Día 14: Una montaña rusa

Diario de Alejandra McKelligan: Mi transformación como legado del coronavirus
Subes despacito y cuando estás a mitad de camino, caes en picado a toda velocidad, y entonces te detienes en seco y vuelves a subir, pero con más convicción y rapidez. Luego, caes de nuevo y te quedas ahí en lo bajo… sosteniéndote, recogiendo todas las piezas que te componen para re-hacerte y a la vez descubriendo quien ahora también eres… dejándote sentir… en silencio… respirando y avanzando muy poco a poco… después decides volver a intentarlo, coger impulso y volver a subir aunque te sientes cansado y con poco impulso, pero sabes que es mejor que “la vida te pille en movimiento” y tienes claro que el movimiento provoca movimiento.
Eres consciente de que el hombre se acostumbra a todo y también sabes que el tiempo es la clave para ello y que, en casos extremos, es capaz de habituarse incluso hasta lo inimaginable.
Cada día por la noche recuerdas que ya pasó un día y que lograste quedarte en casa, que aplaudiste a las 8 dando las gracias a todos nuestros héroes. Agradeciste que estás con salud y que con la que está cayendo, no estás tan mal como podrías estar y eso, eso de alguna manera te empodera y te hace sentir mejor, entonces duermes contento porque has librado un día más.
Al día siguiente, vuelves a dar las gracias porque te has despertado con vida y con la ilusión de que si pasan los días, quedarán menos días para poder salir a la calle, gritando, bailando, abrazando, besando, acariciando y mirando muy de cerca a esos ojos verdes, azules o marrones que tanto echas de menos y que la última vez no prestaste tanta atención porque todo parecía tan perpetuo, tan permanente, incluso, eterno… el mundo no era nada frágil, ahora lo es y eso es lo que más te duele.
Lo que sí podemos estar seguros es que cuando salgamos de esta, serás un nuevo TÚ y los demás unos nuevos ELLOS y que desde el día que nos liberen empezaremos a vivir a tope, nos mantendremos durante más tiempo en la cúspide de la montaña rusa, sin caídas en picado, porque una vez que has tocado el fondo, casi nunca quieres volver ahí y menos aún, te atreverías a quedarte porque es muy incómodo, muy duro y las personas anhelamos estar en la cresta de la felicidad…
Hoy te mando un abrazo lleno de adrenalina, desde la parte más alta de la montaña.
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