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Cincuenta años de otra gran pérdida patrimonial jaenera

Por Javier Cano - Marzo 09, 2025
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Cincuenta años de otra gran pérdida patrimonial jaenera
A la derecha de la vieja fachada del Camarín, los restos del que fue palacio del conde de Humanes. Foto: Archivo de Javier Cano.

Los últimos restos del que fuera convento de carmelitas descalzos en la Carrera de Jesús, anejos al Camarín, cayeron bajo la piqueta un mes de febrero de 1975

Si en vez de tanto mirar hacia afuera para jugar al copia y pega, a Jaén le hubiera dado por apreciarse más a sí mismo, los ojos de la gente no darían abasto para mirar y admirar mucho de lo perdido, todo aquello que hacía a la capital un espacio singularísimo del que apenas sobreviven unos cuantos, poquísimos ejemplos. 

Ahí está el viejo convento de padres carmelitas descalzos de la Carrera de Jesús, levantado nada menos que en 1588 y del que únicamente sigue en pie (algo posterior) su iglesia, histórica antesala del entrañable camarín del Abuelo. 

Cincuenta años hizo el mes pasado de la llegada de la piqueta a la orilla misma del viejo monasterio, que una vez desamortizado fue decayendo a palacio, cuartel o casa de vecinos, condenado a la desaparición pese al respeto que se le debía. 

Construido sobre las casas de gentes del XVI que generosamente las legaron a la orden a fin de que la ciudad del Santo Rostro contara con cenobio masculino carmelitano, se trataba de un gran complejo conventual que abarcaba desde el actual camarín hasta lo que hoy es calle Donantes de Sangre. 

Una vez desamortizado, allá por 1836, y adquirido por la casa condal de Humanes, su aristocrático propietario convirtió una parte del predio en suntuosa mansión desde la que la mismísima Isabel II se asomó a la Senda de los huertos para contemplar el espectáculo de fuegos artificiales dignos de Vatel con el que los jaeneros le alegraron la vista durante su estancia en la ciudad, en 1862.

Para entonces contaba ya en su fachada con nobles escudos, jambas y dintel de buena factura y ventanas geminadas, a más de hermosas cancelas en sus balcones.

Elementos que medio aguantaron hasta principios de los 70 del pasado siglo XX, cuando fue condenado a muerte hasta terminar cayendo en 1975. De que el camarín y la iglesia no corrieran la misma suerte se encargaron, con su empeño, un buen número de jiennenes entre los que destacó el gran pintor de Villargordo Francisco Cerezo Moreno, cuyo estudio estuvo ubicado, durante dos décadas, en pleno templo. 

¿Lo único que resta de aquel palacio? Una cartela de mediados del XIX sobre la puerta de entrada al bloque de pisos que lo suplió. ¡Lo que habrá visto esa piedra!

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