Un dato curioso en torno al Señor Muerto de Juan Abascal

Una carta inédita del imaginero desvela detalles insólitos de la imagen que presidió la celebración del Miércoles de Ceniza en la Catedral de Jaén
Pocos jiennenses lo reconocen al verlo en una fotografía, acostumbrados como están a adivinarlo la tarde del Viernes Santo dentro de la barroquísima urna donde yace muerto.
Es el Señor de Juan Abascal Fuentes (Sevilla, 1922-2003), perteneciente a la Insigne y Real Congregación jiennense del Santo Sepulcro, que ayer Miércoles de Ceniza se mostró en todo su esplendor en el presbiterio de la Catedral durante la celebración de la liturgia propia del comienzo de la Cuaresma.
Lástima que la situación sanitaria impidiese un mayor aforo y, con ello, limitara el número de ojos que pudieron acercarse a contemplarlo, serenísimo entre una escolta de hachones en una ocasión ya histórica para la ensolerada hermandad servita del barrio de San Juan.
Y puestos a hablar de acontecimientos históricos, la gentileza del exgobernador de la cofradía Joaquín Sánchez Estrella permite que, hoy, Lacontradejaén pueda compartir con sus lectores una curiosísima anécdota que el propio escultor relató, vía postal, al cofrade jiennense una década antes de su fallecimiento, concretamente en una carta fechada el 30 de abril de 1993.
Corría el año 1965 cuando Abascal daba el último toque de gubia al Señor Muerto, en la capital hispalense. Tallado en los talleres de la Escuela de Bellas Artes de su ciudad natal, en la que impartía clase, la salida de la imagen camino del Santo Reino (como desvela la misiva enviada a Sánchez Estrella) hizo que se viviera un momento que, si no histórico, sí que merece ser destacado por lo insólito de la situación:
"Como anécdota un poco curiosa [escribe el imaginero a su amigo jiennense] te diré que el traslado desde los locales de la Escuela hasta el estudio se hizo en el atardecer y llevábamos la imagen en la baca de un taxi, y cuando la fuimos a colocar en la misma el taxista se negó a transportarle pensando que se trataba de un cadáver humano (le sacamos de Bellas Artes envuelto en una manta que no llegaba a taparle los pies)".
Para haber estado allí, en la sevillanísima Puerta Osario, y ver la cara de asombro del pobre chófer, que no sabía que, realmente, lo que llevaba encima del techo de su vehículo era un cadáver, sí, pero divino. Ese que, casi cincuenta y seis años después, sus costaleros 'se mueren' por cargarlo en sus hombros.
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