Todos tenemos (al menos) un Dios
Jude Law en The Young Pope y Joaquin Phoenix en María Magdalena articulan representaciones terrenales de Dios muy diferentes, ambas atractivas para el espectador
Tiene que dar vértigo meterse en la piel de líderes espirituales admirados en todo el mundo. Acostumbrados a ficciones sobre la Biblia un tanto acartonadas, quedé impresionado con los trabajos de Jude Law en The Young Pope (Paolo Sorrentino, 2016) y de Joaquin Phoenix en María Magdalena (Garth Davis, 2018). Dos hombres, dos representaciones de Dios en la tierra tan antagónicas como verosímiles.
Law es arte en movimiento como Papa joven. Altivo, rechaza el trato con la gente y se muestra como un ser superior en el Vaticano. Sorrentino lo elige joven, que no moderno: el personaje de Law lleva al límite el espíritu reaccionario de la Iglesia católica. El Papa igual se enciende un cigarro que concentra toda su energía en ayudar a una mujer que lucha por quedarse embarazada. El magnetismo que desprende funciona dentro de la ficción, con el resto de personajes enganchados a él, y también fuera, con los espectadores esperando cuál será su siguiente reacción, si un exabrupto o una muestra de hombre diferente. Mención aparte merece Javier Cámara en el penúltimo episodio de la primera y hasta la fecha única temporada.
Rooney Mara protagoniza la María Magdalena de Davis, quien finalmente convenció a Phoenix para que hiciera de Jesús. En una entrevista, el actor cuenta cómo interpreta el mensaje de Dios para hacer creíble a Cristo: se trata, dice, de una fe individual, basada en seguir lo que uno siente, sin dogmas. Mara derrocha talento y fortalece la versión de que fue María Magdalena, una mujer, la discípulo más importante del movimiento de Jesús de Nazaret, marginada por los textos oficiales, reducida a prostituta.
No me pondré pesado con Joaquin Phoenix. De toda la película, rescato una escena. Él, rodeado de quienes empiezan a seguirle, arma un relato sobre el sentido de creer, interpela a los suyos a veces a gritos y en ocasiones susurrando, con el poco rostro que todavía no le cubre la barba casi rojo. Entonces dice:
—En el silencio hay algo que os llama. ¿Tenéis el coraje para seguir eso que oís?
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