"El sabor de los churros de Castellar no lo he olvidado nunca"
Tras toda una vida ausente, Mari Carmen Berzosa Moreno mantiene intacta la nostalgia de su pueblo natal desde el municipio valenciano donde reside
A Mari Carmen Berzosa Moreno (Castellar, 1951), el célebre refrán que asegura que quien se va a Sevilla pierde su silla le tiene que hacer gracia sí o sí, y no porque dejara su pueblo natal para marcharse a tierras hispalenses, no, sino porque es en el municipio valenciano de Silla, precisamente, donde encontró donde sentarse para toda una vida.
Sí, quince meses tenía cuando su padre se vio obligado a abandonar su patria chica para instalarse, primero, en Águilas (Murcia), después en Luciana, Santa Cruz de Mudela y Torre de Juan Abad (Ciudad Real) antes de, finalmente, instalarse en el que se convirtió para ellos en su pueblo adoptivo.
"Mi padre era de una familia muy conocida en Castellar, trabajaba en el Ayuntamiento pero no sé por qué motivo terminó yéndose a la Guardia Civil; supongo que no ganaba bastante dinero y, con dos hijas por entonces, la cosa estaría un poco apretadilla. Fue guardia civil por necesidad, no por vocación, aunque terminó amando mucho el cuerpo", explica a Lacontradejaén.
En Águilas vivió hasta los nueve años, una etapa de la que siempre ha guardado recuerdos agridulces: buenos momentos y carencias, una de cal y otra de arena.
Eso sí, cada año, por vacaciones, el regreso a Castellar (y a Sorihuela, cuna de su madre) era preceptivo, y de ahí sí que tiene el mejor sabor de boca, así, literalmente:
"Recuerdo llegar a casa de mi abuelo y lo primero que hacían mis tíos era llevarme al mercado a comprarme churros, después de haber pasado toda la noche en Vilches, esperando ir al pueblo. Ese sabor de los churros de Castellar no se me ha ido nunca, lo sigo recordando como los mejores churros del mundo mundial".
Ya en Silla, adonde llegaron de la mano de Antonio Floro, antiguo compañero de la Benemérita y (ojo a los futboleros) padre del conocido entrenador del mismo apellido, su padre se colocó como bedel de un instituto ("la pensión de guardia civil era pequeña") y Mari Carmen recaló en la que sería su empresa hasta la jubilación.
Una situación laboral que la hace exclamar, sin duda, que Valencia no le ha dado más que buena suerte, por mucho que la vida la dejase viuda con solo cuarenta y seis años, dos hijos a su cargo y todo un futuro, incierto, por delante:
"He estado en una empresa de plásticos, empecé a trabajar en Silla en una empresa tratando cajas, luego en Telefónica pero subcontratada, pero alguien me dijo que tenía una voz agradable, que había una empresa que quería una recepcionista...; como era más seguro que lo de los teléfonos, me fui. Mi jefe era un señor mayor, un hombre muy importante en el mundo empresarial de Valencia, congeniamos bien y, pasado un tiempo, me pasó con él a la dirección", cuenta.
Un "paso de gigante", en sus propias palabras, que le ha permitido mantener una posición económica holgada, dar estudios a sus dos hijos (profesora y periodista una, médico el otro) y poder seguir viajando a su pueblo de vez en cuando.
"Ahora no voy a Castellar, ya mis padres no viven, mis tíos no están tampoco allí ni tenemos casa en el pueblo, pero cuando voy a Sorihuela (donde sí tengo casa), nunca dejo de ir a Castellar: "Voy a la iglesia, adonde vivia mi abuelo... ¡Nunca he perdido el arraigo, jamás! El acento sí, no hay más que oírla, aunque afirma que hasta hace bien poco "recortaba las eses". Tantas décadas lejos tienen que notarse por algún sitio.
AJOHARINA DE CASTELLAR PARA LA NOCHEBUENA
Como En tierra extraña, la evocadora canción de doña Concha Piquer, hay un momento en el que la nostalgia por la tierra natal termina a ras de mesa, sobre el mantel; en aquel caso por el vino español, pero en el de Mari Carmen Berzosa los 'culpables' son otros: los pimientos. ¿Que no? Lean, lean...
"Todos los años, en diciembre, hacemos un ajoharina de nuestro pueblo; necesitábamos pimientos (los de aqui no son como los nuestros) y mi hermana, que es quien lo hace, dijo que se negaba si no era con pimientos de Castellar. A través de la página de facebook de los castellariegos que hay por el mundo pedí colaboracion, y fue curioso que me contestaron al cabo de dos días diciéndome que en valencia los podíamos haber coseguido, pero que una empresa de Castellar nos los haría llegar".
Dicho y hecho, contactó y... "¡Fue una pasada de bonito. Este año, la Nochebuena, en mi casa, la cena era toda con productos de Castellar. No dije nada, y cuando todos llegaron se quedaron muy sorprendidos. Fue una Nochebuena maravillosa". La Nochebuena más buena que vivir pudo un... castellariego (con permiso de doña Concha).
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