Carmen Álvarez, la bailaora arjonera que hace pedagogía del flamenco
La joven de 24 años se abre hueco en los escenarios del país al tiempo que imparte clases en el prestigioso centro de flamenco Amor de Dios
La aventura continúa en tierras madrileñas para Carmen Álvarez Sánchez (Arjona, 1994), bailaora que acumula experiencia en el prestigioso Centro de Arte Flamenco y Danza Española Amor de Dios, donde imparte clases. También estudia Enseñanzas Superiores en Pedagogía del Flamenco. Tres años después de su llegada a la capital, Carmen Álvarez sigue luchando por vivir del arte.
"Soy una persona realista", asegura en conversación con este periódico. Lo dice porque el escenario es tan apasionante como exigente y competitivo. "La única meta que me pongo es superarme y aprender cada día. Y cuando salga de gira a bailar, que sea con una pieza de la que me siento orgullosa", explica.
El discurso de la arjonera es que cualquier artista necesita esa implosión que solo da el escenario. Ahora bien, hay vida más allá de las tablas. Ella está labrando el camino con clases que imparte tanto a personas que empiezan de cero, como a quienes ya tienen cierta base. Y el curso pasado también tuvo alumnado juvenil. "Me gusta la docencia, porque estoy haciendo pedagogía: es muy interesante que la profesora transmite eso que siente cuando baila. Es el gran reto", apunta.
DE ARJONA A CÓRDOBA PASANDO POR JAÉN
La joven empezó a bailar con ocho años en la Academia de Carmen La Tuna de Arjona. Fue entonces cuando se dio cuenta de que bailar iba a ser mucho más que una afición. Encaminó su vida hacia el conservatorio. Se formó tres años en la Academia Bulevar de Jaén capital para preparar las pruebas de acceso a las Enseñanzas Profesionales del Conservatorio de Córdoba.
Después, en Córdoba estudió seis años y completó tanto el Bachillerato de Sociales como el grado de Relaciones Laborales y Recursos Humanos. Admite que echa de menos Arjona. "Me encanta mi pueblo, y no puedo tirarme muchos meses sin regresar", apunta. Le toca seguir con el sueño, con la realidad diaria: bailar para emocionarse. Bailar para que otros aprendan que el duende es magia y, sobre todo, trabajo.
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