El poder de los hombres invisibles
Jaén, como también lo sería el conjunto de Andalucía, fue un territorio marcado por una fuerte inestabilidad en toda la segunda mitad del siglo XX. De entre todos los procesos acaecidos en este periodo de tiempo (conocidos por todos son la caída de la dictadura o la consecución de la autonomía, entre otros), hay uno que destaca con especial brillo: el migratorio.
La sangría demográfica del sur peninsular es algo que acaba por afectar a la gran mayoría de familias andaluzas, puesto que en el mayor número de ellas acabó por romper lazos familiares de incalculable valor. Tomando los datos del Atlas de Historia económica de Andalucía, Jaén no conoció década con saldo migratorio positivo en todo el siglo XX, provocando que una cantidad muy importante de jiennenses acabaran por residir en lugares más desarrollados económicamente, como Cataluña o País Vasco, siendo notablemente mayor el caso catalán.
Las causas y consecuencias son por todos conocidas: el atraso en el desarrollo industrial, la pérdida de capital humano de gran valor, el rechazo cultural... sin embargo, en este texto las miras estarán puestas en una Historia mucho más social y, por tanto, más cercana a nosotros, a nuestras familias.
La gran mayoría de los lectores de este medio tendrá entre sus familiares a personas que, en busca de unas mejores oportunidades, tuvieron que emigrar. Nada debería hacerles sentir más orgullosos que la valentía que entonces mostraron.
A pesar de lo que podría parecer, las acciones de esas personas no murieron ni lo harán nunca: al contrario de lo que manifestaban los miembros de la hermandad en El hombre invisible de Ralph Ellison, estas personas no fueron ajenas a la Historia. Este texto no es más que un relato de cómo los individuos, ya sea en su Harlem o en nuestra propia Jaén, son los verdaderos dinamizadores de la Historia.
Las migraciones y la participación en un proceso histórico común forman las bases de muchas sociedades a lo largo del mundo, siendo una de estas la nuestra, la orgullosa Historia que los jiennenses defendemos a capa y espada cuando alguien se ríe de nuestro acento o de la escasez de gente en nuestras calles. Es por ello que la Jaén de hoy debe su esencia y su verdad a las personas que un día tuvieron que irse llorando de ella, como el popular dicho jiennense nos destaca, y las que se tuvieron que quedar a vivir en lugares lejanos al nuestro.
No hay que avergonzarse del coraje, pues no hay nada más puro e imperecedero que el valor de los que un día fueron los hombres invisibles de nuestra tierra. Todos tenían un rostro y un acento, unos valores y sentimientos, que hicieron de Jaén lo que es hoy día: tierra de orgullo y verdad.
Un año más Jaén, la provincia invisible, brilla con destellos de plata. Qué bonito es poder estar aquí para verlo.
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