Frailes homenajea a su particular ángel de la guarda... Civil
José Manuel Izquierdo Cantero, el querido cabo Pepe, se va por la puerta grande tras veintidós años de servicio a a la sociedad frailera
"En Frailes he desarrollado los últimos veintidós años de mi carrera al servicio de la sociedad, y lo cierto es que muy a gusto, por la gran acogida que tienen con los foráneos, aunque con el tiempo me han considerado un frailero más".
Lo de 'foráneo' lo dice José Manuel Izquierdo Cantero (Almería, 1965), porque como casi todo hijo de agente de la guardia civil que se precie no vio la luz primera en la tierra de sus ascendientes, sino en el lugar de destino que su padre ocupaba en ese momento: el pueblecito de Guainos, que si no... ¡Frailero cien por cien!
Y eso ha terminado siendo, en realidad, porque el municipio de la Sierra Sur lo aprecia como suyo y si hace pocos días lo convirtió en protagonista de un sentido y sencillo tributo en reconocimiento a su labor, hoy, desde estas páginas digitales, la alcaldesa, Encarnación Castro, tampoco le ahorra elogios:
"Compartimos la alegría de José Manuel Izquierdo de llegar a la jubilación después de veintidós años de servicio en Frailes, y cuarenta años como guardia civil. A lo largo de estos años, el Ayuntamiento de Frailes siempre ha colaborado y mantenido con firmeza la necesidad de trabajar de conjuntamente por el beneficio de los vecinos, y manifiesto mi intención de seguir en la misma línea que durante los últimos años". Unos últimos años en los que la impronta del cabo de la Benemérita ha sido evidente, como certifica la máxima responsable municipal.
Hijo de castilleros, ha cesado en su actividad pero (él mismo lo asegura a Lacontradejaén), se es guardia civil hasta el último aliento: "Todavía no me he acostumbrado, pero sí me he acostumbrado a la tranquilidad. De comandante de puesto eres el jefe, y todo para ti. En eso sí lo noto".
En eso y en más cosas, que habrá colgado en una percha resistente (por la cantidad de condecoraciones que le adornan el pecho) el centenario uniforme, pero de ahí a pasar de largo ante la realidad va un trecho, un trecho muy largo.
Que se lo digan, si no, al padre y al hijo que, el pasado 18 de septiembre, pasaron el peor de los ratos de su vida en el mar de Cádiz, donde Izquierdo (que había pasado ya a la reserva) miró más por el bien de los demás que por el suyo y se lanzó al agua, con el más feliz de los finales posibles.
Y pese a la trascendencia del acto, no es más que otro de tantos como los que han adornado su conducta, que lo mismo ante un accidente de tráfico (yendo de paisano, fuera de servicio) que en la montaña, frente a atragantamientos o en alguno de sus viajes, la condición de miembro de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado siempre ha podido más que la equidistancia:
"De esto no se retira uno nunca, se es guardia civil hasta la muerte, lo llevo grabado en la frente", sentencia. ¡No fue Nietzsche quien dijo aquello de que la vocación es la espina dorsal de la vida? Pues eso, nietzscheano puro el cabo Pepe (como cariñosamente lo bautizaron sus vecinos).
Y es que su idilio con el benemérito cuerpo comenzó hace ya muchos, muchos años; tantos, que aún existía el servicio militar obligatorio y se podían dar los primeros pasos como 'pitufos' (que así se llamaba a aquella suerte de voluntarios especiales) en el Ejército:
"Acabé COU en Martos y le dije a mi padre que yo quería hacer esto, y él me dijo que 'palante'; a partir de ahí, auxiliar en Madrid, examen para guardia, luego a Gerona (casi me salgo de España, me quedé por treinta y cinco kilometros, en un puesto de costa); después otra vez Madrid y luego a Oviedo, al ascender a cabo, en la zona de las minas, en la vertiente noroeste de Asturias. Finalmente Castellar, ya en Jaén, acercándome a la familia, y estos veintidós años aquí, en el pueblo de la Sierra Sur".
UN HOMBRE FAMILIAR, UN DEPORTISTA Y UN LECTOR DE TODA LA VIDA
La familia: uno de sus puntales. Padre de dos hijos, comparte su vida (desde hace cuatro años) con Marisa, "una cordobesa salerosa", dice. Él no será padre de agentes de la Guardia Civil, porque sus vástagos andan ya más que colocados por mucho que a papá (y así lo reconoce) le quede esa espinita de no verlos coronados por un tricornio: "Mientras sean felices y hagan lo que les gusta, me doy por contento".
Por lo pronto, el que sus dos criaturas vivan lejos (Dublín uno, Guadalajara el otro) le ayuda a cumplir con otra de sus aficiones: viajar: "Donde van los nenes, nosotros detrás", comenta entre risas. Se ha recorrido España (primero a solas, de manera profesional, y luego por placer) y algún país europeo. Van al cine, tapean, visitan al padre de José Manuel, viudo desde hace poco tiempo... Ah, y el deporte que no falte, que eso ayuda a mantenerse y cuando se peinan canas, le va fenómeno al cuerpo. O eso dicen.
Una cotidianidad tranquila, ganada a pulso después de décadas de entrega: "Yo vivía en el cuartel, me llamaban a cualquier hora y acudía, a veces he ido en vaqueros a algún incendio en Frailes", recuerda, satisfecho. Y apostilla: "La gente de Frailes es maravillosa, y si hay mil seiscientos habitantes, por ejemplo, y los mil seiscientos te quieren, por algo será".
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