Con la sombra en Cataluña y el corazón en Jamilena
Andrés Moreno Estrella dejó su pueblo hace más de medio siglo para labrarse un futuro digno, pero ni los años ni la distancia pueden con su apego al terruño
"Nunca me olvido de mi pueblo, lo añoro mucho y cuando veo a alguien de Jamilena por Mollet, me da mucha alegría".
Así de orgulloso se siente de sus orígenes jamilenudos Andrés Moreno Estrella, nacido en el 53 y, precisamente, con 53 años de lejanía de su pueblo natal a las espaldas.
Apenas 17 primaveras tenía cuando, junto con uno de sus hermanos (es el mayor de cuatro) y su padre recalaron en Casteldefells, huyendo de la pena de dejar a su madre enterrada con cuarenta y pocos años y en busca de un futuro digno, que no les supusiese ganarse el pan de una manera tan fatigosa como aquí:
"El trabajo en Jaén era el campo, la aceituna, cavar olivos con el calor, segar con mi padre, y yo era un crío prácticamente, con ocho o nueve años", recuerda, y añade:
"Trabajaba mucho en la casería de los Naranjos, en el Puente de la Sierra; allí nos pasábamos toda la aceituna, había cursos en el colegio que de los 365 días del año, yo tenía 210 faltas".
Así llegaron a tierras catalanas, animados por un primo hermano de su padre que trabajaba como taxista y, a lo Vente a Alemania, Pepe, les pintó el mejor de los panoramas:
"Al llegar, mi padre se colocó en la obra y nosotros, en un restaurante". El salto de la hostelería al universo de las fábricas llegaría poco después de la mano de sus paisanos afincados en Mollet del Vallés, que en cuanto supieron que dos de los suyos andaban por allí tiraron de ellos:
"En Mollet habia gente de Jamilena, amigos del colegio, y se enteraron de que estábamos en Casteldefells fueron a vernos al restaurante donde trabajábamos". Dicho y hecho, y en un pispás estaban currando en una cadena de montaje "de tornos semiautomáticos para la industria del automóvil".
Establecido en aquellas latitudes, no tardaría mucho en conocer a Luisa Leiva, una hija de cordobeses con la que se ennovió, primero, se casó después y tuvo sus dos hijos, de los que con el tiempo llegarían también los nietos, tres, a los que el nombre de Jamilena les resulta más que familiar: "Mis hijos bajaban todos los años, y mis nietos también", comenta Andrés.
Ya jubilado, sigue viniendo a su pueblo año tras año (como ha hecho durante los 53 que lleva fuera; bueno, menos uno, cuando su mujer andaba casi de parto y eso de viajar era de todo menos recomendable): "El año pasado el alcalde de Jamilena organizó un evento para los que cumplíamos los 70 años, y muchos de los 'esturreaos' en Toledo, Madrid, Barcelona o La Línea nos juntamos allí; muchos no nos veíamos desde hacía 50 años, pero a todos los conocía, o a casi todos. Fue muy emocionante", celebra Moreno.
Y es que se le llena la boca cuando habla de su patria chica, por cuyos montes se pierde cada vez que regresa, hasta sentirse "como guarro en un charco" (en sus propias palabras).
Y eso que en Cataluña se procura un ambiente de lo más jaenero; no en vano es socio del Centro Cultural Andaluz, que se cuaja su Rocío propio y conmemora todo lo que huele a sur a base de bien: "El Día de Andalucía hacemos un pasacalles con la bandera (que mide cien metros y vamos todos agarrados a ella), y una misa rociera.
Quedadas, visitas... Lo que sea para mantener vivo el espíritu de su pueblo, al que venera: "Jamilena, en vez de ir para atrás, ha ido para adelante, y a mí me gusta mucho mi pueblo". Ahí quedó.
Únete a nuestro boletín