Dólmenes Rioja Alavesa
Me voy al norte dije, ahí al País Vasco y Navarra. Que tiene que haber bosques súper chulos ahora en otoño. Y ya sí, ahí llegué, ahí pisé un bosque muy particular en la Rioja Alavesa tras dejar al sur los cinco primeros días de esta cálida aventura en furgoneta.
La cosa empezó asombrando en Guadalajara con ese Hayedo multicolor (Pasaje 1 de otoño). Se notaba que el viaje era en otoño, vaya. Luego me metí de lleno en el potente Cañon del Río Lobos (Pasaje 2 de otoño), en Soria, del cual pase a Burgos en busca de las Lagunas de Neila (Pasaje 3 de otoño) y arropado por nieve y niebla en el mismo día caí en la mística Laguna Negra de Urbión (Pasaje 4 de otoño), en Soria de nuevo. Vaya tres días de inicio de estímulos tan increíbles e insondables. Tan solo y tan acompañado a la misma vez.
El cielo me pedía un descanso con sus copos de nieve y gotas mensajeras. Pues bien, me relajé un poco. Atravesando bonitos pasajes riojanos, flipé con el Cañón del Leza. De ese ya se verá un poco en otra ocasión. Hasta que arribé a Logroño, donde me esperaba una sesión de cine y una bonita amistad que me acompañaría en un agradable paseo a orillas de un desbordante Río Ebro. Agradecí por los inesperados regalos que nos presenta el transcurrir del instante presente.
Sin plan para el día siguiente, había que mirar el mapa para delinear algunos puntos de interés previos al gran León Dormido. Qué mejor lugar para este quinto pasaje que esas piedrecitas colocadas con esmero entre viñedos tiznados por el ocre otoñal en la Cuadrilla de Laguardia-Rioja Alavesa. Delimitada al norte por las sierras de Cantabria y Toloño y al sur por el serpenteante Ebro.
Directos a la Chabola de la hechicera, donde la bruja cantaba en las mañanas de San Juan. Mi versión es que está muy guapo el dolmen, importante por estas tierras vascas e imponente, grande y elegante, sin saber si bailaba sobre mí o yo sobre él, en ese giro embobado apreciaba los cuidados perfiles del megalito, de fondo montañas y viñedos ondeando.
Desde otro ángulo, el balcón de la Rioja abría sus ventanales de par en par para contemplar a lo largo y ancho sus campos de vides ya cosechados y coloridos, pueblos, sierras lejanas y ciudades. Nubes transitorias en un día soleado que hacían brillar el lugar con una variada gama cromática. Del dolmen del San Martín a ras de la hierba del dolmen del encinal.
Se ve que me quedaron mas dólmenes por descubrir ¿pero qué más se le podía pedir a esta mañana improvisada? Señalar a aquella bonita montaña picudita y adentrarnos en los territorios del León.
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