Andaluces de Jaén: salvemos a David Broncano
“Biografía de David Broncano”. Pongo esas palabras en el buscador de Google, así, en plan Cristobal Colón o Josef Stalin. Aparecen 19.000 resultados, pero en primera página destaca un vídeo de 24 segundos y voz de GPS que no le hace justicia al de Orcera. “Inchi”, pienso en mis adentros. Salen también varias páginas que critican la “gordofobia” de sus monólogos y otras muestras de incomprensión que intentan poner límites al humor, al de Broncano en particular.
Los de Jaén gozamos de la sabiduría necesaria como para reírnos mucho de nosotros mismos hasta encontrar virtud en nuestros defectos, pero ojocuidao: tanta sapiencia no quita que seamos una familia rara, por eso lo de meterse con nuestras paisanas y paisanos es monopolio exclusivo nuestro. Esto iba a ser una entrevista con David Broncano para LaContracrónica, pero partiendo de esa premisa recién inventada y con los pelos de la chepa todavía de punta ante los resultados de Google, me fijo una nueva misión: publicar un humilde artículo que compense tantísima tontá retórica contra Broncano en los resultados de Google. Allá vamos.
Broncano es uno de los jiennenses más célebres del panorama nacional —el ministro Montoro es de otro planeta y no cuenta—. Un amigo bajo los efectos de la Cruzcampo -con la Alcázar esto no pasaba— lo define como “la versión olivarera del sueño americano”. Wikipedia sí que mola, por eso le reconoce un apodo oficial: “el Mesía de Jaén”. Lo cierto es que con risas, incluida la suya, y un buen toque de polémica, Broncano ha logrado la cuadratura del círculo al sacar nuestro acento y nuestro vocabulario de la categoría de “temas analfabetos apestados” hasta elevarlo a la esfera de asunto de interés nacional (lo de exagerar también es muy de Jaén).
Vengan a Madrid a hacer la prueba. Si piden ochíos o ajoatao no les van a entender —David, haz algo con esa injusticia—, pero verán que han aumentado las probabilidades de que nuestro acento cause simpatía y no rechazo o caras gorrinas. Mérito en parte del joven humorista, un barco que Sabina y otros grandes de nuestra provincia dejaron pasar.
En la red circulan comentarios que desprestigian la labor de Broncano y restan mérito a su trabajo al compararlo con la dureza física de, por ejemplo, irse a las siete de la mañana en diciembre a recoger aceituna, como ese amigo al que el orcereño llama de vez en cuando en mitad del programa. Seguramente ignoran que al norte de Despeñaperros con frecuencia usan orín para condimentar las tostadas, por citar solo un ejemplo de lo que este humorista y millones de jiennenses exiliados deben padecer. “Más de una vez he tirado la mesa, a veces vengo con grafiteros en venganza y les pinto la puerta (…) aquí no tienen aceite de oliva”, explica Broncano de buena mañana.
Otros dicen que a David se le ha subido la fama a la cabeza y que ya no se acuerda de su tierra. Sucede más bien al contrario. “¿Bajas mucho al pueblo?”, le pregunto. “No mucho, la verdad, menos de lo que me gustaría, pero lo intento siempre que puedo”, responde por teléfono con voz temblorosa mientras oigo crujir sus párpados de tan fuerte que los aprieta para que las lágrimas no le estallen. Broncano hace de embajador de Jaén porque, en su opinión, “la gente no conoce mucho, pasan por Despeñaperros para ir a Málaga y poco más, a lo sumo conocen Úbeda y Baeza, no saben ni que tenemos el parque natural”, dice, y ahora le imagino al otro lado del móvil con los ojos desorbitados inyectados en sangre, uno mirando para Canena y otro para Mancha Real. “He llevado a amigos y este año lo estoy intentando para el Festival de Música de Segura”, evento que organiza su hermano Daniel, músico y gracioso nato. Fuentes cercanas a la familia aseguran que más de un zagal se ha ido del bar con el manchurrón de incontinencia en la entrepierna por culpa de los dos Broncano junior y sus ocurrencias.
La distancia y una agenda más apretada que la de Obama no impiden que Broncano se mantenga informado de los asuntos de la provincia, como lo de esos yacimientos en mitad de Jaén que según National Geographic podrían ser la mismísima Atlántida. “Suena bien, nos pega mucho eso en Jaén, en plan ‘aquí está la Atlántida con nuestra polla’”, opina, ahora sin contener la risa. Nunca vivió en Jaén capital, a donde solía ir en todo caso para salir de fiesta “y eso”, según sus propias palabras, aunque se anima a opinar sobre un tema central para los jaeneros (sí, he dicho “jaenero” y es correcto): “para mí el tranvía es algo de ciencia ficción en plan Narnia o el Señor de los Anillos, parece una obra mágica de unos señores poderosos y está fuera del control de los seres humanos”.
Ea, aunque se metan mucho con él, David es el marido perfecto a ojos de cualquier abuela millenial: no fuma, no bebe y sus vídeos en YouTube tienen medio millón de visitas de media. Una persona que lo conoce desde que lleva pañales asegura que lo que nos llega de él por radio y televisión no es la representación de un personaje, sino que es así de jincho por naturaleza. También conserva la modestia y, tras ponerse al día sobre este medio que están ustedes leyendo, se despide de esta forma: “No me quiero poner en plan coach porque yo también soy un chaval, no soy Gabilondo y además tengo el mismo criterio que un mono, ¡pero un abrazo muy fuerte para La Contracrónica y mucho ánimo!”.
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