TAN LEJOS Y TAN CERCA DE LA GUERRA
Anastasiia Snytko, Ivan Dymytrov y Taisiia Mykhailovska son tres de la veintena de estudiantes ucranianos de la Universidad de Jaén. Sus vidas son una pesadilla desde hace dos semanas
—Nos están matando.
De su brazo izquierdo pende un lazo con los colores azul y amarillo. Está deshilachado, descolorido y desgastado, pero aguanta. Se mantiene impasible al paso del frío, la lluvia y el viento jiennense tras dos semanas inseparable de Taisiia Mykhailovska. Unidos permanecerán tanto tiempo como dure una guerra que le ha dejado sin lágrimas.
—He llorado tanto que ya no sé ni cómo expresar mis sentimientos.
La Universidad de Jaén cuenta con 21 estudiantes ucranianos. Algunos son regulares y otros pertenecen a distintos programas de becas Atracción de Talento y Erasmus Plus K-107. Es jueves, siete y media de la tarde, y el frío congela la cara de Anastasiia Snytko, Ivan Dymytrov y Taisiia Mykhailovska, al igual que la invasión rusa les ha helado la sangre. Sentados en el banco a las puertas del edificio A-4 del Campus de Las Lagunillas intentan transmitir con las pocas palabras que les queda y la voz quebrada cómo están viviendo esta situación desde la distancia. Ellos viven su particular guerra, la de la lejanía.
Ivan Dymytrov no habla castellano y bromea con que su inglés tampoco es demasiado bueno. Lo suficiente como para seguir las clases del Grado de Dirección y Gestión de Empresas. Hombre de pocas palabras, que se pone colorado ante la cámara de fotos y con la timidez que le confieren sus 19 años, llegó a la capital del Santo Reino el pasado 22 de enero. Casi no le salen las palabras para describir lo que siente, pero en su móvil busca los vídeos para mostrar el horror de la guerra transmitida a través de sus familiares.
Ellos viven en el pequeño municipio de Artsyz, en la región de Odesa, justo al lado del mar. Allí están sus padres, junto con sus dos hermanas pequeñas. Las tropas rusas están bombardeando el campo, los cultivos, privándoles de un medio de obtención de comida. Nos enseña un vídeo. ¿Qué sintió el 24 de febrero cuando comenzó la invasión? Es escueto en su respuesta:
—Dolor, decepción, miedo y otra vez dolor.
Anastasiia Snytko nos hace de traductora. Su español es envidiable después de casi tres años en Jaén. Hace dos semanas que no desconecta los datos móviles y Telegram es su principal medio de comunicación para tener conocimiento real de lo que está ocurriendo.
Tiene 24 años y procede de Dnipró. Llegó a Jaén en 2019 de Erasmus, como su compañero, y se quedó para cursar un máster en Ingeniería Industrial. La esperanza que le queda es que cuando acabe toda esta pesadilla pueda regresar y ayudar a reconstruir su país.
Habla a diario con sus padres y su hermano pequeño, que ya tiene edad de poder combatir: 19 años. Gracias a que estudia en la Universidad no tiene obligación de acudir al Ejército. Tanto su hermano como toda su familia están ayudando a la defensa territorial recogiendo material. Dentro de la desgracia se sentía afortunada porque su zona estaba relativamente tranquila. Los ataques de las tropas rusas eran cercanos pero no en la ciudad propiamente dicha. Esto lo reconocía el jueves. Este sábado, nos manda un WhatsApp porque todo ha cambiado. Los han bombardeado y las fotos que nos comparte nos dejan sin palabras. Es una pesadilla diaria.
—Me quitaba los datos del teléfono móvil por las noches y cuando me desperté el 24 de febrero, los conecté y empecé a recibir llamadas y mensajes avisándome de que estaban bombardeando Ucrania.
No podrá olvidar nunca esa primera llamada de su madre rogándole que no regrese, que se quede en Jaén, que permanezca a salvo.
—Prácticamente se estaba despidiendo.
Tras dos semanas, sigue sin entender por qué la OTAN no interviene, por qué no les ayudan, por qué no cierran el espacio aéreo. De la conversación surge la posibilidad de que se desate la Tercera Guerra Mundial y su reflexión es contundente:
—Nosotros ya tenemos la guerra. Estamos luchando por la democracia, no solo la de Ucrania, sino por la de todo el mundo. Estamos luchando por nuestra tierra y los próximos en estar en peligro serán Polonia y Lituania. ¿Por qué no lo paramos ahora?
Anastasiia Snytko avanza que su compañera que está a punto de llegar no es tan afortunada. Es de Kiev y la guerra le está mostrando el lado más cruel. Taisiia Mykhailovska acude a la cita con Lacontradejaén con dos amigos, a los que deja el móvil y pide que conteste uno de los mensajes que se ha quedado pendiente. El brazalete con la bandera de Ucrania no le abandona.
Ella tiene 35 años y llegó a España hace seis meses. De profesión psicóloga, se instaló en Jaén para estudiar el Máster de Psicología Positiva. Es autónoma y trabajaba (en pasado) con sesiones virtuales en Ucrania con las que ganaba el suficiente dinero para mantenerse aquí. Ahora, todo su conocimiento lo ha puesto a disposición de su compatriotas para ayudarles, desde la distancia y con las nuevas tecnologías, a gestionar tanto dolor.
Incluso intenta gestionar la salida de uno de sus amigos, que se resiste porque no quiere abandonar a su familia. Se le quiebra la voz relatando los mensajes de voz que recibe de "colegas" que advierten de que están matando a civiles, directamente, algunos por el simple hecho de querer escapar del horror. No entiende esa llamada de su amiga que de un día para otro se ha quedado sin casa, sin coche y sin nada porque ha sido bombardeada. No entiende el porqué de tanta maldad.
Y digiere todo este dolor con su labor altruista, además de recoger material, con la preocupación de fondo de que se le acaba su estancia, no tiene permiso de trabajo y busca una solución.
Ella se imaginaba su vida a caballo entre Ucrania y España.
—Ahora, ya no funciona nada. Todo ha cambiado.
Habla un perfecto castellano, que sorprende a su interlocutor. Sonríe cuando le preguntamos y explica que desde que tenía siete años estudia el idioma en una de las dos escuelas especializadas que hay (había hasta hace dos semanas) en Kiev.
—Mi padre y mi madre están en Kiev. Además, mi hermano, mi cuñada y mi sobrina de nueve meses estaban allí pero cuando empezó la guerra se fueron a Bucha, una ciudad pequeña próxima, donde se quedaron atrapados dos semanas en el sótano.
El miércoles los evacuaron y lograron regresar en autobús a Kiev para, después, marchar a la parte más occidental de Ucrania. Pero no olvida el miedo y el temor que tuvieron que pasar cuando durante esas dos semanas los soldados rusos entraron en su sótano para quitarles los móviles. No puede alcanzar a imaginar el terror de un momento en el que pensaban que iban a morir.
Sus padres han decidido quedarse hasta el final. A Taisiia Mykhailovska se le escapa otra media sonrisa al darse cuenta que ha dicho en voz alta que ellos viven en una zona "poco atractiva" para el bombardeo. La pregunta es: ¿Qué es atractivo y qué no para Vladímir Putin? La sensación de los ucranianos es que atacan a ciegas.
Cuando le preguntamos por la valentia de tantos y tantos compatriotas que están dispuestos a luchar y morir nos devuelve el interrogante con cara de sorpresa.
—Están luchando por la democracia de todos, no solo por la de Ucrania. No queremos vivir en una dictatura.
EL PAPEL DE LA UNIVERSIDAD
La institución académica respalda a la población ucraniana con varias acciones de ayuda humanitaria. En palabras del vicerrector de Internacionalización, Sebastián Bruque Cámara, la invasión de Rusia es "injusta y cruel", compartiendo el sentir de los alumnos.
Bruque explica que a los 21 estudiantes se les ha ofrecido la posibilidad de ampliar su periodo correspondiente de becas en España, así como prolongar sus visados de estudios de manera indefinida, tal y como ha propuesto el Gobierno español. "Desde la UJA se le va a dar todo su apoyo, tanto para ampliar sus becas como para extender su situación de visado que les será concedido de manera automática", concluye.
Además, como otras tantas instituciones y organizaciones, la Universidad se ha sumado a las cientos de muestras de solidaridad vistas esta semana. Parte de sus trabajadores se concentraron ante las puertas de la Antigua Escuela de Magisterio.
INFINITAS MUESTRAS DE SOLIDARIDAD
Mientras tanto, los jiennenses siguen haciendo gala de su lado más altruista. La gran mayoría de ellas se canalizan a través de las diversas organizaciones que existen en la provincia. En el caso de Cáritas, pone a disposición más de 200 plazas ante una eventual llegada de refugiados. El organismo de la Iglesia de Jaén ha recaudado, además, cerca de 61.000 euros destinados a apoyar la campaña de emergencia humanitaria.
Su director, Rafael Ramos, explica que a estas 200 plazas contabilizadas corresponden, además de a la puesta a disposición por parte de equipos de la organización, a recursos de la Iglesia de Jaén y de personas a título individual. En cuanto a los donativos, se envían a la central española para respaldar el trabajo en Ucrania, así como en Rumanía, Polonia, Moldavia, Bulgaria y Eslovaquia. Ramos ha concretado, asimismo, que la Diócesis ha decidido canalizar a través de Cáritas sus aportaciones a la emergencia en Ucrania.
Ante tan ingente movilización de recursos por parte de la ciudadanía, Anastasiia Snytko, Ivan Dymytrov y Taisiia Mykhailovska no pueden evitar emocionarse. Su gratitud es infinita. Se sorprenden del respaldo tanto de organizaciones como de particulares que no han dudado ni un segundo en levantar el teléfono y brindarse para lo que necesiten.
—Hasta un pequeño "cómo estás" nos ayuda mucho. Estamos eternamente agradecidos. Aunque la ayuda de los ciudadanos no para las muertes, lo cierto es que nos hace sentir que no estamos solos.
Taisiia Mykhailovska incluso recuerda una anécdota que muestra la generosidad de los jiennenses. Acudieron a una farmacia a comprar medicamentos con el dinero que habían recogido para poder enviarlos a Málaga, donde hay una gran comunidad de ucranianos que canaliza una parte de la solidaridad andaluza.
—Cuando íbamos a pagar, una mujer que estaba en la fila, que no nos conocía de nada, abonó la factura. Es increíble, no nos conocía de nada.
Pero no quieren acabar esta entrevista sin lanzar un mensaje de ayuda directamente a la clase política, que son los que más pueden hacer en esta guerra.
—Necesitamos que cierren el espacio aéreo ya.
No es una petición, es una exigencia. Un clamor tan desesperado que emplean cualquier altavoz para demandarlo.
—Nos están matando.
Únete a nuestro boletín