ACENTO JIENNENSE EN EL AIRE
En torno a la efeméride del primer salto paracaidista por parte de la Bripac, un ya lejano mes de febrero de 1954, Lacontradejaén repasa la historia de este cuerpo de élite cuyas condecoradas filas han acogido, a lo largo de las décadas, a un buen número de hijos del Santo Reino
"La vida es un viaje en paracaídas", escribió el gran poeta chileno Vicente Huidobro a principios de los años 30, cuando aún ni existía la Brigada Paracaidista del Ejército de Tierra (Bripac).
Un cuerpo de élite del Ejército español de cuyo primer salto se conmemora el aniversario estos días y donde, a lo largo de las décadas, el acento jiennense ha sido una constante. En sus filas... y en las alturas, donde esta atractiva unidad se mueve como pez en el agua, como pájaros en el aire, que cantaba Mercedes Sosa.
Ampliamente condecorada, la historia de los 'paracas' da para varios reportajes, pero sirva este al menos como modesta constatación de la presencia del Santo Reino en sus banderas, acuartelamientos, batallones, grupos y compañías.
Y en el 'libro de oro' de la Bripac, donde muchos nombres y apellidos suenan a Jaén, Jaén y al que llegaron por méritos propios: ahí están (por citar solo algunos de los más recientes) el castellariego G.G.V., cabo paracaidista que, a sus veinticinco años, en 2010, murió tras sufrir un accidente durante un salto en el que su dispositivo no respondió.
O el teniente villacarrillense Juan Antonio Soto Puerta, el brigada marmolejeño Andrés Robles Velasco, el sargento primero Jaime Sánchez Moreno, natural de Peal de Becerro; el suboficial capitalino Manuel Guzmán Puche, el cabo castellariego Rubén Egea Blanco o el caballero legionario paracaidista quesadeño David Garrancho Ordóñez, CLP o lo que es lo mismo, caballero legionario paracaidista, denominación oficial que reciben los soldados de la brigada.
Seis jiennenses que en 2015 se batieron el cobre en tierras iraquíes para instruir a militares locales contra las andanzas del grupo terrorista Daesh.
Solo algunos de los cientos, de los miles de paracas jiennenses que han desfilado por la Bripac, dos de los cuales comparten hoy con los lectores de este periódico sus testimonios, los recuerdos del tiempo como voluntarios de un par de hijos del mar de olivos que se calaron la boina negra y llevaron el rokiski a la altura del pecho.
Distintivos que muchos de ellos guardan como oro en paño todavía, o como el genavero Isidro Sánchez Rodríguez, que a sus setenta y dos inviernos conserva en casa las viejas botas de salto con las que una veintena de veces probó el suelo. Viejas pero, asegura, "nuevas" pese al correr de los años.
UN GENAVERO EN LA BRIPAC EL AÑO QUE MURIÓ CARRERO BLANCO
Isidro es uno de los antiguos CLP que, amablemente, responde a la llamada de Lacontradejaén. Afincado en Bienservida (Albacete) desde hace la tira de tiempo, no venía de familia de militares ni había tenido más relación con la vida castrense hasta el momento de hacer la mili, que le tocó en Almería:
"Nos juntamos uno de Jaén y yo, nos llevábamos muy bien, mejor que hermanos, fueron por los cuarteles buscando gente, nos convencieron y dijimos 'vamos a probar en los paracas a ver'. Dice Sánchez que se lo pusieron "de color de rosa" pero que luego, cuando se caló la boina negra, ese fue el color del que empezó a verlo todo.
"Era la época del franquismo, la época mala, cuando mataron a Carrero Blanco; dormíamos con los correajes y las botas puestas, en vilo. Estuvimos movilizados un montón de días", recuerda.
Meses duros, no aptos para cualquiera; 189 curso de paracaidismo en la escuela de salto de Alcantarilla (Murcia) (se licenció con veintidós lanzamientos), maniobras, instrucción y al cabo del tiempo firmado, a casita de nuevo: "Me daban los galones de cabo primero, pero no los quise", explica.
Pero, ¿por qué? Un uniforme de lo más vistoso, salario ("nos daban tres mil pesetas de la época, más de lo que ganaba yo en mi pueblo"). "No quise quedarme, siempre había que estar a la orden". Aclarado queda.
Isidro tuvo como destino, durante su servicio en la Bripac, el puesto de chófer de un capitán, allí aprendió mecánica y, aunque no lo dudó a la hora de regresar a la vida civil, tampoco le ahorra elogios a aquel tiempo que militó en la Brigada Paracaidista del Ejército de Tierra:
"A mí me mereció la pena, la vida de los paracas me hizo mucho, llegué de un pueblo con los ojos cerrados prácticamente, y más en aquella época. Muchas cosas de las que aprendí allí me sirvieron luego en mi vida civil, si volviera a nacer, haría lo mismo". No habla de boquilla el genavero, que muchos años después de quitarse la boina (la del águila dorada, al menos) para los restos ha sentido en más de una ocasión la nostalgia del vértigo:
"Muchas veces he pensado volver, pero ya, con setenta y dos años, ¡no voy a saltar!". Ea, diría un castizo. Ha hecho de casi todo desde que se licenció: conducir camiones, trabajar en la hostelería en tierras mallorquinas y hasta dedicarse al campo, donde le pilló la jubilación. Eso sí, la satisfacción de haber servido en la Bripac la mantiene intacta: "Para mí es un orgullo haber sido un paraca", sentencia.
UN POCO DE HISTORIA
Según la página web del Ministerio de Defensa, la actual Brigada 'Almogávares' VI, de Paracaidistas, data de 1953, cuando se creó su primera bandera, Roger de Flor. Más tarde vendrían otras dos, bajo los nombres de Roger de Lauria y Ortiz de Zárate.
El primer contacto de la brigada: con el frente tuvo lugar en Sidi Ifni, en el 56, y doce años después, en el 68, recibiría la bandera nacional, ya con la denominación oficial de Bripac, que a día de hoy cuenta con una unidad de cuartel general compuesta por tres banderas, una compañía cazacarros, un grupo de artillería, un batallón mixto de ingenieros, grupo logístico, mayoría centralizada y una unidad de depósito e instrucción.
Con estos mimbres, la participación de la brigada en misiones internacionales, en las últimas décadas, se ha convertido en una de sus principales cartas de presentación: Kurdistán iraquí en el 91, Ex-Yugoslavia, Kosovo, Mozambique, Irak, Afganistán, Paquistán, Líbano, Mali, Angola, El Salvador...
"A día de hoy la Bripac, con la nueva organización orientada a la misión, como unidad de respuesta inmediata y entrada inicial sigue instruyéndose y adiestrándose para ser desplegada allí donde España lo demande", aclara la página electrónica del ministerio, donde se pueden conocer todos los detalles si algún lector está interesado en vivir nuevas sensaciones y probar eso de caer a toda pastilla desde un avión.
'CLP' DEL ARCO
Andrés Jesús del Arco Cancio (Jaén, 1972) no se inscribió precisamente a través de la web a principios de los 90, cuando el universo on-line concluía donde empezaba un mostrador, una ventanilla.
Si será así, que por aquellos años la caja de reclutamiento de Jaén se ubicaba en la antigua Casa de Socorro de la calle Álamos, un coqueto edificio regionalista de 1905 que como tantas singularidades arquitectónicas de la capital de la provincia, pasó a mejor vida a finales de los 80.
Componente del curso 559-561 (eso del número de promoción lo llevan a rajatabla tanto los activos como los veteranos), su historia paracaidista partió de un atractivo inicial:
"Me llamaba la atención, sobre todo, la Legión, pero investigando conocí lo de saltar en paracaídas y al final me decidí por los paracas", comenta el jiennense, afincado actualmente en Caravaca de la Cruz (Murcia).
Con antecedentes militares en la familia (su abuelo, hijo del antiguo alcalde Alberto Cancio Uribe) perteneció a los regulares), vio también en el voluntariado especial una salida profesional: "Yo lo veía como un paso para luego entrar en la Academia de Suboficiales". Algo que, pasado el tiempo, quedó en eso, en un proyecto, porque la trayectoria profesional de Del Arco tiró por otros derroteros, más relacionados con la caballería que con la infantería.
No eran los tiempos de Isidro Sánchez, desde luego; el franquismo había pasado ya a mejor vida y quedaba nada y menos para que el servicio militar dejase de ser obligatorio en España, pero (según el segundo protagonista de este reportaje), pasar por la Bripac no fue un paseo:
"Una vez tuve un problema en un salto, desde que salí del avión hasta que aterricé, porque había mucho viento y parece ser que no era un día apto para saltar, pero decidieron que sí; al llegar abajo me di una costalada buena, me llevaron al hospital y todo", evoca.
En lo que sí coincide plenamente con el de Génave es en lo de sacar pecho: "Yo lo llevo con orgullo, la verdad, el tema militar siempre me ha gustado y llevo con satisfacción haber sido paraca".
Ambos, Sánchez y Del Arco, son frecuentes en los grupos de licenciados que, por el contrario, siguen más que activos en las redes sociales.
"A veces he soñado y notaba el olor del queroseno, como si estuviera todavía en mi compañía, recuerdo perfectamente los cuadros de aviones que había...", cuenta.
Recuerdos, memorias de unos meses que los marcaron para siempre y, aún hoy, forman parte de sus conversaciones cotidianas, del álbum entrañable de sus vidas, incluso de sus sueños nocturnos. En ellos se cumple, más que en el resto de los mortales, el verso de Huidobro.
Únete a nuestro boletín