Cultura y comunicación: una relación proactiva
Creo que seremos muy poquitos los que no estaremos de acuerdo en afirmar que toda actividad cultural tiene el propósito de comunicar. La comunicación forma parte del núcleo estratégico y vital de una gran parte de la cultura. Numerosas actividades culturales y sus creadores tienen como propósito darse a conocer mediante la comunicación, ante públicos concretos y de una manera cada vez más anticipada, para así poder motivar reacciones en los mismos, buscando una mayor participación en el consumo cultural. En este punto es evidente que la comunicación es una aliada de la cultura.
La cultura entendida como bien económico necesita el apoyo de la comunicación a través de los medios. Pero a mi parecer la clave subyace en el papel del gestor cultural en materia de comunicación, ya que su gestión implica mucho más que buscar las reacciones de un público potencial. Lo que realmente “busca” es activar ciertos recursos y relaciones para promocionar y difundir las creaciones culturales desde su origen, y no sólo a su término, tal y como nos propone la simple comunicación mediática. Puede concebirse y entenderse como un paso adelante en el canal de transmisión de los mensajes culturales.
La cultura vista como mera rentabilidad productiva utiliza la comunicación empresarial y el marketing para lograr una respuesta cómplice entre el público “solapadamente” guiado por prácticas de consumo que aleccionan sus gustos. Aparecen nuevos paradigmas “culturales” basados en modas encubiertas que hacen que los ciudadanos respondan ante la oferta de nuevos productos disfrazados de cultura. Estos productos se encarecen súbitamente y pasan al olvido de la misma manera.
Paralelamente conocemos la existencia creciente de creadores independientes que no creen en los medios de comunicación como difusores de sus obras. Muchos blogs culturales no se valen de los medios de comunicación ni de la publicidad para la difusión de sus contenidos; aquí la comunicación es el simple “boca a boca”.
Siguiendo los dictados de U. Eco, vemos como “los medios ponen los bienes culturales al alcance de todos, adecuando el contenido muchas veces, al nivel del receptor” , esto es, haciendo que la asimilación sea más simple e incluso superficial. Por ello, en demasiadas ocasiones el público y/o consumidor cultural está sometido a las leyes de la oferta y la demanda. La gran esperanza consiste en que comunicación y cultura avancen en una relación proactiva que valore esta última como bien común (en todas sus facetas) y no como mero bien económico, que limita numerosas expresiones culturales y cómo no, su difusión.
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