NO SON COSAS DE NIÑOS
Hay un niño que llega a casa del colegio, se toma un zumo y un bocadillo y se va a su habitación. Una niña que se retira a su cuarto y llora. O no llora. Porque cada cual exterioriza sus sentimientos a su manera. Pero sufre. Esa es la palabra: Sufre. Un niño de 5 años, una niña de 8 o de 14. Una niña de 1,50, de pelo rubio, rojo o marrón; con chandal o con camisa, o con un vestido de flores. Un menor que sufre. Que cuando se va a la cama no quiere que llegue mañana, no quiere que mamá venga y abra las ventanas y le prepare un vaso de leche y la ropa para el colegio. Porque el niño no quiere ir al colegio.
Son situaciones que muchos menores viven a diario. Unas acaban en tragedia, en un golpe de realidad para toda la sociedad que ha sido capaz de dejar caer a un niño hasta lo más hondo. Sin retorno. Y otras acaban de manera feliz con niños que son hombre y niñas que son mujeres y que son personas felices con una vida como la de las demás personas que no han sufrido. Es el acoso escolar, el bullying. No es cosas de niños. Es cosa de todos.
El estudio de ‘Bullying, cyberbullying y dating violence. Estudio de la gestión de la vida social en estudiantes de Primaria y Secundaria en Andalucía’, del Centro de estudios Andaluces, deja a la vista de todo el mundo el problema. Lo recoge en datos y dice que un 30% del alumnado de Primaria en Andalucía está implicado como víctima en roles del bullying, fenómeno en el que un 2,6% son agresores, un 15% son agresores victimizados (agresores que al mismo tiempo son víctimas de otros), mientras que el 52,4% restante son espectadores.
En el caso de la educación Secundaria, la cifra desciende hasta el 20% mientras que el porcentaje de los agresores se incrementa hasta el 6%. En esta etapa educativa, los agresores victimizados también suben hasta el 17%, igual que el rol de espectador crece hasta el 56%.
CUESTIÓN DE TODOS
Son cifras que hablan de niños. De menores que agreden e insultan y otros que reciben las agresiones y los insultos. Y otros que miran, que ríen, que se quedan sin respuesta al ¿por qué miras y no haces nada?. Pero para Nelson Quintero los porcentajes no valen, “es una imagen fija solamente”, dice, porque el único cierto para él es el del 100%. Porque el acoso escolar es un problema de todos: “El bullying no es una cuestión de niños, ni tan siquiera de esos menores y sus familias y el personal de los centros educativos en los que se dan estos casos de acoso escolar. El problema es de toda la sociedad, que tiene que concienciarse y olvidar el tan manido ‘son cosas de niños’.
Nelson vivió de niño algunas situaciones de acoso escolar y sus habilidades para el deporte le permitieron desarrollar sus habilidades sociales y dejar el acoso como una puntualidad de su infancia feliz. Y ahora utiliza su experiencia y su conocimiento para ayudar a todos los implicados en este problema: a los padres, a los centros, a los docentes, a las víctimas, a los agresores, a los espectadores. “Nos atañe a todos”, remarca con insistencia. Nelson es psicólogo.
A través de su experiencia y conocimiento intenta poner orden, tranquilidad y felicidad en la vida de todos los menores que se ven implicados en el acoso escolar y que buscan ayuda. Él la da en Cre-Siendo, un gabinete psicológico que lucha por construir una sociedad libre de bullying. Una sociedad con niños feliz, con futuro.
SÍ, ES BULLYING
A la pregunta de ¿qué es el acoso escolar?. Nelson contesta de forma clara: "Cualquier situación que dañe física, psicológica, emocional o socialmente a un estudiante y que, además, se repite durante tiempo".
El gordo, el cuatro ojos, el empollón, la no se qué y el fulanito que es tal. Los motes son una muestra de acoso escolar. No son cosas de niños, explica Nelson, si no hay un trato de "igual a igual". "Siempre se han dicho cosas, pero cuando es entre amigos y no hay ninguna mala intención y es un trato igualitario entre dos amigos que hablan sin maldad, entonces sí son cosas de niños. Pero esto se ha confundido con el acoso escolar, con un problema que ahora está más candente, pero que ha existido siempre".
Pero la verbal no es, ni mucho menos, la única forma en la que una víctima sufre acoso escolar. Como explica Quintero, también se da de forma física y, en raras ocasiones, sexual. Es habitual el bullying social, es decir, aquel en el que la víctima queda apartada del resto de compañeros o es ridiculizada por el agresor, al que el resto ríen las gracias. Un tipo de acoso que se ha vuelto más preocupante con la utilización de internet y las redes para mantenerlo en el tiempo y hacerlo más constante e insoportable.
Dame 'like'. Sígueme. Te voy a fastidiar hasta por WhatsApp. Las redes sociales son un alma de doble filo en los casos de acoso escolar. No es nada extraño que cada cierto tiempo los telediarios muestren imágenes grabadas con un smartphone en las que se producen casos de bullyng generalmente peleas algunas de violencia inesperada en simples niños.
"Si antes el problema entre la víctima y su agresor se daba solo dentro del colegio, ahora, al salir del centro, el niño que sufre acoso escolar no puede librarse de eso ni en su propia casa. Son muchos los casos en los que no solo se les insulta, maltrata o aísla en el aula o en el patio del colegio, sino que ahora el acoso continúa en las redes sociales, por WhatsApp, donde también se produce mayor difusión y se hace un lastre más pesado", explica Nelson, que sentencia: "Ahora una relación es de 24 horas y si es positiva, lo es las 24 horas, sino, no".
Asimismo, la profesora de Psicología de la Universidad de Córdoba, Eva Romera, encargada de presentar el estudio elaborado por el Centro de Estudios Andaluces, el nuevo protocolo de actuación en casos de ciberacoso que ha puesto en marcha la Consejería de Edcuación "pone el acento en la evaluación de la situación y en la coordinación docente, familiar y de servicios especializados". Y destaca: "Es necesaria una respuesta amplia y global de la comunidad educativa ante un fenómeno tan complejo, además de medidas específicas que incluyen la formación del profesorado para abordar casos concretos de acoso, la promoción de un clima escolar basado en el respeto, la solidaridad y la tolerancia, y el trabajo dentro del aula con el grupo clase".
HAY PERFILES, PERO NO SIEMPRE VALEN
Todos los niños pueden ser víctimas de bullying. Nadie está a salvo de que el agresor de turno la tome con él, que le haga la vida imposible. Los expertos han trazado perfiles tanto de las víctimas como de los agresores. De los espectadores, se puede decir, no hace ni falta: somos todos.
Según apunta el 'I Estudio sobre Bullying según los afectados y líneas de actuación' de 2016, elaborado conjuntamente por la Fundación ANAR y la Fundación Mutua Madrileña, el 51% de las personas que sufren acoso son hombres y el 41% mujeres. Asimismo, el estudio traza un perfil de la víctima de acoso escolar, que suelen ser menores de entre 11 y 13 años, suponen el 46% de los casos; con los que los demás tienen problemas por "su habilidad para las relaciones sociales, ser diferente, los defectos físicos o la discapacidad".
En palabras del psicólogo especialista de Cre-Siendo, Nelson Quintero: "Un alumno con factores de protección, como una buena comunicación con sus padres, un ambiente seguro en casa o autoestima, es más difícil que sufra acoso. El perfil de la víctima es de un chico que no tiene ninguno de estos factores de protección. Menores que son discriminados por algún tipo de diferencia y que no tienen el apoyo social para dar el paso de contarlo. Así, se puede hablar de un perfil de niño con alguna diferencia, baja autoestima, déficit de habilidades sociales y dificultad para la resolución de problemas. En cuanto a su contacto social, a veces, suelen provenir de un ambiente familiar y negativo, son niños que perciben el clima escolar de manera negativa y sufren aislamiento. Pero, insisto, todos podemos ser víctimas de bullying, nadie está libre".
El perfil existe. Son mediciones que intentan buscar la prevención, el estar atentos a quién puede ser víctima antes de que lo sea incluso. Pero le puede tocar a cualquiera.
Tampoco nadie está libre de que en su 'lado' le toque el acosador. Aunque, en este caso, también existe un perfil, como explica el psicólogo de Cre-Siendo: "El agresor suele tener un comportamiento negativista, con poca autoestima, que, en muchas ocasiones, procede de familias en las que no se le tiene en cuenta, no tienen sentimiento de pertenencia, han estado mucho en la calle, expuestos a violencia a una edad temprana, lo que hace que no tenga la confianza necesaria para contárselo a sus padres o profesores. Y, lo más importante, han crecido observando relaciones que no eran entre iguales", lamenta Quintero.
"NO QUIERO QUE MI HIJO SUFRA MÁS"
Luis Ramos lo ha vivido en su familia. Trabaja como mediador para la Asociación Contra el Acoso Escolar de Jaén y sabe cómo tratar con los menores, porque tuvo que tratar con sus hijos dos casos de bullying. Como otra compañera de la asociación, que ha tenido que cambiar a su hijo de colegio en tres ocasiones. No quiere dar su nombre, no quiere ni que sus palabras queden recogidas: "Está muy reciente y no quiero que mi hijo sufra más".
Dar con un testimonio capaz de relatar lo que ha vivido se hace dificultoso cuando en juego está la felicidad de un niño. Los padres no quieren hablar, tienen un sentimiento palpitante que oscila entre olvidar lo que ha pasado o crecer con esa experiencia. Luis Ramos sí habla de lo que ocurrió hace 15 años en su casa, cuando uno de sus retoños volvía algunos días con algún moratón, rasguño o signo de violencia.
–¿Qué te ocurre, hijo?
—Me caí.
La conversación fue algunos días igual, hasta que el mediador de la asociación jiennense cogió el "toro por los cuernos": "No me costó porque tengo una gran comunicación con mis hijos. El más pequeño sufrió acoso físico y me venía a casa hecho un cromo. ¿Qué te ha pasado? No, que me he caído, no que tal. Mira no sé que está pasando, pero esto no le pasa a uno cuando se cae", relata Ramos: "Me lo contó con 5 años. Me dijo que le estaban pegando siempre. Hace 15 años. Fui a hablar al colegio y todos juntos lo solucionamos rápido, y al año siguiente, cuando pasó a primaria, no se volvió a repetir el acoso".
Ramos y la asociación en la que es voluntario no tienen dudas de que se debe cuidar "especialmente" a las víctimas: "No puede ser que sean siempre los acosados los que tienen que cambiarse de colegio. Tampoco se puede consentir que de todas las propuestas que iba a poner en marcha el Gobierno Central para acabar con el acoso escolar solo funciona el teléfono (900 018 018), que no es, ni mucho menos, la mejor solución, porque pocos son los menores que van a ser capaces de coger un teléfono y llamar, además de que no siempre están atendidos por personas con la mejor formación".
Por eso hablar es la mejor solución, la comunicación entre padres, hijos, alumnos y profesores. Nelson Quintero también apuesta todo a la conversación: "Tenemos que crear una cultura de paz en los colegios y en toda la sociedad. Eso se consigue educando y formando a los niños y a los jóvenes, a los padres y a todos los que trabajan en la educación, para que cuando suceda algo la solución sea hablarlo, entrar en el por qué y hacerles ver a los implicados que ese no es el trato que se merecen".
EDUCAR PARA PREVENIR
Aunque el panorama se presenta turbio, la educación y la formación en igualdad de los menores es el mayor combustible para luchar contra el bullying. Es un complicado engranaje en el que todas las piezas tienen que concienciarse del trabajo conjunto. Un mantra que guía los pasos que en esta materia da el IES Fernando Tercero de Martos. Juan Molina, profesor y vicerrector del centro, es uno de los docentes involucrados en que las cosas de niños se tomen "como problemas, que es lo que son". "Partimos de dos realidades, porque todavía hoy en día hay mucha gente que sigue pensando que son cosas de niños son tonterías y no le dan importancia que tienen. Pero siempre digo una cosa: las cosas de niños se sabe como empiezan, pero no como acaban".
De ahí radica todo el trabajo posterior que realizan en el Fernando III. "En nuestro instituto, desde el director hasta cualquier profesor, tenemos claro que ningún problema es pequeño para nosotros. Intervenimos ante cualquier situación que otros podrían decir son cosas de niños". Así, cuando surge algún comentario sobre "la orientación sexual, la raza o la nacionalidad", por poner un ejemplo de los casos más claros, se actúa al instante.
"Con el alumnado tenemos dos frentes abiertos. Hemos puesto en marcha un equipo de mediadores escolares formando por los propios estudiantes, que se encargan de mediar entre alumnos. De este modo se produce una conversación entre iguales, que es muy importante, porque cuando hay un problema es mas fácil contárselo a personas como tú que a un profesor o el director".
La otra línea en la que trabajan es en la de concienciar a los espectadores, un rol en el que Molina intenta convertir la pasividad en capacidad de intervenir y ponerle fin, "o avisar de ello", explica el profesor, para quien el problema de los espectadores se debe "al miedo muchas veces", dice Molina, que explica que también trabajan con los padres a través de una 'Escuela de padres y madres' en la que intentan que los progenitores sepan cómo actuar, sobre todo emocionalmente.
El profesor del instituto marteño lo tiene claro: "Hay que trabajar con metodología inclusiva y cooperativa. Trabajar en la prevención y, sobre todo, formar a los profesores en lo que se conoce como psicopedagogía, porque es esencial que nosotros sepamos tratar emocionalmente con los estudiantes para poder ponerle fin al problema".
Un ejemplo de lucha activa contra el bullyng. Un ejemplo de que es tarea de todos. Como la historia de Nelson y su hijo más pequeño. Cuenta que un día llegó y le dijo:
—"Papá, fulanito es un pegón".
—"No, fulanito no es un pegón, es fulanito, y hoy habrá pegado".
Con esa simple frase, Papá intentó explicarle a su hijo que no podía poner etiquetas, que ese era el comienzo. "Yo quise hacerle ver que nadie se merece que le llamen así. Por eso, intervine y hablé con profesores y con los padres del otro alumno y decidimos salir un día juntos al parque. Allí, mi hijo vio cómo era su compañero de verdad y el otro niño no ha vuelto a tener esos problemas".
UN PROBLEMA DE TODOS
El acoso, efectivamente, requiere de todos. También de las fuerzas de seguridad. La Policía Nacional puso en marcha hace diez años el conocido como Plan Director, un plan de acción cuyo eje central en materia de socios escolar y violencia en las aulas es la prevención y concienciación de los alumnos a través de charlas. En la provincia, en 2016, más de 270 centros educativos se beneficiaron de las enseñanzas de la Policía Nacional en el Plan Director, a través del que se ofrecieron casi 500 charlas a menores acerca del bullying y la violencia en los colegios e institutos.
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