El escriba
“Escribe”, me dicen.
“Escribe una columna para Lacontra, que estrenamos diseño web”. Y yo “me pongo, me pondré, os la mandaré”. Y me siento frente al ordenador y contemplo la pantalla y pienso que hace buen día, alzo la mirada a la ventana y el cielo es azul y hay algunas nubes y ni pizca de calor, porque son las once de la mañana. “Qué buen día”, concluyo, pensando si salir a dar un paseo antes de comer.
Escribe o no terminarás nunca la novela, me digo a mí mismo. Sí, es cierto; no se va a escribir sola. Pero ¿y si no estoy inspirado, y si por emperrarme en escribir, en continuar donde lo dejé hace unas semanas, lo empeoro? ¿Y si la trama no va a ningún lado, y si los años han pasado y la idea inicial está tan enterrada entre palabras y caracteres que no se ve, que no permanece ni un ápice de la fuerza primigenia? Si tenía esa fuerza primigenia, claro. Que es algo discutible.
Escribe para actualizar tus blogs o nadie los leerá. Si no actualizas periódicamente, al menos una vez a la semana, Google te castiga y relega tus “sites” a los últimos puestos de búsqueda: los invisibiliza. Así que este año me propuse ser buen chico, o al menos, buen blogger, y actualizar una vez al mes mis dos blogs. Por ahora, renqueando, boqueando, lerdeando, lo voy consiguiendo. Lerdear es de ser o hacer el lerdo, señores de la RAE. Que todo hay que explicarlo.
Dicen que estos tiempos son malos para la escritura. “Ya no se escriben cartas”, lloriquean algunos por las redes sociales. Qué sé yo. Yo he recibido —y escrito— “wasaps” que valían su precio en oro, que contaban historias de amor, traiciones, risas y carreras a lo Benny Hill. Será que tengo buenos amigos.
Pero no te distraigas, Antonio. Escribe, escribe. Pero es que necesito inspiración, una mesa de madera, una ventana que dé al campo, soledad, paz mental, que me digan ya las notas de las oposiciones, que el chico ese valenciano se decida por mí o me deje ir; necesito muchas cosas para escribir, muchas más de las que preciso para, simplemente, vivir. Un estado mental, un medio ambiente, unos utensilios adecuados, cierta belleza circundante. Y eso no es tan fácil.
Con todo, escribo. Os mandaré la columna. Terminaré la(s) novela(s). Actualizaré los blogs. Aunque no será tan interesante como pretendíamos. Ni de lejos alcanzará la madurez que esperabais. No van a lloverme las visitas. Por suerte, nunca me han importado tanto como debieran.
“Si supieras la de veces que he mirado las fotos del río...”, me escribieron ayer en Whatsapp. Y yo, con esta frase, alcanzo ese estado anímico en el que me siento capaz de volver a la poesía, de retomar las novelas, de emprender el nuevo libro de relatos; componer nuevas canciones, lanzar soflamas incendiarias en mis columnas. Capaz de querer al chico valenciano y de quererme a mí. De escribir sin cesar.
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