Baeza estrena aliado 'universitario' con la Fundación Emilio Garrido Pérez

La institución destinará fondos para ayudar a los estudiantes que quieran formarse en la Universidad
La Fundación Emilio Garrido Pérez es ya una realidad en Baeza y su objetivo es facilitar recursos a los jóvenes que cursen Bachillerato en los tres institutos y apuesten por la formación en la Universidad. Las becas serán una apuesta firme del proyecto y la idea está recogida en el testamento de Garrido.
"La fundación mejorará sus competencias y pondrá a su disposición los recursos que les permitan avanzar con garantías en su carrera universitaria", señalan desde el Ayuntamiento. La puesta de largo de la iniciativa se ha dado en la antigua Universidad de la Santísima Trinidad. "Esta idea refleja generosidad y enriquece a toda Baeza brindando nuevas oportunidades a quienes más lo necesitan", ensalza en un comunicado Pedro Cabrera, alcalde de Baeza.
El presidente de la fundación es Antonio Garrido Almonacid, sobrino de Emilio Garrido Pérez. “Somos conscientes de que algunos jóvenes de nuestra ciudad pueden tener dificultades para cumplir sus sueños universitarios y es ahí donde la fundación les va a allanar el camino: será para ellos más fácil tomar una decisión, y disfrutarán de beneficios económicos", argumenta.
COORDINAR LAS BECAS
Francisco Pérez, director del IES Santísima Trinidad, será el encargado de darle voz a los directores del resto de centros beneficiarios de la fundación y de coordinar las becas que se van a proporcionar al alumnado.
Además, los tres centros implicados ya consensuan los criterios que regularán las becas junto al Patronato. "Con esta línea de comunicación y colaboración se pretende que esas ayudas sean lo más justas posibles y les permita un correcto inicio universitario cargado de garantías", expresan desde el Ayuntamiento.
TRAYECTORIA
Emilio Garrido Pérez era hijo de Baeza (1924-1987) y desarrolló su carrera como militar dentro del cuerpo de ingenieros de Armamento y Construcción, llegando al empleo de coronel.
De gran espíritu humanitario decidió, y así aparece redactado en su testamento fechado en 1970, dejar un tercio de sus bienes para que la juventud de Baeza —carentes de recursos y con especiales aptitudes para el estudio— pudiera continuar con los mismos en la enseñanza superior.
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