Una firma que 'le da la vida' a la cambileña Rocío Ortiz
La vecina del municipio de Mágina emprende una campaña de petición de apoyo para que el Estado invierta en investigar la enfermedad rara que padece
Se llama Rocío Ortiz, es cambileña y a punto de cumplir treinta y un años de vida practica todo lo que el genio irlandés Oscar Wilde estimaba tolerable para tener buena salud, es decir: hacer gimnasia (es una apasionada del yoga y el deporte, que la ayuda a conllevar dolores), madrugar (espera que eso de que Dios ayuda a quien se levanta temprano) y ser responsable (ni se plantea tener hijos, para que la genética no se cebe con ellos). Sí, la historia de esta mujer es la de una luchadora que, pese a su juventud, acumula incertidumbre y miedo en la misma medida que esperanza y ganas de seguir adelante.
Para ella, alcanzar la mayoría de edad fue de todo menos lo que cualquier chica de esa edad anhela a los dieciocho años: independencia, capacidad de decisión... "Tenía mareos, un día me desmayé y me bajaron al médico de cabecera de Cambil; vio que tenía una anemia muy grande y me mandaron al hospital, donde me dejaron ingresada, porque no era normal. Allí me detectaron la poliposis adenomatosa familiar (PAF). Por lo visto la enfermedad la tengo desde pequeña, desde que nací".
Una afección cuya principal característica es la aparición aparición de pólipos en gran cantidad que, para más inri, gustan de malignizarse y derivar en eso que tantas bocas evitan decir pero que Rocío Ortiz pronuncia con la naturalidad de quien lleva años de convivencia con el riesgo: cáncer. "Te acostumbras, pero tienes siempre el miedo en el cuerpo, vas a una revisión y esperas que te digan que está todo bien, que no tienes cáncer, tienes siempre esa cosa", confiesa.
Movida por sus ansias de futuro, impulsada por su derecho a poder hacer planes más allá de la fecha de la siguiente cita médica, la cambileña se unió, hace quince días, a una campaña de recogida de firmas promovida por la asociación que agrupa a estos enfermos en España, la PAF, con vistas a que el Estado invierta dinero en investigar y "sobre todo, prevenir".
Una rúbrica que para cualquier persona supone solo un gesto pero que a ella y al resto de enfermos les la la vida: "Si pueden ayudarme a mí y a más familias que estamos en esta situación... No tenemos cura ni tratamiento siquiera, estamos a expensas de quitarnos órganos si nos sale algo malo", manifiesta sin perder la sonrisa. Y eso que la campaña no está dando el resultado esperado: "Se ha estancado en doscientas veintitrés firmas pero necesitamos un mínimo de mil quinientas; hay gente a la que le tira para atrás porque en el enlace le piden datos, pero lo hacen para asegurarse de que no firma la misma persona varias veces", aclara Ortiz.
La enfermedad la priva de comer lo que le gustaría, la pone al borde de la deshidratación, hasta le impide cumplir, biológicamente, su instinto maternal. Pero ahí está, haciendo virguerías con su cuerpo a lo yogui, disfrutando en bicicleta del privilegio de vivir en Cambil, sonriendo a cada tres palabras, saboreando lo que una simple firma puede hacer mucho más llevadero... ¡A firmar, pues!
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