Carrera de Jesús: la calle 'con más poesía' de todo Jaén
San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Federico García Lorca, Rafael Porlán, los Montero... y El Abuelo: una vía urbana que atesora historia, patrimonio, memoria, religiosidad, vivencias... todo eso que hace esta ciudad la capital del encanto
¡A ver qué calle de aquí puede presumir de más poética perfección en sus extremos por encima de la jaenerísima Carrera de Jesús! En sus inicios (allí donde la calle Almenas adelanta su maravilloso zigzag), la mismísima Catedral, y en su término los cerros que le ponen el mejor de los horizontes, como los de los cuadros de Manuel Kayser. Parece mentira que no existiese como vía urbana con naturaleza propia hasta el XVI, pero así fue.
Bautizada como calle del Juego de Pelota, nació en un momento que recuerda mucho a este mes de diciembre del año del coronavirus. ¿Por qué? No hay más que ensayar el gesto gótico de mirar hacia las alturas y toparse con la grúa que, desde el testero catedralicio, hace temblar a más de uno cuando la ve desde su terraza y se le ocurre pensar: ¿dónde caería si la tirase el viento (el legendario viento de Jaén?
Y es que, en aquellos años en los que Vandelvira se afanaba en construir la virguería que soñó, otra pluma elevadora presidía el paisaje de la capital del Santo Reino, más rudimentaria pero igual de eficiente, vistos los resultados. Un paseo por el célebre grabado de Van den Vyngaerde (con una buena lupa, eso sí) lo deja claro.
Pero hay otro paseo más apetecible aun, émulo de aquel Diálogo trasnochado con el último corregidor que el recordado periodista Tomás Moreno Bravo (Jaén, 1909-1990) alumbró en Paisaje, la revista de mediados del XX que impulsó el cronista González López. Adelante, pues.
EL INFLUJO DE 'EL ABUELO'
Hablando de poesía... Si querría Jaén a la imagen anónima que desde 2009 vuelve a recibir culto y cariño en la vieja iglesia conventual carmelitana que, por más oficialidad que tuviera su antiguo nombre, el de Juan Montilla (ministro al que se le dedicó en 1898) o hasta del propio poeta Zorrilla (que también gozó este honor), conoció siempre esta hermosa calle (y así la oficializó en 1974) como Carrera de Jesús, en honor de El Abuelo.
Por algo, nada más y nada menos que cinco rótulos callejeros remiten al Nazareno de los Descalzos en el plano local, aparte de la que protagoniza este reportaje: Camarín de Jesús, Cañuelo de Jesús, Frente a Jesús, Jesús (solo reconocible para el vecindario si se la nombra sin tilde: Jesus); pero de todas ellas, sin duda, la Carrera de Jesús brilla con luz propia por... por un montón de cosas.
En ella estuvieron, precisamente, allá a principios del pasado siglo, las Escuelas de Nuestro Padre Jesús, en la casa que fue de don Eduardo Solá y que muchos jiennenses recuerdan todavía como sede de Tabacalera.
Pero, como le dice el rey al Conejo Blanco de la fabulosa fábula de Lewis Carroll, "comienza por el comienzo, continúa con la continuación y finaliza en el final". Pues eso.
DE SORPRESA EN SORPRESA
El titular de este trabajo remite, entre otros, al gran poeta granadino Federico García Lorca, que 'habitó' esta calle en una de sus visitas a la provincia; todo llegará, que primero toca lo que recomendaba Su Majestad y guardar el orden en el relato, aunque sin alejarse mucho de la poesía. Y es que, desde luego, a esta larguísima y popular zona le podrán haber faltado muchas cosas, pero poetas...
Ahí está el número 5, un edificio de grandes proporciones que, años atrás, fue el conocido Hotel Rosario, hasta 1971. Distinguido alojamiento que, entre otros huéspedes, acogió al poeta cordobés de la Generación del 27 Rafael Porlán, durante sus años de residencia en la ciudad, desde 1934 hasta su muerte en 1945.
Inmenso literato que, incluso, asistió a la sesión inaugural del grupo, celebrada en Sevilla aquel año y cuya celebérrima fotografía puebla los manuales de literatura española. Pendiente de la reivindicación que merece su etapa jiennense, sus restos descansan en el viejo cementerio de San Eufrasio.
Escoltados por la lonja sur de la Catedral, bajo el reloj de sol cuya inscripción sobrecoge de barroquismo ("atiende, a ti te digo, mi carrera, / en breve tiempo pasaré ligero / más puede ser tu muerte más ligera"), el paseo por la Carrera de Jesús va dejando a una y otra orilla auténticos hitos patrimoniales e históricos de aquí:
El suntuoso palacio de los condes de Corbull (sede, durante tres décadas, de la redacción de Diario JAÉN y, ahora, residencia geriátrica); uno de los flancos del actual Consistorio (sobre el solar del palacio de los duques de Montemar, derruido a finales del XIX), o los restos de muralla que todavía muestran, venerables, los lienzos mutilados que bordeaban la antigua Catedral y cuyos cimientos aún pueden contemplarse en un solar convertido en paraíso para los gatos al principio de la calle.
Uno de los edificios felizmente recuperado de la ruina hace nada y menos es el popularmente conocido como 'Conde-Duque', en alusión a un establecimiento hostelero que lo pobló en los 90; paradójica supremacía de su último uso que ha calado en la memoria de los jiennenses, acaso en detrimento de anteriores destinos.
Así, se puede destacar de este soberbio inmueble (seguramente del XVII y pretérita mansión de los Villalvos-Nicuesa, vizcondes de Los Villares), su relación con uno de los personajes locales más queridos, que da nombre a la 'otra' carrera de la ciudad y a cuyos pies contempla, con sus ojos de bronce, el trajín jaenero de diario: Bernabé Soriano (Jaén, 1842-Madrid, 1909).
Sí, desde 1892, el 'padre de los pobres' (entrañable apelativo otorgado por los jiennenses de su tiempo a este médico filántropo) habitó esta noble casona, a la que entre otras reformas le destinó la preciosa cancela de su balcón principal y cuyo aristocrático umbral cruzó la tira de veces cargado de humildad; monumentales puertas que atravesaron tantos y tantos enfermos pobres para ser atendidos, caritativamente, por este insigne jaenés.
UNGIDA POR LA MÍSTICA
Lo de "la calle con más poesía de todo Jaén" no es por gusto, ni mucho menos. Con Porlán ya citado como vecino de esta zona (en la que tenía también su trabajo como secretario del Banco de España, hoy sede del Catastro), otros nombres de la más elevada lírica áurea cimentan el titular.
No en vano, aledaña al palacio de los vizcondes de Los Villares se encuentra uno de los referentes sanjuanistas para estudiosos de todo el mundo: el monasterio de Santa Teresa de Jesús (Ávila, 1515-Alba de Tormes, Ávila, 1582).
Fundado en el primer cuarto del siglo XVII, sus muros custodian el manuscrito del sublime Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz (Fontiveros, Ávila, 1542-Úbeda, 1591), una de las cumbres (si no la cima) de la literatura mística universal.
Y ello dentro de un recinto que guarda, también, objetos que pasaron por las manos de la mismísima titular del convento: "Hermano, una de dos, / o callar o hablar de Dios, / que en la casa de Teresa / esta ciencia se profesa", impone un rústico aviso en el patinillo de la casa de la demandadera.
Poesía, aunque sea de 'arte menor', son igualmente los productos de repostería que las manos de las monjas elaboran y despachan en uno de los pocos tornos que sobreviven al paso del tiempo en la capital de la provincia. Para chuparse los dedos.
LA CASA DONDE DURMIÓ FEDERICO GARCÍA LORCA
El encanto de esta calle mide más que sus casi seiscientos cincuenta metros, vaya que sí. Justo frente al convento quedan en pie aún restos del que fuera palacio del conde de Torralba, uno de los grandes propietarios de la ciudad.
Entre esos vestigios se levanta uno de los colegios más antiguos de aquí, Santo Tomás, cuya chiquillería juega diariamente a los pies de un torreón que, el día que se abra al público, va a ser escenario predilecto para los reportajes de boda, de tan fantástica como es la panorámica que ofrece su terraza.
Andando andando el paseante se topa con los cantones de Jesús, mítica geografía exaltada por Alcalá Venceslada a cuenta de la devoción a El Abuelo, vecino de su propia calle desde el XVI hasta 1836, desterrado hasta 2009 y, desde entonces, de nuevo en su casa.
Sobre su estatura le han cantado el mismísimo Polluelas, Rosario López, Carmen Gersol, los Maeras... Ni un alma cabe cada año para verlo salir o en su regreso, allí, a las puertas de su iglesia, mítico camarín cuya recuperación alivió (un poco, al menos) del lastre de descuido que arrastra esta tierra.
Bajo los pies del Nazareno, veneradísima talla anónima con perfume de casería, descansan sus cofrades primeros, muchos de los cuales se llevaron a la tumba el secreto mejor guardado de la historia del arte local: ¿Quién esculpió a El Abuelo?
Es unos metros más arribas, pocos, donde pervive una austera y encalada casa marcada con el número 41 de la Carrera de Jesús, en cuya fachada ninguna placa recuerda que, bajo su techo, allá por 1925, un joven (siempre lo fue, incluso en su muerte) Federico García Lorca durmió durante su estancia en la capital del Santo Reino.
Casa perteneciente al patrimonio de Manuel Montero Garzón, hijo del ilustre poeta de los siglos XIX y XX Manuel María Montero Moya (Andújar, 1826-Jaén, 1914) y, él mismo, destacado vate, que luego pasaría a manos de Manuel Montero Solá, anfitrión del autor del Romancero gitano.
Uno de sus descendientes, el profesor y escritor Manuel María Morales Cuesta (Jaén, 1960), confirma a Lacontradejaén la estancia del universal poeta granadino en este inmueble", del que el propio tataranieto de Montero Moya escribió:
"La puerta del zaguán siempre está abierta. Cruzamos el umbral y tocamos el timbre de otra puerta, más pequeña y acristalada. Tardan en abrirnos, porque la casa es grande y allí todos son viejos, hasta las criadas. Por fin, alguien nos abre", escribe Morales Cuesta en uno de los capítulos de su libro del 93 La mirada en la memoria.
Desde su terraza o sus ventanas interiores, Federico se maravilló con el paisaje hoy perdido de la Senda de los Huertos, cuyos bancales (con toda la exageración del mundo) comparaban los jaeneros de la época con los mismísimos Jardines Colgantes de Babilonia.
"Manolo. Hemos venido en auto a Jaén, que es tu tierra. ¡Una maravilla!...". "El que está en Jaén puede decir que ha llegado al corazón recóndito y puro de Andalucía la alta", le escribió Lorca al hijo de Jaén e íntimo suyo, el pintor Manuel Ángeles Ortiz (Jaén, 1895-París, 1984), nacido en la calle Portillo, la de aquel solar paraíso de los gatos al que se alude al principio de este reportaje.
¿Hay una calle en todo Jaén con más poesía que la Carrera de Jesús?
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