Una cosilla... ¿Dónde están los caballos de Cubero?
Dos años después del cierre del histórico establecimiento jiennense, muchos se preguntan el destino final de las cabezas de los equinos que escoltaban sus escaparates
¿Dónde están los caballos de Cubero? ¿Dónde pastan? ¿Qué escoltan hoy esas dos cabezas majestuosas que durante décadas guardaron los escaparates del histórico establecimiento jiennense de guarnicionería, zapatos señoriales, virguerías varias...? ¿Murieron? ¿Viven aún, qué ven sus ojos mansos como la mirada de Platero?
"Sus cuellos eran torres / cortadas en la piedra del orgullo", escribió Pablo Neruda como inspirándose en estas dos piezas sobre las que un montón de chaveas de aquí 'cabalgaron' con los pies dentro de los estribos del aire. "No olvidaré la luz de los caballos", sentencia el chileno.
Hace dos años que el negocio expiró: "Y fue en esos mismos pagos, / hace dos años que se marchó / por los potreros helados / tras de la sombra que lo lanzó", cantaba Gardel con la triste alegría de los tangos. Dos años de fachada desierta, escaparates velados y humo de autobuses que, sin embargo, no ahoga la curiosidad: ¿Dónde están los caballos de Cubero?
No es para menos si se tiene en cuenta el porrón de tiempo que acumularon bajo el baldaquino de láminas de madera noble de la tienda, apuntando a la calle Virgen de la Capilla como dos preciosas gárgolas secas, como dos soberbios purasangres urbanitas, de negras jáquimas, asomados a su box, con su constante relincho de silencio.
"Todo sigue en la tienda: el mosaico de Baños, las piezas de artesanía... y los caballos", revela Ana Hidalgo, viuda de Francisco Rebollo Cubero, bisnieto de aquel Juan Cubero fundador del negocio, que abrió sus puertas apenas derribada la Puerta de Barrera, el mismo año que Isabel II abdicó del trono de España o el poeta Bécquer daba el último de sus románticos suspiros.
Allí están, pues, tras las puertas cerradas a cal y canto, ellos que tanto amaron el trajín de la gente, que llegaron a ver (sobrecogidos y con los mismos ojos que sostuvieron la mirada a los jaenitas del XIX, todo el XX y el primer cuarto del XXI) cómo el personal subía el 'cuestón' de la calle Nueva sin mover los pies. Mientras duró, claro.
Pero, ¿qué esperan? Que los papeleos de las notarías (confirma Ana Hidalgo) les den destino, seguramente entre los Rebollo Hidalgo, los cuatro herederos que por más 'novios' que les hayan salido a estos dos buenos ejemplares, parecen interesados en que no salgan de las 'cuadras' de la familia.
"Los ofrecimos para algún museo de Jaén, pero hablamos con el Ayuntamiento y no se prestaron, no tienen interés", aclara la madre de los depositarios de tan entrañables equinos. Y eso que, como ella misma suscribe, "son un emblema": "Hasta hay un dicho, te mueves menos que los caballos de Cubero", recuerda, y apostilla:
"Sé que ha habido personas que han querido comprarlos, pero no, creo que mis hijos no se quieren deshacer de ellos, quieren tenerlos como recuerdo de su padre".
Un emblema popular "con más de cien años": "Esos caballos los hizo el abuelo [el fundador de la tienda], son de madera", explica Hidalgo.
¡La de dedos que les habrán acariciado barba y chaflán; la de lágrimas de niños que habrán maldecido la falta de valentía de sus padres para subirlos en ellos un ratillo, lo justo para que los dependientes no los vieran; la de procesiones a las que habrán querido unirse en tiempos de Chaves, el capitán de los Romanos, no por devoción (o sí, pero por las yeguas de aquella mítica caballería)!
¿Volverán, algún día, a esa fachada? ¿Flipará el jiennense al toparse con ellos en algún hotel de Sevilla ('casa solariega' de los Cubero desde que el fundador se estableció en suelo hispalense, nada más terminar la guerra del 36)?
Sea como sea, Lacontradejaén trae hoy la buena noticia de la mano de Ana Hidalgo: "¡Los caballos siguen vivos!".
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