Tres décadas y media sin el genio linarense de la guitarra
Un paseo por la memoria del universal Andrés Segovia, cuya casa museo en la Ciudad de las Minas ofrece un amplio y detallado itinerario por su vida y obra
"Con su pérdida, la guitarra pierde su timón. No hay nadie que haya dado más por la guitarra que él". Son las palabras que otro grande de la música, el gran Narciso Yepes, pronunció nada más conocer la noticia de su muerte.
"Con la muerte del intérprete se pierde al mayor guitarrista que hemos tenido", sentenció el legendario Joaquín Rodrigo,
Eran las cuatro de la tarde del 2 de junio de 1987 cuando el genio linarense Andrés Segovia, nacido en 1893, expiraba en su casa madrileña, el número 53 de la Avenida de Concha Espina, donde desde 1993 una placa recuerda el hecho.
Es el sencillo homenaje que la capital de España le dedica junto con una plaza rotulada con su nombre y un busto ante el Auditorio Nacional de Música, solo algunos de los múltiples hitos que, a lo largo y ancho del mundo, lo recuerdan cada día y celebran su grandeza interpretativa.
Y es que la trayectoria del que fuera, también, primer marqués de Salobreña es de esas que apabullan a quien la lee, con una dnumerosísima discografía, premios con su nombre en varios puntos del mundo, amplia bibliografía en torno a su figura y obra...
Doctor Honoris Causa por varias universidades, da nombre a colegios y conservatorios y, como todo genio, tiene su propio museo, en el antiguo palacio de los Orozco de su ciudad natal, donde yacen sus restos, trasladados desde la sacramental madrileña de San Isidro en 2002.
UNA CASA-MUSEO PLENA DE INTERÉS
Abierta en el año 2000 en las aristocráticas instalaciones de la calle linarense de Cánovas del Castillo, la Casa Museo Andrés Segovia ofrece al visitante un completo recorrido por la biografía, artística y personal, del creador del Estudio sin luz.
Que despierta interés es indudable, si se tienen en cuenta los más de 2.600 visitantes que acogió en 2019 y, así como el millar de personas que se dejaron caer por allí nada más levantarse un poco la mano tras el periodo más duro de pandemia, según los datos ofrecidos por el propio museo a este periódico.
Unas cifras que, si se unen a los cuatro millares largos de asistentes a las citas culturales que se desarrollan en el palacio, da muestra del atractivo que representa traspasar el umbral del inmueble que acoge el vasto legado segoviano.
Un espacio en el que el maestro goza de ese privilegio que muchos desearían disfrutar, que fue el pan nuestro para los egipcios y en tiempos de Quevedo pero que, a día de hoy, resulta legalmente imposible: descansar en paz con sus mascotas cerca.
"Andy. Mi amo fue Andrés Segovia. 5/06/81 -31/8/98", reza en la tumba esquinera donde reposa el perrito del guitarrista, en un precioso y claro patio interior del edificio.
De arriba a abajo, las dependencias albergan en su primera planta de una poblada biblioteca, el valioso archivo Segovia y el museo propiamente dicho, que exhibe mobiliario, enseres personales, condecoraciones, retratos y caricaturas o documentación relacionada con el genial músico.
La planta baja, por su parte, cuenta con sala de música y salón de actos donde tienen lugar, anualmente, las citas culturales más importantes vinculadas con su memoria, en tanto el sótano (una antigua bodega) supone la culminación de la visita ante la sobria y sobrecogedora sepultura del marqués.
Una visita que, además, supone una buena forma de rendir homenaje a quien siempre deseó ser enterrado en su patria chica, a ese gran embajador del mar de olivos de cuyas manos salieron algunas de las interpretaciones más conmovedoras de la historia de la música.
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