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"El interés por el turismo de la muerte me ha sorprendido"

Por Fran Cano - Julio 29, 2018
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María Teresa Murcia Cano (Granada, 1960) es cronista oficial de Frailes y esta semana ha presentado su último libro, La Iglesia en Castillo de Locubín y Frailes. El título del trabajo da cuenta de cuáles han sido las inquietudes de una docente que conoce cómo ha cambiado el sur de Jaén. Tanto es así que ahora pilota un nuevo turismo, el que tiene que ver con la muerte, con las historias enterradas. El necroturismo. Desde la vida de los curanderos y sanadores hasta la idiosincrasia de los camposantos. Las rutas pueden abarcas todos los temas que rodean a la muerte.

Murcia atiende a Lacontra en Annapurna Gastrobar, establecimiento de Frailes. Que sea una mujer de fe no evita que se moje sobre asuntos tan prosaicos como el alcohol y otras drogas. Ella, que aún ejerce en las aulas, defiende a la juventud. Cree en los jóvenes. Y quizá eso no es cuestión de fe, sino una convicción que aparca los prejuicios.

—¿Por qué optó por el tema de las iglesias?

—Surge a partir de que Francisco Toro, técnico de Cultura, lleve a su hija a un conservatorio de Jaén durante varios años. Mientras que ella estudia, él se empapa del único archivo que había abierto, el histórico diocesano. Así empieza a investigar. Saca mucha información de los siglos XIX y XX acerca de las parroquias e iglesias que conformaron la antigua abadía de Alcalá la Real. Y él me pide que le haga el prólogo a un libro suyo sobre Castillo de Locubín y Frailes. Me emociono y termino haciendo un prólogo de diez folios. Así que él me dice: "Esto no es un prólogo, es un libro". Me dijo que añadiese algo más, y así ha salido el mío. Si se fijan —y muestra las dos portadas de los libros— son gemelos: en uno predomina la información del archivo y el otro supone historiar esa información. No hay nada al azar. El mío lleva el color rojo por las cerezas castilleras y el de Toro luce el verde, que es propio de la bandera de Frailes. Ambos comparten título. Se parecen los continentes; los contenidos son diferentes.

—¿Cuánto tiempo le ha tomado la investigación y la escritura?

—La investigación fue muy poco tiempo, porque la mayoría de la información proviene del libro de Toro, más lo que yo he recogido a lo largo de muchos años y de trabajos que yo tenía sobre la iglesia de Frailes. El trabajo ha sido unirlo todo. El libro cuenta con fotografías muy antiguas. Más que tiempo ha sido hilar lo que yo ya tenía.

—¿Hay distancia entre lo que ha terminado contando en el libro y lo que había imaginado antes de ponerse a trabajar?

—No, no hay mucha distancia. Como digo, la labor ha consistido en ampliar trabajos que yo ya tenía, como cuándo nace la parroquia de Frailes. Lo que he hecho es dar orden. Empiezo por la abadía de Alcalá porque Castillo y Frailes dependían de ella. Tenemos una historia en común.

—¿A qué conclusiones ha llegado?

—No es un libro de fe, sino de historia. Cuando la gente lea 'la iglesia' habrá quien piense en la fe. No se trata de eso, sino de las raíces. La historia de una institución en la que hundimos las raíces los que vivimos en la comarca, en España y en toda Europa. Esta institución ha marcado la vida política y religiosa de las comunidades que conforman la Sierra Sur.

—¿Quién ha leído el libro ya? ¿Cuáles son las impresiones?

—El primero fue Francisco Toro. Carlos Borrás también lo ha leído porque hemos trabajado juntos con la editorial El ojo de Poe. Ya vamos por la segunda edición. Lo que más llama la atención son las fotos. Algunas son muy antiguas.

—¿De qué años hablamos?

—Hay fotos del año 17. Enrique Romero de Torres, hermano del pintor Julio Romero de Torres, hizo un catálogo de la provincia de Jaén. Aquí hizo una foto de la iglesia de Frailes que está en el libro. Y otra del cuadro de Juan de Valdés Leal que tenía la parroquia. Lo mismo hizo en Castillo de Locubín. Todas las que hizo Romero de Torres aparecen, y datan de entre los años 13 y 17. También hay imágenes de las décadas de los 60 y 70, y de cosas que han desaparecido de la iglesia de Frailes, como la Virgen del Rosario. Habrá tercera edición.

"AQUÍ NO NOS DA MIEDO EL CEMENTERIO"

—Usted ha impulsado en la Sierra Sur el denominado necroturismo, que podríamos llamar el turismo la muerte. ¿Le ha sorprendido el interés por los cementerios y por las historias enterradas?

—Sí que me ha sorprendido. Y me quedé patidifusa el año pasado, en el congreso nacional de cronistas celebrado en León, cuando presenté una comunicación sobre las rutas necroturísticas de Frailes. Hasta me hicieron palmas. Cuando acabé la exposición, me preguntaron que cómo lo hacía. La actividad tiene un coste mínimo y está llamando muchísimo la atención.

Sí que me ha sorprendido el interés. No es nada nuevo, porque París lo lleva haciendo muchos años. Y Granada también tiene tradición. Quizá el interés de nuestra zona, en el sur de Jaén, es porque no nos da miedo el cementerio.

—¿Qué rutas se han dado?

—Elegimos varios temas. Empezamos por la historia del cementerio, después nos centramos en los personajes más importantes de la política frailera que están enterrados: alcaldes y gente que tuvo relación política, como los espiritistas, que eran mayormente masones. Posteriormente pasamos al asunto de curanderos y sanadores. Como uno de los hijos del Santo Custodio está aquí enterrado, estuvimos primero en Noalejo, donde está la tumba de Ángel Custodio, y luego en Frailes. También fuimos a la Venta del Carrizal (Castillo), atraídos por la figura del Santo Manuel.

He propuesto 'mujeres con historia' en el cementerio de Frailes. Y abordamos mujeres que han marcado la historia del municipio, que han tenido cierta proyección. Tengo previsto, si la autoridad no lo impide, el tema de los guerrilleros y de los bandoleros. Ese viaje, aprovechando que aquí está Hojarasquilla, irá a Castillo, donde está enterrado Cencerro. Se trata de un guerrillero de La Pedriza (Alcalá) que murió en Frailes. Sabemos que la autopsia costó 500 pesetas y se la hizo don Fermín. Luego lo enterraron en el cementero de los espiritistas, pero no se sabe el lugar exacto.

—Supongo que los muertos más interesantes son los curanderos.

—Sí, sí. Me gusta contar con gente que sabe de ellos y que puede aportar cosas. Por eso en las rutas damos la palabra a los asistentes. En una ocasión vino el historiador Germán Huertes, de las Ventas del Carrizar, para explicar la historia del Santo Manuel.

"AHORA SE HABLA MÁS DE LA MUERTE"

—Ha dicho antes que quizá aquí no da tanto miedo el camposanto. La muerte es uno de los grandes temas de la literatura, del arte, de la religión y de la filosofía. ¿Cree que la gente habla de la muerte?

—En general creo que sí. Y últimamente me parece que se habla más de la muerte. No sé por qué se nos ha educado en que es algo que da yuyu, cuando desde el nacimiento sabemos que vamos a morir. Y todos tenemos experiencias más o menos cercanas. Pero es un tema que hemos obviado.

No se llevan a los niños al cementerio. ¿Por qué no? Se moría tu abuelo y ese día no ibas al entierro. Hay una imagen que me gusta mucho. Es la de Jackie Kennedy con su hijo cuando matan al presidente Kennedy. Pasa el féretro y el niño con solo tres años hace un saludo y se cuadra ante su padre. Era el presidente de los Estados Unidos y además era su padre. Y estaba muerto. ¿Por qué le vas a ocultar que ha muerto?

—El tabú se debe a que da miedo, ¿no?

—Yo no lo sé. Quizá las enfermedades contagiosas, como la gripe, la cólera y demás sin cura, evitaban que los niños fuesen a los entierros. Por una cuestión de sanidad. Puede que venga de ahí, digo yo.

"EL ALCOHOL HA PERTENECIDO SIEMPRE A NUESTRA CULTURA"

—Ha sido catequista y es profesora de Religión. Tiene experiencia en el trato con adolescentes. ¿Los jóvenes de ahora cultivan menos la espiritualidad?

—Pienso que sí se ha perdido algo, pero me sorprende ver la educación y las ganas de trabajar en la juventud. Cuando este año hice el discurso de fin de curso superpuse estas buenas dotes a las manidas frases de que la juventud solo se emborracha. Sí, lo hace, pero también vale mucho. Hay mucha gente que vale mucho y no se les está teniendo tanto en cuenta. Y quieren saber, leer, quieren tener un futuro. Y están ahí y son muchos. Parece que la mayoría está con la droga, borracha. No lo creo, aunque sí puede haber una generación perdida. Los que vienen ahora lo hacen con fuerza.

—Lo de las adicciones siempre ha estado ahí.

—Bueno, a los niños chicos de antes le echaban vino en los picatostes. A los niños. Conozco a una mujer que me dijo que tuvo un delirio tembloroso cuando dejaron de darle los picatostes con vino. Era una adicta al vino, y era una niña que ahora tiene cerca de 80 años. El alcohol ha pertenecido siempre a nuestra cultura.

—Y es la droga mejor vista.

—Claro. ¿Quién no se ha tomado una cerveza o se le ha ido la mano con el gin-tonic?

"HAY QUE ESCUCHAR A LOS ALUMNOS PARA APRENDER DE ELLOS"

—¿Qué asesoramiento da una cronista oficial al Ayuntamiento?

—El cargo como tal no sirve para nada. Si el Ayuntamiento quiere, pues puede preguntarte cosas. El cronista que quiere las dice, y el que no, no lo hace. Es un cargo vitalicio no remunerado. El Ayuntamiento suele preguntar temas relacionados con la cultura, pero no es obligatorio. Tenemos dos asociaciones: una nacional, que nos reunimos una vez al año, y otra provincial, con congresos. De esta última soy tesorera. Es un cargo libre.

—¿De qué trabajo realizado sobre Frailes se siente más orgullosa?

—Cuando voy a los congresos de cronistas nadie sabe qué es el pueblo. Y cuando se dan cuenta de que hay actividades, llama la atención. Una vez vinculé Frailes con Canarias a raíz de vecinos que emigraron de un sitio a otro y de gente que había ido al servicio militar o de viajes de novios. Levantó interés. Me siento orgullosa cuando doy a conocer a mi pueblo no en la comarca o en Andalucía, sino fuera del territorio.

—¿Se aprende tanto en las aulas de docente como de alumno?

—Yo aprendo de mis alumnos. Sí que se aprende, pero hay que escucharlos para aprender algo. En cualquier actividad es posible siempre y cuando escuches. Aunque a veces también son tonterías, claro.

—Ya se lo pregunté hace unos años y quiero volver a hacerlo: ¿la gente con fe es más feliz?

—Estoy totalmente segura. La prueba es que cuando tienes un problema gordo quienes se aferran a la fe tienen esa tabla. ¿Que luego todo es mentira? Pues bueno, igual que el que no ha creído. Es como los que están enamorados. Se aferran al amor aunque luego, con la ruptura, piensen que no eran queridos. En ese momento el asirte a esa persona, como a la fe, te ayuda. Y si es así, bienvenido sea.

Es cierta la contradicción de que cuando salimos de misa los domingos lo hacemos con cara de amargura, en lugar de estar contentos. Cada cual vive la fe a su forma. Creo que puede ayudar a ser más feliz. Hay quien se ase a la fe y quien lo hace al acohol.

—Mejor la fe.

—Mejor la fe. Hay una cosa muy graciosa que me llama la atención: gente que se casa por lo civil con una parafernalia igual o muy parecida a la liturgia de la iglesia. Ha calado tanto en nosotros la liturgia y la forma de la iglesia que aunque queramos romper con ella, volvemos. Porque nos gusta. Porque estamos educados en eso. Si has visto toda tu vida que la gente se viste de blanco, que uno sube a leer y tal, pues repites eso, aunque dejes apartado a Dios, pero repites la liturgia. Tu cultura. Por eso es importante saber cosas de la iglesia y estudiar religión, que no fe. Para interpretar lo que te rodea.

Fotos y vídeo: Antonio Anguita.

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