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El recorrido intimista de "El pasajero" entre callejones baezanos

Por María Poyatos - Marzo 05, 2017
El recorrido intimista de
Depedro, en un momento de su actuación en el Teatro Café Central de Baeza.

Depedro transporta al público del Teatro Café Central a otros mundos con la sola ayuda de una guitarra

"Atención, última llamada a todos los pasajeros con destino Café Teatro Central. No olviden portar su ligero equipaje -una copa, una cámara- para tildar de 'inolvidable' la experiencia de viajar entre acordes de una guitarra solitaria. El comandante Jairo Zavala se personará en esta misma sala para darles las indicaciones finales, en clave musical, a fin de que no se pierdan dentro de un amalgama de sonidos sin precedentes. Para una vivencia más satisfactoria, por favor, rían, canten y bailen hasta que el cuerpo aguante. Disfruten del trayecto".

Algo así pareciera haber sonado anoche, poco antes de las diez, a través de varios megáfonos repartidos entre el casco antiguo de Baeza, enclave privilegiado como pocos en la provincia para sumergirse en un intraviaje de corte intimista pilotado por un experto en la materia, el madrileño Depedro. En los bares poco a poco fueron quedando mesas libres, pues las tapas de la zona no serían el único alimento para el espíritu de una fría noche de marzo en la que el viento soplaba, suave pero incesante, hacia el interior del Café Teatro Central de Baeza.

Y, como si de un Da Capo al Fine se tratara, los ritmos simplistas, intimistas pero armoniosos, y elegantes de ese viento casi inapreciable, sonaron con estruendo en la primera parada en este trayecto hacia el más profundo confín de la tierra. "Como el viento" se movieron los dedos de Jairo sobre el mástil de su desgastada guitarra para enlazar "¿Hay algo ahí?" -primer single extraído de su último trabajo- con "Diciembre", uno de los símbolos de la banda, en el que absolutamente para nada se echó de menos la voz del vetusto Pucho -ni coros, ni instrumentos-. Porque Depedro es mucho Depedro, y su solo timbre llenaba el escenario de un Central oscuro y abarrotado, con un público entregado a los estribillos de "Nubes de papel", "D.F.", "Tu mediodía", "Déjalo ir" o "Panamericana". Una fusión de temas antiguos versus canciones nuevas, todas con una personalidad única marcada por las circunstancias vitales del creador, pero, a la par, tan parecidas como podrían ser las hijas de un mismo padre.

Y el viaje iba quemando etapas, acercándose a su fin, pero aún con platos fuertes de obligada visita. De hecho, "Llorona", justo antes del bis, supuso para muchos de los allí presentes el punto álgido de una excursión guiada hacia el mismísimo corazón de la Patagonia. Instrumentos improvisados frente al foco que alumbraba la soledad de Zavala en el escenario hicieron que la expresión "remar todos a una" cobrara un sentido completamente necesario. Jairo, que charló lo justo con su público jiennense, aprovechó una pausa para contar la anécdota que dio vida a "Chilla que tiemble": un divertido desencuentro entre su hijo pequeño y su mujer que el niño supo resolver con la expresión que da título al tema. "Ser valiente" y "Comanche" fueron las últimas paradas de este recorrido por casi una década de sueños, esperas, melancolías, andanzas de un madrileño que no teme a la evolución, cuya música mira siempre hacia delante.

Y allí se quedaron los asistentes, como quien rehúsa de despertar de un melodioso sueño, agarrados a la barandilla de un local cálido y colorido, haciendo cola para agradecer al piloto de turno, un Depedro que llenó de vida y espectáculo la noche baezana, tamaña ruta gracias a esta parada en su gira de presentación de "El pasajero". Casi una hora de fotos, firmas y parloteos entre Baeza y Jairo, Jairo y Baeza, y una página más de música de la buena escrita con el cariño de los trabajadores del Café Teatro Central en el libro de recuerdos de la escena musical jiennense.

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