Cañón del río Lobos: Segundo Pasaje de Otoño
Ya entrando cada vez más al norte de la península, en mi búsqueda de un concepto divisorio de etapas, o días, no me seducían los muy usados capítulos u episodios, hasta que me tope con estos “pasajes” por senderos de encanto insospechado,
veredas de tierra apelmazada
o incluso trochas intuidas o directamente inventadas,
por las que discurrir ese suave torrente de emociones contenidas en mi interior.
Las inercias de la ruta me hicieron fácilmente caer en Ucero, municipio de la provincia de Soría, tras haber dejado atrás el Hayedo de Tejera Negra que estrenó la serie, en esta extraordinaria y primigenia aventura de mi alma.
Me planto en el segundo pasaje de otoño. Abrigado por el acogedor frio del entorno, estrené mis sentidos con una panorámica desde el mirador de la Galiana. El Cañón del Río Lobos se acomodaba a mis pies, o mas bien, sus senderos comenzaban a anticipar nuevos pasos.
Y así salté de las alturas, de donde soy mitad cielo y mitad tierra a la sinuosa ribera del lobos.
De momento y sin más, acompáñenme y consideren este gran rincón como imprescindible.
¡Y sí! sí de paso estamos en esta vida, siempre me alegraré de haber andorreado este pasmoso cañón. Cada vez que pase cerca volveré a disfrutar del incesante planeo de los buitres saltando desde las cornisas y oquedades enclavadas entre las imponentes y bien diseñadas paredes de roca caliza que a lo largo de miles de años el río Lobos fue contorneando a su antojo.
Entre sabinares, chopos y pinos, aguas pintadas con nenúfares y eneas, cruzadas por puentes de piedra continua el sendero.
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