"Se ha preocupado de todo el mundo, menos de ella misma"
La carchuna Presentación Gómez Iglesias celebra su octogésimo cuarto aniversario rodeada de su familia, que destaca de ella su vocación de servicio
Decía la madre Teresa de Calcuta que quien no sirve para servir, no sirve para vivir. Y Presentación Gómez Iglesias (Cárchel, 1940) parece que se lo ha tomado a rajatabla, si se tiene en cuenta lo que dicen de ella quienes mejor la conocen:
"Ha estado toda la vida cuidándonos, a sus padres (que vivían a pocos metros) y cuidando siempre a todos. Se ha preocupado de todo el mundo menos de ella", en palabras de uno de sus tres hijos, Luis Pliego Gómez.
Así es Presenta (como la conoce su pueblo), una mujer de voz ágil a la que los achaques de la edad (se queja de las piernas, de la espalda...) no le nublan ni lo más mínimo esa visión suya de cómo hay que estar en el mundo, a sus ochenta y cuatro veranos recién estrenados.
Y eso que no ahorra frases de esas que ponen el cuerpo malo a cualquiera, y las suelta de vez en cuando provocando que su gente se lo reproche: "Ya estoy esperando que me bajen desde la plaza de mi casa al cementerio", o "¿pero ya qué ventilo yo aquí?". Cosas de quien está ya de vuelta de todo.
Espléndida 'de cabeza', es la mayor de una casa de seis vástagos de los que solo quedan ella y un hermano, hija de un pedrero "que se pasó toda su vida trabajando, siempre trabajando" y que supo lo que es la nostalgia cuando, junto con su marido, hizo lo que Pepe en la célebre película de Pedro Lazaga: irse a Alemania.
Allí permaneció "dos o tres años", hasta que la salud de su madre la obligó a volver mientras Francisco, su esposo, seguía currando en tierras germanas: más de veinte años estuvo allí, viniendo solo un par de veces al año a abrazar a los suyos, evoca su hijo Luis.
Ambos, Francisco y Presenta, actualmente en una residencia de Huelma, confiesa haber vivido la mar de a gusto en su Cárchel de su alma hasta que los problemas de movilidad hicieron inevitable el traslado. Eso sí, no perdona el regreso y cada vez que el tiempo y la ocasión son propicios, a su hogar de toda la vida que se van a echar un buen rato, como el de la fiesta de su cumple el otro día:
"Vinieron todos a mi casa, nos juntamos trece, comimos todos y mi hermano, el único que vive, que va donde vamos nosotros", celebra Presentación.
Entre esos "todos" que la arroparon a la hora de soplar tantísima vela, sus tres hijos, sus cuatro nietos, su bisnieta...
"He tenido tres hijos como tres soles, que vienen a verme mucho, a cada instante viene uno, otro día otro y a veces se juntan los tres; tengo cuatro nietos y una bisnieta que es un sol de mediodía, que me da la alegría", asegura, cariñosa a más no poder.
Y es que esta mujer que llegó al mundo en plena Segunda Guerra Mundial derrocha eso: amor. ¿Será por aquello de que una bella ancianidad es, ordinariamente, la recompensa de una bella vida? (¡menudas frases se cuajaba Pitágoras!) Cualquiera sabe, pero también parece escrita para ella.
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