Arte. Mirar y contemplar
El término “arte” se difumina y gira entre multitud de definiciones en aras de nuestra contemporaneidad. Son demasiadas las “etiquetas” aplicadas a sus valores y posibles funciones dentro de la sociedad que nos ha tocado vivir. En la antigüedad parecían tener más claro el término “arte”, éste separaba lo simbólico e íntimo del ser humano elevado o sublimado, en unos bienes que no perseguían el simple reconocimiento económico, sino la identificación con significados más privados. Ahora esta sublimación se ha desvanecido.
Todo no ha sido siempre “arte”, ni ha de serlo hoy tampoco. Las dimensiones del término están cada día más desbordadas y difusas, por lo que hoy intento interiorizar mis reflexiones acerca de qué podemos entender por “arte” o “bien artístico” y qué es un simple producto de mercado (visión materialista y utilitarista) disfrazado de cultura.
Es evidente que los tiempos cambian y que el “arte” es visto desde la evolución de sus propios contenidos originales, pero habida cuenta de esta obviedad, y ante la creciente inquietud que nos invade a los enamorados de la cultura sobre el camino que está siguiendo la misma, es necesario volver al pasado y recoger algunas de sus premisas para intentar delimitar el concepto, ya que ante la inminente globalización de las sociedades mediante los poderes dominantes, estamos olvidando el verdadero valor del “arte”: un agente colaborador clave de la cultura en el acertado o equivocado desarrollo de la sociedad. La aparición del concepto “cultura de masas” viene de la mano de un comportamiento nuevo frente al “arte”: todos quieren participar de él y todos quieren sacar beneficios del mismo. El artista y su obra muchas veces pasan desapercibidos y el valor lo adquieren otros intereses ampliamente cuestionables.
El arte contemporáneo tiene hoy más que nunca la posibilidad de desenvolverse en un sinfín de contextos, contando con la emergencia de profesionales en la creación, en la gestión y la difusión. Son los valores y beneficios del “arte” y la cultura los que debemos fomentar y difundir; el “arte” no debe basarse simplemente en el mercado y en trabajos que fomentan el amiguismo, promovido por políticas culturales que simplemente tratan de como apunta S. Freud de “adoctrinar al supuesto sujeto ideal bajo sistemas de poder (religioso, político, mercantil…)”*.
Para una posible definición del término “arte” debemos tener muy en cuenta la libertad individual contra determinadas formas o exigencias de la cultura actual. No debemos dejarnos llevar por todo si previo conocimiento ni reflexión, como una simple impostura cotidiana. No por abrir más nuestros ojos al “arte”, veremos más cultura, hay que mirar y distinguir con agudeza, sutileza y rapidez” entre una obra o hecho cultural, ampliando e impulsando nuestra propia esfera, haciendo que el “arte” nos mire, mientras nosotros lo contemplamos.
*Freud, S., El malestar de la cultura y otros ensayos. Alianza editorial, Madrid, 1987.
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