Andalucía
Hoy día parece una locura reivindicar a Andalucía. Por un lado, las estigmatizaciones y los clichés que esta ha soportado a lo largo de su historia ayudan a esa reacia postura, pero también lo hacen los continuos golpes de pecho caracterizados por su carácter vacuo y etéreo.
Este texto no es un texto que se pueda encontrar en ninguno de los dos ámbitos, pues mi objetivo reside en, desde el punto de vista de un andaluz enamorado de su tierra, ser objetivo a la hora de contextualizar a Andalucía en su relevancia histórica. Esto podría llevarnos varios meses e, incluso, años de escritura, por lo que se entiende que estas letras no son más que un efímero esbozo.
Desde los tiempos de Gerión, Hércules y el Lacus Ligustinus, Andalucía ha sido clave en la interpretación histórica. Prueba de ello fueron las posteriores fundaciones de lugares como Gades o que su río Betis formara la piedra angular de la estructura de la mitad sur de la Hispania romana.
No sólo eso, sino que tenemos que pensar en uno de sus periodos de mayor esplendor, Al-Ándalus. Especialmente llamativos serían los momentos del Califato Omeya, ejemplarizado en la ciudad palatina de Medina Azahara (recientemente nombrada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO), o el Reino de Granada, resistencia que tuvo como principal insignia el único y majestuoso complejo de la Alhambra.
Hilando con este aspecto patrimonial, debemos recordar el arte que inunda sus calles y museos. No podemos dejarnos atrás un patrimonio tan magnífico y relevante como el megalitismo onubense o la Alcazaba de Almería. Aun así, si por algo destaca Andalucía es por sus catedrales: no solo podemos hablar de la catedral de Sevilla y su Giralda, sino que lo podemos hacer también de la misma mezquita de Córdoba o la catedral de Jaén, una de las mayores joyas catedralicias del mundo por su carácter ecléctico y atemporal.
En su patrimonio natural, nuestra tierra acaba por descollar entre todas las que se le puedan comparar, siendo el lugar de las marismas onubenses y la Sierra Nevada granadina, de los bosques y ríos jiennenses a los desiertos almerienses, pasando por las playas gaditanas y malagueñas.
Aun así, y volviendo al aspecto más cercano a su trascendencia histórica, resaltar su valor museístico, qué decir de una tierra que cuenta entre sus ilustres habitantes perpetuos a genios como Velázquez, Murillo o el gran Pablo Picasso, orgullo y bandera de una Málaga abierta e internacional. En suma a ellos, podemos disfrutar del arte de las manos del cordobés Juan de Mesa o del sevillano Castillo Lastrucci, siempre presentes en las primaveras andaluzas, aquellas donde la gente se agolpaba en minúsculas calles incluso en las Madrugás.
Ni que decir tiene su trascendencia musical, influenciando a formas de expresión de todo el mundo, desde el Magreb hasta los Estados Unidos. Sin embargo, será el flamenco la rama que haga conocer a esta región por todo el mundo, estando presente en rincones de Asia, América y el resto del globo, con figuras como los gaditanos Paco de Lucía y Camarón.
En el aspecto científico, cabe recordar su tremenda importancia en la medicina occidental a partir del conocimiento árabe que tenía su centro en nuestra tierra, un contexto donde también florecieron personalidades como Averroes, maestro de tantas artes como quepa pensar, al igual que el inmortal Séneca.
Y, por último, pero no por ello menos importante, las que nos permiten comunicarnos hoy, las letras. Andalucía es el lugar que un día ocupó el corazón del granadino Federico García Lorca, la malagueña María Zambrano o los sevillanos hermanos Machado, además del eterno padre de lo que hoy es Andalucía, Blas Infante, entre muchísimos otros.
Así, esta es una reflexión que pretende, desde un punto de vista multidisciplinar, hacernos ver que Andalucía siempre fue una tierra de cultura, innovación, creatividad, arte y atrevimiento: la tierra de los humildes, pero también de los genios. Nunca olvidemos de dónde venimos, pues esa será la base para siempre estar orgullosos de quiénes somos. Para todos los andaluces
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