ANA: LA DIVA DE LOS HIGUERAS
Nieta e hija de los dos grandes Jacintos, los ilustres escultores nacidos en Santisteban del Puerto, la soprano (que destaca también como artista plástica) cuenta con una trayectoria internacional de primer orden en el mundo de la música y presume de sus orígenes jiennenses
El caballero de melenilla albertiana e inconfundibles gafas oscuras que felicita a la reputada soprano protagonista de este reportaje allá por 1981, sobre el escenario de la Fundación Juan March, no es cualquiera.
Todo lo contrario, y si no estuviese de espaldas al objetivo muchos lectores habrían adivinado ya que se trata del marqués de los Jardines de Aranjuez, o lo que es lo mismo: el maestro Joaquín Rodrigo, autor del universal Concierto de Aranjuez, que aquella jornada recibía un cálido homenaje por su ochenta cumpleaños y con quien Ana Higueras (Madrid, 1944) mantuvo una entrañable amistad que perduró hasta el fallecimiento del celebérrimo compositor: "Me quería muchísimo, él y Sorozábal me apoyaron mucho desde el principio", celebra.
Años antes, otro inmortal de la música española, Joaquín Turina, dijo de ella: "Esta niña será una gran cantante". "Tenía solo cuatro años y me pedía que le cantara canciones", rememora la diva.
Una gran figura de la lírica internacional por cuyas venas corre sangre giennense de la más alta estirpe creadora, por más que los primeros paisajes de su existencia fuesen los del castizo barrio madrileño de Chamberí. Ahí está su árbol genealógico, algunas de cuyas ramas hunden sus hojas en el mar de olivos:
Y es que Ana Higueras es nieta del escultor santistebeño Jacinto Higueras Fuentes (cuya firma figura en piezas tan conocidas y reconocidas como el Monumento a las batallas o las imágenes de San Juan de Dios y el sobrecogedor Cristo de la Buena Muerte, las tres en Jaén capital), a más de un buen número de bustos, estatuas y placas repartidas no solo por la geografía provincial, sino bajo el cielo de toda España.
Un prestigio continuado en la figura de su padre, Jacinto Higueras Cátedra, de cuya producción cabe destacar sendos monumentos a su progenitor tanto en la propia Santisteban como en la Plaza de los Jardinillos de Jaén, el que rinde honores a la Virgen del Collado en su patria chica y una larga lista de esculturas que hicieron de él todo un referente.
Sin olvidar que junto con su hermano Modesto formaron parte de aquel mítico grupo La Barraca, con Federico García Lorca a la cabeza, que llevó el teatro clásico a los pueblos de la piel de toro durante los años de la Segunda República.
"Me encanta tener ascendencia andaluza, siempre me ha entusiasmado. La tía Lola [su maestra, Lola Rodríguez Aragón], que había nacido en Logroño, siempre decía que era de Cádiz, presumía de eso. Jaén me encanta, el campo de Jaén, Santisteban del Puerto, que es un pueblo maravilloso, con esas colinas, ese barro rojo con el que trabajaba el abuelo al principio", evoca Higueras para Lacontradejaén. Y apostilla:
"El abuelo y mi padre nunca olvidaron su tierra de origen, todo lo contrario. El tío Luis, uno de los hermanos, el segundo, tuvo allí su farmacia y luego creó una tertulia de intelectuales, el Ateneo Ilugense, que yo conocí; mi padre iba continuamente al pueblo y a lo largo de la vida hemos mantenido mucho vínculo con Santisteban".
Una relación constante que, con la desaparición paulatina de la familia en el municipio de El Condado, espació mucho más las visitas, aunque el pueblo permanece como un paisaje inalterable en la memoria cotidiana de la propia Ana (que lamenta la inactividad del museo que lleva el nombre de su abuelo) y de su hermana Lola:
"Estuvimos allí una Semana Santa, después de morir mis padres, y fue emocionantísimo ver las imágenes procesionales de mi padre y de mi abuelo juntas, por las calles". ¡Que levante la mano quien pueda vivir una experiencia como esa!
UN CURRÍCULO APABULLANTE
Si se le aplaude la trayectoria, esa vida suya "bien aprovechada", como Pavarotti afirmaba que era la aventura vital de quienes se dedican a la música, de sus labios no salen más que sílabas de humildad: "Han sido muchos años", dice.
Modestia aparte, lo cierto es que un repaso a la carrera de Ana Higueras Rodríguez causa vértigo, impone de tan rica y coherente.
Una dedicación que no solo incluye grandes éxitos sobre los escenarios del mundo, sino también una importante discografía, publicación de libros y un bagaje docente en instituciones de primer nivel, lo que unido a su obra plástica le confiere un perfil humanista, de dama del Renacimiento con nombre propio:
Soprano "de voz cristalina", dijo de ella el periodista y crítico musical madrileño Carlos Gómez Amat; artista "de voz y dicciones encomiables", resaltó el músico y compositor José María Franco, en la línea de Federico Sopeña, el conocido historiador del arte y musicólogo, que alabó en diferentes ocasiones su "voz preciosa y su musicalidad infalible":
"Ya es difícil cantar de esa manera arias de las más populares y conocidas de Mozart; pero resolver como resolvió los recitativos, las escenas de conjunto, está en las orillas de lo fantástico", aseveró tras escucharla en el papel de Zerlina, del Don Giovanni.
"La música española tiene en ella la mejor, más entrañable y más noble continuidad de un nombre y una escuela, a los que España debe un puesto de honor en la música contemporánea", firmó Espinos Orlando.
Solo algunas de las inacabables palabras que los cabales del género lírico dedican a Ana Higueras, que parecía destinada para el arte desde el instante mismo en que ocupó la entraña materna, rama desde la que su ya citada tía, madrina y maestra infundió en Ana Higueras el aliento musical. A ella dedicó la soprano el libro Lola Rodríguez Aragón: crónica de una vida (1910-1984).
Igualmente, su tía Maruja Rodríguez Aragón fue "una excelente pintora además de una persona maravillosa y preciosa", entre cuyas obras pictóricas resalta un delicado retrato de su sobrina donde quedan más que claros su dominio del dibujo y su solvencia a la hora de manejar los colores.
Por parte paterna resulta innecesario volver a poner el acento en la importancia de su padre y su abuelo en el universo creativo que abarca desde finales del XIX hasta principios del XXI, periodo en el que se desarrollaron las vidas y las carreras de ambos Jacintos.
Por si fuese poco, esta nieta, hija y sobrina de artistas es, también, madre de músico, Jaime del Val, fruto de su primer matrimonio con el químico Carlos del Val, fallecido repentinamente en 1977; y esposa, en segundas nupcias, del pianista Félix Lavilla, de quien se separó a comienzos del siglo XXI. Vamos, que no hay costado sin ungir por la creatividad en su sombra de prima donna.
Así, derrochando aristocracia musical, llegó al Santo Reino en más de una ocasión para deleitar al personal y, de paso, llevarse la mejor de las impresiones del público de aquí: "La gente de Jaén es amabilísima, cuando he ido a cantar me he sentido muy bien".
APUNTE BIOGRÁFICO
Hace falta más de una edición de Lacontradejaén para abarcar la inabarcable trayectoria de Ana Higueras, que lo mismo en recitales bajo la dirección de los más reputados directores contemporáneos como en sus celebradas comparecencias acompañada al piano con verdaderos maestros de las ochenta y ocho teclas ha dejado una estela de esas que no borra ni el solano.
Valgan, al menos, unos pocos datos para hacerse una idea de lo que significa la hija mayor de Jacinto Higueras Cátedra en el mundo de la música internacional, ella que ha visto llenarse de claveles en su honor los escenarios en toda España, en Viena, Alemania, Suiza, Austria, Italia, Portugal, Holanda, Bélgica..., de cuyas televisiones y emisiones de radio ha sido protagonista durante su carrera.
Una etapa que comenzó a finales de los 60, cuando empezó sus estudios de Música en el Real Conservatorio de Madrid, en las aulas de Canto, a cargo de su tía Lola Rodríguez de Aragón; solfeo con Roberto Plá Sales, piano con Esther Conde, armonía con Antonio Ramírez Ángel e Historia de la Música con Federico Sopeña, al mismo tiempo que tomaba clases de escultura y dibujo con su padre:
"A mí la escultura me impone muchísimo respeto; con mi padre hice algunas cosas cuando era pequeña, y luego muchos dibujos, en los años 50, pero luego lo abandoné todo por la música, me centré en ella, que me absorbía totalmente. Ya a finales de los 80, tuve la necesidad de expresarme sin límites; la música es muy rígida, te limita mucho y el intérprete tiene que adaptarse a un estilo, una forma, una estética, un ritmo, una medida... Es muy matemática y hay un momento que tienes que salir, necesitas espontaneidad. Así que me metí en el taller de mi padre, me explicó como trabajar con el cemento e hice bajorrelieves con cemento, con color", recuerda.
Cualquiera sabe si por ganar una soprano de renombre mundial, la escultura no perdió a otra gran Higueras: "Quizás hubiera sido mucho más feliz en un estudio que con la música, soy muy tímida y he tenido que superar esa timidez, vencerla. En cambio, el abuelo decía que le hubiera encantado ser músico, tenía pasión por el violín", reflexiona.
De ahí a realizar sus primeras actuaciones, hace justo ahora sesenta años, que le valieron galardones como el Premio Extraordinario fin de carrera y el Lucrecia Arana del Real Conservatorio de Música de Madrid, al que seguiría, entre otros, el del Concurso Internacional de Canto de Toulouse.
Después inauguraría su catálogo discográfico, con los mejores sellos y que incluye la aplaudida serie Nueve siglos de canción, y ya en 1977 otro de los episodios más fructíferos de su vida: la docencia.
CATEDRÁTICA DE CANTO Y ESCRITORA
Una vocación desarrollada desde 1977, cuando se estrenó como profesora interina en la Escuela Superior de Canto de Madrid, que compaginó con su labor artística, y donde llegó a ocupar la cátedra de dicha disciplina hasta su jubilación, en 2004.
En medio de tanta actividad, tuvo tiempo también para hacerse cargo de la empresa de su marido, al enviudar, y hasta de crear, junto con su hijo, la firma Higueras Arte S. L., dedicada a la promoción y edición de las artes contemporáneas, así como a organizar exposiciones de escultura, pintura y grabado contemporáneo en la Galería Higueras Arte que inauguraron en 1998, en su sede madrileña de Molino de la Hoz.
Como escritora, llevan su rúbrica títulos como Cartas de Juventud 1894-1920. Jacinto Higueras Fuentes. Escultor. 1877-1954, donde estudia y transcribe las cartas que su abuelo envía a Santisteban del Puerto a sus padres y a su futura esposa; o la monografía que verá la luz este otoño con su abuelo como protagonista.
Sin olvidar su propia autobiografía, Bosque de recuerdos, donde dará cuenta de sus setenta y ocho años de estancia en el mundo.
Un apasionante itinerario vital y artístico que no solo le ha permitido codearse con los más grandes, sino terminar siendo ella misma continente de grandeza, aunque apenas lo sienta, como aquella reina y mecenas que fue Cristina de Suecia asegura que le ocurre a quien la lleva consigo. Ana, también tantas veces reina (mozartiana, de la noche), la diva de los Higueras de Santisteban del Puerto, el fruto lírico de esos inmarcesibles árboles.
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