Dueto Enclave, música comprometida cien por cien Jaén
La apuesta de la soprano Carmen Zapata y el pianista Jacobo Herrera por el mensaje cristiano a la hora de amenizar celebraciones copa de citas su agenda
Para Stravinsky, el gran compositor ruso, 'no basta con oír la música; además hay que verla'. Mirar hacia el instrumento en cuestión y contemplar cómo nace, invisible pero en plenitud de presencia, nota a nota, la melodía fascinante, tan viva que hasta proyecta su transparencia sobre el aire, si se la busca bien.
A miles y miles de kilómetros de la patria del autor de La consagración de la primavera, en Jaén, Carmen Zapata y Jacobo Herrera, soprano ella y pianista él, encarnan a la perfección la sentencia del creador de El pájaro de fuego y, tras el sugerente nombre de Dueto Enclave, sobrecogen en rigurosísimo directo a quienes los escuchan, les hacen ver la música en pleno parto, sin más dolor que el deleite, que duele a gloria.
Formados en aulas de conservatorio, ambos poseen el grado profesional en Canto y Piano, respectivamente, que los habilita para elevar al séptimo cielo hasta al alma más dura de oído.
"Empezamos hace año y medio; Carmen tiene mucha experiencia, ha cantado en público desde pequeña, y yo soy algo más novato", confiesa Herrera, la mitad de este singular dúo al que unieron la amistad y el amor a la música:
"Nos conocíamos de siempre, de Jaén; a ella la llamaron para una boda, no podía contar con el que habitualmente la acompañaba al piano y me preguntó si quería ir yo", aclara el pianista, que desde el primer ensayo experimentó "una conexión musical casi absoluta" con la futura diva, y a comerse el mundo se dijeron: "Estamos muy contentos, nos salen bastantes cosas, cada vez más", apostilla el jiennense.
Dieciocho meses llevan en la palestra y su agenda de actuaciones se las ve y se las desea para encontrar un renglón sin fecha. Y es que su propuesta es tan personal que novios, padres de niños de Primera Comunión, cofradías u otros colectivos 'se los piden' para que citas tan inolvidables como una boda, comulgar por primera vez, un triduo o una novena, un acto... dejen el mejor de los sabores en los oídos.
Miman a sus clientes con interpretaciones exclusivas, que trabajan intensamente para que cada comparecencia sea única: "A los novios, por lo general, les gusta que esté todo muy atado, y nosotros les asesoramos y les personalizamos el repertorio; las cofradías te dan más libertad".
Claro, las hermandades se mueven en terrenos musicales que Dueto Enclave domina a la perfección, copados de valores, mientras que las parejas utilizan abanicos más amplios que, eso sí, Zapata y Herrera adaptan a su propuesta:
"Siempre decimos que el repertorio escogido tiene que tener el mensaje o los valores cristianos; un autor litúrgico no entendemos que tenga que ser solamente un clásico, actualmente hay música de cantantes contemporáneos que tienen ese mensaje cristiano, ¿por qué no lo vamos a meter?", aclara el músico.
Herrera pone un par de ejemplos: "Me acuerdo de que en una boda hicimos Está la puerta abierta, que la han interpretado Alberto Cortez y Siempre así; o la Salve rociera, que nos la pidieron y gustó muchísimo a soprano y pianista, nos atrevimos y salió muy bien", apostilla.
No tienen disco todavía, tampoco prisa en grabarlo, para nada: "Si llega, bienvenido sea, pero ahora estamos disfrutando de la música, nos gusta, y eso se transmite, llega a la gente; queremos ir pasito a paso, llevamos un año y medio solamente, pero sí estamos muy ilusionados con todo lo que está viniendo, no nos esperábamos este cariño y este respaldo de la gente que confía en nosotros".
Acaso el secreto de su tirón radique en la pasión que ambos artistas ponen en lo que hacen, así, tan sencillo como complejo: "Simplemente nos gusta". En eso andan mientras hacen lo que más les atrae del mundo, a la vez que comprueban cuánto y cómo de hondo cala su música en quienes los escuchan y, como recomendaba Stravinsky líneas arriba, los ve.
Esta tarde y mañana, en el triduo de la Esperanza, que se celebra en Cristo Rey, son dos buenas ocasiones para aplaudirles con el silencioso batir de palmas que la ocasión requiere.
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