La lista que el viento se llevó

En una intervención quirúrgica, en un proyecto educativo, en un plan de negocio o en una receta culinaria, personas con un profundo conocimiento teórico y práctico de la materia pueden cometer errores de consecuencias inimaginables. Algo tan simple como una lista de comprobación, un 'checklist', puede ser parte de la solución y reducir muchos de los errores que consideramos inherentes a la condición humana tales como la distracción, el olvido o la presión del momento.
Atul Gawande explora esta idea en su libro El efecto Checklist. De manera detallada nos muestra cómo, en profesiones donde un pequeño error puede tener consecuencias terribles, una simple lista de pasos a seguir y verificar puede marcar la diferencia entre el éxito y el desastre. No se trata de dudar de la capacidad de los expertos, sino de reconocer que todos somos falibles y que nuestra memoria puede fallar, especialmente en situaciones complejas y de alta exigencia.
Pensemos en la diferencia entre ignorancia e ineptitud. La ignorancia es no saber algo, y para eso estudiamos y aprendemos. La ineptitud, en cambio, es no aplicar correctamente lo que ya sabemos. Y es aquí donde las 'checklists' se convierten en una herramienta poderosa contra la ineptitud. Nos obligan a detenernos, a repasar cada paso crucial y a confirmar que no hemos olvidado nada importante.
Es fácil pensar que para tareas sencillas o para expertos, una lista es innecesaria, incluso una pérdida de tiempo. Pero la realidad nos demuestra lo contrario. ¿Cuántas veces hemos olvidado las llaves al salir de casa o un ingrediente importante al cocinar, a pesar de saber que son necesarios? En entornos más críticos, el olvido de un pequeño detalle puede ser fatal.
Recordemos el reciente apagón que afectó a la península ibérica. Aunque las causas exactas pueden ser complejas, cabe preguntarse si una serie de verificaciones sistemáticas en el mantenimiento de los sistemas o en la gestión de la emergencia podrían haber prevenido o mitigado el problema. No estamos señalando culpables, sino ilustrando cómo la falta de una rutina de comprobación puede tener consecuencias a gran escala.
La vigencia de la lista de comprobación radica en su simplicidad y su capacidad para estandarizar procesos, asegurando que no se pasen por alto pasos críticos, independientemente de la experiencia o la presión. No es una camisa de fuerza para la creatividad, ni una conducta obsesiva sino un seguro contra los errores evitables
La psicología del error humano revela una compleja interacción de factores que subyacen a nuestras equivocaciones, incluso entre los más experimentados. Los sesgos cognitivos, esas desviaciones sistemáticas del pensamiento racional, juegan un papel crucial. El sesgo de confirmación, por ejemplo, puede llevar a los expertos a buscar e interpretar información que valide creencias preexistentes, ignorando inadvertidamente datos contradictorios que podrían señalar un error inminente. Paralelamente, el exceso de confianza puede generar una falsa sensación de infalibilidad, induciendo a la omisión de pasos de verificación críticos o a la subestimación de posibles riesgos. Comprender estos mecanismos psicológicos resulta fundamental para diseñar sistemas y protocolos que mitiguen la influencia de estos sesgos y promuevan una toma de decisiones más robusta y segura
Así que, la próxima vez que tenga una tarea importante, ya sea en el trabajo, en casa o en cualquier otro ámbito, considere la creación de una lista de comprobación (que es algo más que una simple lista de tareas). No lo vea como una señal de debilidad, sino como un acto de inteligencia y responsabilidad. A veces, las soluciones más efectivas son las más sencillas. Una simple lista puede ser la diferencia entre el éxito y un error con graves consecuencias. No dejemos que el conocimiento se lo lleve el viento; asegurémonos de comprobar cada paso. Apliquemos correctamente la ejecución, que con frecuencia excede nuestra capacidad individual, y convirtámosla en una red de seguridad cognitiva y colectiva.
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