Un auténtico belvedere en plena Plaza de San Bartolomé

El antiguo estudio del artista Francisco Cerezo, actualmente en manos de su discípulo Jacinto Linares, posee unas impresionantes vistas de la zona
Dieciséis años después de que la Plaza de San Bartolomé adquiriese su aspecto actual y repartiese perfumes de azahar a mansalva, comenzaba la actividad en el estudio del artista villargordeño Francisco Cerezo Moreno (1919-2006).
Un espacio singular por el que, en vida del maestro, pasó una multitud de obras procedentes de distintos museos españoles, templos, cofradías y colecciones particulares con el propósito de que Cerezo (también reputado y cotizado restaurador) les devolviera la belleza perdida.
Era 1974 y, como recuerda el actual propietario del estudio y discípulo predilecto del pintor, Jacinto Linares Talavera, abrió sus puertas el coquetísimo gabinete, que Cerezo Moreno "adquirió en obras"y al que llegaba nada más abandonar su anterior lugar de trabajo, en las plantas altas del por entonces desfigurado y sacralizado Camarín de Jesús, en cuya salvación tanto tuvo que ver el empeño del maestro del paisaje, el bodegón y el retrato.
Se trata de un recogido habitáculo de treinta y cinco metros cuadrados, bañado por la luz de un casco antiguo que, impresionista, arroja sus variaciones lumínicas sobre el hermoso y jaenerísimo ventanal arqueado que alivia de sombra la habitación, cuajada de vivencias.
¿Que por qué jaenerísimo? Linares Talavera lo aclara: "El maestro podría haber colocado ahí una ventana cuadrada, pero quiso que fuera en forma de arco porque le recordaba la bóveda del Camarín". Jaenerísimo, vaya que sí.
Tanto como las vistas que ofrece a quien tiene el privilegio de asomarse a ella: toda una plazoleta en plenitud, con la fachada del templo frente por frente. Eso los días 'normales', porque el Jueves Santo es otra cosa: "Este año, por ejemplo, ha venido mucha gente", confirma Linares.
Y es que es un auténtico belvedere, un mirador insuperable para disfrutar de la prodigiosa presencia del Crucificado de la Expiración y el palio de las Siete Palabras cuando "recogida en su silencio /
de cruces y de barandas, / antigua y oliendo a yerba, / muestra su luto la plaza", con palabras del poeta Rafael Palomino.
Si a eso se le suman las obras de arte que cuelgan en sus paredes (muchas de ellas firmadas por el propio Cerezo, o el mismísimo boceto de la Sagrada Familia de Mariano Salvador Maella —el célebre cuadro "de las tijeras" de la Catedral—), hay quien dice que el número 10 de la Plaza de San Bartolomé merece más atención en los paseos históricos por la capital que la que se le presta a su vecina Casa del Miedo. Por poner solo un ejemplo.
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