendiente de qué jugador vender y cuál comprar para la siguiente jornada y que es lo primero que veo cada mañana cuando me levanto. Antes, incluso, que LaContracrónica. Perdónenme, señoras y señores. Son historias de amor y fútbol, es decir, de los fines de semana que mi pareja se pasa diciéndome pero qué coño me importa a mi que haya colado el Oyarzabal ese un gol y yo tratando de explicarle que eso son 14 puntos en el Comunio, si el cronista se porta bien.
Y, por último, y más importante, si por algo me gusta el fútbol es por el Real Madrid y por la gran cantidad de calvos que hay en el cuerpo técnico de Florentino. Desde que vi a Zidane alzar la pierna para bajar del cielo un mechero que le había rebotado en la cabeza a Roberto Carlos y me elevé a los altares del madridismo más desenfrenado gritando desde un coche a todo el pueblo “la novena, la novena” (ahora me avergüenzo, porque vamos por once y nueve ya hasta me desagradan), siempre supe que los calvos nos traerían la gloria. Y tanto, que se lo digan a Isco, que este año hasta corre.
Por mi devoción a la blancura de Florentino Pérez y, por supuesto, del Real Madrid, el Real Jaén es un equipo que me gusta. Y, también, he de decir que no me queda otra, porque, si todo va bien, me queda tiempo aquí y si uno no se hace del equipo de la ciudad es como un Pro sin Castolo: falta el sentimiento. Por eso, aunque todavía no haya pisado La Victoria (por falta de tiempo), me resulta desagradable ver cómo un equipo con tanta historia puede evaporarse en días por la incapacidad de los mandas. Vamos, lo mismo que pasa en el país.
Yo, que no he podido dar con la solución de en qué punto se encuentran un tren que sale de Barcelona a 100 kilómetros por hora y otro que sale de Jaén (es un supuesto) a 55, por supuesto tampoco sé qué es lo que le hace falta al conjunto blanco para no perder ese color que me une con él. Lo que sí tengo claro es que taparse la cara e intentar intimidar al entrenador no es la solución. Eso es de cobardes, como comprarse el Fifa por temor a que Minanda no aparezca en el Pro 2017 y que se te rompan las ilusiones de una vida pegado a la televisión. O, peor aún, no ser capaz de desear quedarte calvo para que todo en la vida te vaya como a Zidane.
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