Cabeceras de comarcas y redes de concertación
Como núcleo cabecera o cabecera de comarca nos referimos en España a aquella entidad urbana o semiurbana, mononuclear o en ocasiones polinuclear, caracterizado, de un lado, como centro dependiente con relación a una ciudad mayor e incluso, en ocasiones, satelizado por este, y, de otro lado, como núcleo territorial con una función a menudo de intermediación en el esquema básico del sistema urbano.
Aparecen en juego también conceptos vecinos en esta escala de centros básicos, además de la pequeña ciudad, núcleo entre 10.000 y 50.000 habitantes, la villa o núcleo central de dimensión menor, con una población entre 2.000 y 10.000 habitantes, de carácter semiurbano, aunque en ocasiones con rasgos urbanos en cuanto a morfología, funcionalidad, dinámica; al que se suma la unidad más básica en el sistema de lugares centrales, el pueblo-centro, entre los 200 y los 2.000 habitantes, a veces con una funcionalidad similar a la villa.
Asimismo, ciertos estudios agrupan en ocasiones pequeñas ciudades y villas con la denominación de aglomeración de la red complementaria, que en términos operativos constituyen los niveles de la red complementaria del sistema urbano español.
Entre las tipologías funcionales, se constatan los Nodos de encrucijada y de conexión de ejes de transporte, que han contribuido en distintas formas a una especialización en este nivel urbano o cierta actividad ferroviaria venida a menos, o con dotación de infraestructura de transportes, de vocación logística y asociadas a menudo a la actividad industrial.
La agrociudad y agrovilla, aunque renovada y más excepcional, caracterizada por una población activa agraria relativamente notable de al menos un 20% y una actividad sobresaliente en la agricultura, combinada en mayor o menor medida con la industria agroalimentaria y los servicios.
Los centros fabriles, núcleos que mantienen una especialización industrial notable, en forma aislada o formando parte de sistemas productivos locales, característicos de la etapa posfordista, a los que corresponde una especialización productiva, que constituye a su vez una ventaja comparativa y una potencialidad de desarrollo a menudo endógeno. Las Plazas fuertes, amuralladas y de funcionalidad militar y fiscal, situadas al pie del límite fronterizo o relativamente próximas a lo largo de la Raya hispano-lusa y del confín pirenaico, con un papel similar al que adoptan ciudades fronterizas y que han desarrollado, recientemente, programas de cooperación como el de la “eurociudad”. Otra tipología la representan los pequeños centros turísticos, casi todos litorales o insulares con una fuerte especialización en el turismo de balneario, residencial y hotelero.
Todos estos sistemas productivos locales desembocan, en ocasiones, en redes de concertación y complementariedad, que, de hecho. son “agrupaciones municipales” que surgen para generar una dinámica de colaboración entre municipios cabeceras, configurando ejes y subsistemas urbanos multipolares, que son asumidos por los gobiernos locales en forma de Programas de cooperación intermunicipal. Son los casos destacados de redes surgidas tras programas de dinamización del turismo o de buenas prácticas de cooperación transfronteriza entre ciudades de España y Portugal, mientras que en Francia ha sido aplicada desde hace años la figura de la intercommunalité, que ha tenido efectos dinamizadores en múltiples campos a partir de la cooperación entre municipios en red.
Las pequeñas ciudades y villas europeas se han movilizado en la promoción de “asociaciones intermunicipales” del mismo nivel urbano, como prueba también la existencia de una mayor atención por parte de las instituciones nacionales y comunitarias, aunque no hayan culminado sus esfuerzos hasta ahora en un nuevo lobby europeo. En este aspecto, ha sido prioritaria la actuación vía intermunicipal que aportan las redes de concertación, por medio de la complementariedad en la puesta a punto de proyectos comunes e intercambios en la oferta de servicios, asentando una mayor capacidad de competitividad, promoción y polarización con efectos multiplicadores en el contexto de un proceso de animación del desarrollo regional y local, superando la distancia y a veces una deficiente accesibilidad.
En España, la cabecera de comarca adopta el papel de centro de servicios y administración de un área rural, abastecida de servicios básicos para una población dos o más veces mayor que la del propio núcleo central, ejerciendo de nodo de una comarca geográfica que aglutina a varios municipios, donde sus residentes se aprovisionan mayormente con cierta frecuencia. Verdaderas plazas mayores de espacios comarcales de mayor o menor extensión, centros nodales con funciones comerciales, administrativas (particularmente en aquellas regiones autonómicas que han asumido la comarca política) y en ocasiones con alguna especialización industrial, con influencia en poblaciones que pueden multiplicar a veces la propia población consumidora local.
Se debe insistir, en fin, en cualquiera de los sistemas y subsistemas nacional o regional, que se deben reforzar las políticas y estrategias indicadas en las medidas de ordenación territorial de la Unión Europea que confluyen en el escenario del policentrismo, con el establecimiento de alianzas y redes de ciudades, inversiones en infraestructuras necesarias, planes y propuestas de cooperación transregional, transnacional y transfronteriza, ejes interurbanos de conectividad que vayan en esta misma dirección, potenciando el papel de cada uno de los niveles jerárquicos urbanos y las piezas esenciales del sistema urbano en sus diferentes escalas, donde las pequeñas ciudades y aglomeraciones básicas deben reforzarse y alcanzar un papel significativo en el marco de la cohesión territorial.
Lorenzo López Trigal es catedrático emérito de la Universidad
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