El arte sin publicidad
Juan Carlos Aragón hizo bandera de su chusma selecta, esa que sólo se ponía en el escaparate mediático en momentos elegidos
El adiós repentino de Juan Carlos Aragón, autor de Carnaval, me deja la sensación de que somos tantos los que sabíamos de su arte como quienes no lo conocían. Igual me equivoco. Quizá empiezo así porque la muerte es una desgracia y tengo el ánimo derrotado. ¿Era el gran juglar de Andalucía un desconocido?
Aragón, profesor de Filosofía, podía vivir sin problemas del Carnaval. Siguió dando clase. Cada año, nada más acabar el Concurso en el Falla, su comparsa empezaba a rular por la región, donde bien es cierto que tenía miles de seguidores, labrados tras una vida artística longeva. Que hiciese, como él reivindicaba, un arte mayor para una chusma selecta no evitó que llenara teatros y que propiciará una sinergia internacional con el Carnaval de Uruguay.
Menos usual era verlo en televisión, más allá de los circuitos de Cádiz. Más difícil aún era verlo en la tele en un canal distinto a Canal Sur. Fue precisamente en la televisión andaluza cuando el humorista Manu Sánchez propició un encuentro entre el comparsista y Risto Mejide. Éste admitió delante de Aragón que no lo conocía. Sánchez le dijo que era un autor de alta literatura dedicado al Carnaval. Y le preguntó a Risto que por qué el artista gaditano no era conocido en Barcelona. Fama y prestigio no van de la mano, convino el publicista.
Más adelante, en una charla animosa, Aragón hizo la gran pregunta, destinada al entendido en la materia:
—Algo que es bueno, ¿necesita publicidad?
Mejide le dio la razón. Antes, el autor de La Gaditaníssima había dejado otra perla:
—A lo mejor si tú me conoces a mí, yo he perdido el encanto.
Es básicamente eso. Qué más dan los números, las visualizaciones en Youtube, las descargas en iTunes y los 'likes' en Facebook. El arte genuino desprecia la publicidad.
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