"Este libro es un homenaje a los miles de alumnos que he tenido"
Al profesor y filósofo Martín Ruiz Calvente le pasa lo que a Valle-Inclán a la hora de recordar dónde nació. Los papeles dan por hecho que el autor de Luces de bohemia vio la luz primera en Villanueva de Arosa, pero él mismo se encargó de ponerlo en duda en sus escritos. Así, Ruiz Calvente sabe por su madre que nació en Úbeda, aunque la ley lo reconoce sabioteño de cuna. Eso sí, que fue en 1971 es dato fetén. Con esta singularidad biográfica ya desde el momento de tocar mundo estaba claro que este docente vocacional tenía que escribir, y ya va por su tercer libro: A más ciencia, más filosofía, que presentará mañana miércoles, a las siete y media de la tarde, en la sala cultural del Ayuntamiento de Baeza de manos de la doctora en Filosofía Filomena Garrido y la concejal de Cultura, Rosa Martínez.
—¿A quién va dirigido, especialmente, su nuevo libro?
—Es un libro de transición entre los alumnos de Bachillerato y los cursos previos de la Universidad, de redacción sencilla, y hay cierto humor de por medio. Estudia muchos casos reales, hay ejemplos y anécdotas, alusiones constantes a la educación, y quiere ser un poco eso, un ensayo para alentar a los estudiantes que sean de letras para que vean que las ciencias son muy importantes y los de ciencias, que vean que tienen que formarse en temas de humanidades, filosofía..., complementar una formación con la otra.
—Ellos, en gran medida, son protagonistas de A más ciencia, más filosofía. En el quinto capítulo se ve muy claro, ellos toman la voz para preguntarle y usted les responde.
—Sí. Eso, en realidad, surgió del primer libro que tengo, Don Antonio Machado, la educación en su época y en la nuestra, de 2014. Machado tiene unos escritos de apócrifos donde se inventa unas clases con alumnos ficticios, por ejemplo Juan de Mairena es uno de ellos, y yo hago también ese juego. Algunas preguntas sí me las vienen haciendo los alumnos, es cierto (llevo veinticuatro años de profesor de instituto); son preguntas suyas, y he hecho una especie de clase virtual. Al final, el cierre acaba con un agradecimiento a ellos, a los miles de alumnos que he tenido, es un homenaje. Ciertamente las clases son donde más te enriqueces con su atención, con los trabajos que les mando. Sí, es un juego de fantasía que ellos me preguntasen.
—Uno de esos alumnos ficticios, pero inspirados en la realidad, le pregunta precisamente para qué sirve la filosofía...
—La conclusión es seguir pensando la realidad en la que estamos, como decía Aristóteles, la filosofia 'in fieri', siempre en proceso. Salen nuevas tecnologías, nuevos fármacos, nuevas aplicaciones de móviles, etcétera, y eso genera un montón de nuevas opciones y posibilidades, una veces para bien y otras para mal; eso es lo que hay que ir pensando, la realidad y su dinamicidad. La conclusión es un seguir tratando las cosas, no podemos dejar de seguir pensando la realidad en la que estamos. Esa es la mayor aportación de las clases, que el profesor pueda motivar a los alumnos a pensar por sí mismos, que es el lema de la Ilustración de Kant: 'Sapere aude', atrévete a saber. Más que enseñar filosofía es enseñar a filosofar sobre los problemas de nuestra época. Esa es la intención principal del libro.
—Cree que la filosofía tendría que estar más presente de lo que está en los currículos, en las clases, en la Universidad?
—El tono de escritura que lleva este libro, que es un ensayo de un profesor de instituto normal y corriente, no tiene grandes pretensiones académicas. Por otro lado sí hay una voluntad de destacar la importancia social que tiene la filosofía, que es una manera de pensar más interdisciplinar, más de segundo grado, más de interrelación, de cooperación, de ver los pros y los contras, es la sabiduría griega de Aristóteles, el deliberar, sopesar..., y yo creo que, ciertamente, la filosofía podía estar en más cursos de los grados universitarios, aunque solo fuera en forma de algunas asignaturas, no necesariamente la historia de la filosofía clásica, sino la filosofía en genitivo, del tipo filosofía de la teconología, de la economia, politica, del Derecho...
—Llegará a instaurarse como disciplina insustituible alguna vez?
—En algunas facultades y grados está, pero en las más científicas no. En fin, ya se está abriendo la cosa, y pongo el ejemplo de la bioética. Está claro que en biología e ingeniería genética hay que tratar también de cuestiones humanas, a ver si el embrioncito es una personita o no lo es, qué criterios utilizamos... Creo que sí, tarde o temprano la filosofía estará incluida en más grados universitarios, y a su vez las letras y las humanidades también deben dejar entrar a especialistas; estoy pensando en grados de historia y geografia, debería haber especialistas en paleoantropología o científicos especialistas en carbono 14..., en fin.
—Se refiere usted a la comunión de disciplinas, a la interrelación de especialidades...
—Sí, el libro trenza continuamente esa unidad entre ciencias y humanidades en una línea de cooperación. Hay una defensa de la filosofía pero no en un sentido de apología o defensa funcionarial, sino de relieve cultural que podría ofrecer un pensamiento abierto a la realidad.
—Sin embargo, en esta era tecnológica la filosofía tiene que competir con la facilidad con la que los niños, por ejemplo, tienen desde pequeños para acceder a las novedades. ¿A estas alturas ve posible que se despierte interés en los estudiantes por lo que usted propone?
—El libro, sobre todo, trata grandes desarrollos técnicos: la física, la energía, la bomba atómica, la ingeniería genética, la informática, las redes sociales, internet... Los alumnos, primero, tienen que formarse para saber dónde hay cuestiones humanas relevantes, pero luego ellos mismos (sea el médico, sea el arquitecto, sea el psicólogo que serán algún día) tienen que caer en grandes preguntas.
—¿A qué grandes cuestiones se refiere?
—Por ejemplo, el concepto de salud: ¿qué es eso? No está tan claro que la salud sea tomarse tales fármacos o hacer tal dieta, la salud implica también un concepto de vida sana, hábitos diarios, y ahí hay mucha filosofía, a ver cómo te tomas tú la manera de estar en el mundo. Y pasa lo mismo con la información. Parece que estar informado es consultar el móvil, pero debes construirte unos criterios para seleccionar la información, qué fuentes utilizar, a ver quiénes controlan esos dominios de internet... En fin, hay muchas cuestiones relevantes, pero la filosofía no aparece en niños chicos, los alumnos tienen que tener una formación. Y ellos, cuando crecen, se dan cuenta de que hay que seguir pensando en las cosas, que no todo está tan claro.
—Pero pararse a pensar cuando todo está a un clic...
—En la era de internet parece que todo está accesible, pero por ejemplo en las tareas de mis clases, tanto en presencial como en semipresencial, a través de plataformas, en cuanto les pones ejercicios de relación a los alumnos, ya los pillas un poco descolocados. Si las preguntas son memorísticas, del tipo qué es el hidrógeno, pues eso de momento lo controlan; ahora, si les preguntas en qué materiales físicos o gaseosos está el hidrógeno ya les estás forzando a buscar relaciones... Internet nos ayuda mucho a tener un manejo de las fuentes rápidas, pero luego hay que pararse a valorar las relaciones, las consecuencias de las cosas, las consecuencias de las tecnologías o de la medicina: buscas un fármaco y hay que ver qué efectos secundarios tiene, cómo nos puede afectar.
—Y ahí es donde la filosofía puede ayudar, ¿no?
—Esas son preguntas ya más hondas, y ahí es donde puede ayudar la filosofía, efectivamente. No se trata de rechazar los avances científicos, sino todo lo contrario, por eso el título del libro es muy explícito: A más ciencia, más filosofía. Cuantos más avances teconológicos tengamos, más posibilidades nuevas y más problemas también, y ahí es donde hay que pararse a pensar, hacer balance de lo negativo y lo positivo.
—Quizá la oposición de muchos grandes de la filosofía, en otros tiempos, ante la evolución tecnológica tenga mucho que ver con esa visión.
—Llevas razón; muchas veces, los filósofos se han opuesto a los avances científicos, grandes como Heidegger, Marcuse... y otros grandes alemanes de estos se han opuesto al desarrollismo, al industrialismo, al capitalismo y una serie de ismos que ellos han ido construyendo, y lo que demostraban era poco conocimiento científico y falta de aprecio a la tecnología y a la ciencia. Se trata de hacer ver a los científicos que dentro de su concepto y sus métodos hay muchas cosas humanas que hay que pensar. La ciencia está atravesada por muchos intereses humanos que deben ser reflexionados por todos. En eso, el libro va en la línea de ayudar, más que de enfrentarse a los científicos.
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