"Me habría gustado que una mujer hubiera optado a la presidencia del Gobierno"
Elvira Ramírez Peinado (Jaén, 1977) no se adapta al estereotipo de sindicalista que, en su opinión, tanto daño ha hecho a la política. Trabajadora de Salud Responde y secretaria general de Servicios, Movilidad y Consumo de UGT Jaén, dispone de horas sindicales limitadas para compaginar trabajo, la actividad política y la vida familiar. Una conciliación que nunca ha sido fácil para nadie, menos aún en una de las provincias más golpeadas por el desempleo y la crisis económica.
Nos recibe en la Plaza de Coca de la Piñera de la capital jiennense. El día es laborable; el tiempo, escaso. Sin embargo, su retórica curtida a base de movilizaciones, reuniones y pleitos le permite responder con seguridad y sin circunloquios. Y como a Terencio el comediante, nada humano, es decir, político, le parece ajeno.
—¿Cómo llega Elvira Ramírez Peinado al mundo sindical?
—Llegué con muchas ganas. Empecé a trabajar en Salud Responde allá por el 2006 y a raíz de un hecho concreto que no entendía por qué pasaba, creo que era un permiso debido a una intervención quirúrgica que coincide con una operación de mi padre de cáncer. No entendía por qué en el permiso retribuido se tenían que justificar todos los días de ingreso cuando el convenio afirmaba que teníamos a partir del hecho causante tres días de permiso retribuido para atender a la persona que está hospitalizada. Se lo pregunté a la delegada sindical que había por entonces, Susana Labella, que sigue siendo trabajadora de Salud Responde, y a raíz de ahí pensé que quería ayudar a la gente, a que los trabajadores conocieran sus derechos y a que pudieran ejercerlos...
—Y dio el paso.
—Sí, me afilié. Cuando hubo elecciones sindicales me presenté, salí elegida, formé parte del comité de empresa y empecé a moverme. Al principio tenía muchísimas dudas. Me dijeron que nuestro convenio colectivo tenía que ser nuestro padrenuestro, y yo iba con el convenio colectivo a todos lados. Subía muchas veces a la federación a preguntar dudas, tenía citas frecuentes con el gabinete jurídico de UGT. Así fue como un día, el por entonces Secretario General, Juan Manuel Arévalo, me propuso que asumiera la responsabilidad de llevar el sector al que pertenece mi trabajo que es Oficinas y Despachos. Yo le dije que no sabía nada, era prácticamente nueva y no tenía casi experiencia, pero pudieron más mis ganas de ayudar y de cambiar las relaciones laborales y ahí me embarqué.
—Muchos estudiantes recién licenciados que se incorporan al mercado laboral afirman que sufren un “choque con la realidad”, encontrándose algo muy distinto a lo que se esperaban. ¿Fue su caso?
—Totalmente. Creo que la frustración sindical es una de las peores que se pueden padecer. Ahora la manejo mejor. Pero es verdad que cuando te encuentras con problemas en el trabajo o que afecten a los trabajadores y la ley es injusta o no te ampara... pues sí que me pegué de bruces contra la realidad sindical.
—¿Cómo valora la realidad sindical de la provincia de Jaén?
—Creo que estamos muy parados. Me parece que hace falta más calle. Me parece que las casas del pueblo necesitamos más vida, pero ya no solo sindical, sino dentro del seno de las organizaciones; más actos de debate, más actos en los que la gente exprese lo que piensa... tenemos que escuchar mucho más a nuestros afiliados. Muchísimo más a la gente que está todos los días en los trabajos, que son los que de verdad conocen las realidades.
—¿Cree que hemos retrocedido con respecto a la época de la Transición?
—En el tema de la calle creo que sí. Pero sí que es verdad que ahora hay un impulso de la negociación colectiva en los convenios que no había antes. En cuanto a la calle, pienso que hace tiempo que teníamos que haberla retomado. Hay una situación muy alarmante, sobre todo en Jaén, que tenemos una tasa de paro altísima.
—¿Cuáles son los principales 'frentes abiertos' en la provincia en los que actúa su sindicato?
—El conflicto de los trabajadores del Servico Andaluz de Empleo de Linares es uno de los más graves: lo que nos faltaba en Jaén es que se empezaran a llevar servicios a otras provincias. Sin un enlace sindical dentro de la plataforma, el conflicto no se habría podido visibilizar ni hubiéramos tenido las reuniones con el Delegado de Empleo o con el Secretario General de Empleo de la Junta. Aparte de eso, tenemos un conflicto con la limpieza en la Universidad de Jaén. El tema está en que las licitaciones de la administración pública tienen unas condiciones establecidas y nadie se preocupa de hacer un seguimiento de que las empresas adjudicatarias las cumplan. De repente, las empresas empiezan a no cubrir bajas, a no contratar al personal que tienen que contratar... lo que repercute tanto en la calidad del servicio como en la vida de las trabajadoras, que tienen que hacer el trabajo de varias personas. Conflictos tenemos todos los días. Los tenemos con empresas de seguridad, cuando no pagan las horas extra. Los trabajadores hacen una barbaridad de horas extra de las que no hay constancia. Ahora con el tema del control horario, esperamos que se rebajen de alguna manera. Precisamente, creo que una de las causas que impiden que se genere empleo es la cantidad de horas extras que los trabajadores realizan.
—¿Cree que las empresas públicas deberían ser el modelo a seguir en cuanto a condiciones de empleo?
—Pienso que, efectivamente, tenemos mucho que aprender del sector público y de sus condiciones laborales. Porque es verdad que hay servicios que están licitados y que creemos que deberían ser públicos. Hay servicios que se hacen para la administración pública que están gestionados por una empresa privada con dinero público. Eso inevitablemente repercute en que los sueldos son más bajos, las condiciones laborales no tienen nada que ver con las de los funcionarios... y no es que todos queramos ser funcionarios públicos, sino que, como hacemos un trabajo igual o parecido, queremos tener unas condiciones laborales iguales o parecidas. Y creo que sí, debería ser nuestra guía, nuestro faro y nuestra meta.
—Para quien no lo sepa: ¿cómo funciona una negociación colectiva?
—Funciona en diferentes fases. Ahora acabamos de cerrar el convenio de oficinas y despachos en la provincia de Jaén. Nosotros, en la parte social, tenemos representación suficiente como para estar en una mesa de negociación, creamos una plataforma de las mejoras laborales que consideramos que se pueden introducir, nos reunimos con los empresarios y presentamos nuestra plataforma. A partir de ahí, creamos un debate, un tira y afloja. Hay cosas que salen, hay cosas que no salen, otras salen a la mitad... y otras que tenemos que hablar más de diez veces para que puedan salir, aportando sentencias, razonándolas, justificándolas, haciéndoselas ver a los empresarios... la negociación colectiva termina cuando firmamos un acuerdo o convenio. Es una tarea harto difícil. La pretensión de la parte empresarial no suele ser la misma de la parte social. Ellos defienden sus intereses; nosotros, los de los trabajadores. Suelen generarse conflictos, y la mejor manera de resolverlos es, precisamente, a través de la negociación colectiva.
—Cambiemos de tercio. ¿Por qué cree que hay tan pocas mujeres en la primera línea de la política y del mundo de la empresa? Aunque hay bastantes más que hace unos años, el porcentaje es significativamente más bajo comparado con el de los hombres.
—Yo lo tengo muy claro: todavía vivimos en una sociedad patriarcal y dentro de las organizaciones también existe el patriarcado. Yo tengo la suerte de pertenecer a UGT, un sindicato muy comprometido en el tema de la mujer. Por ejemplo, tenemos a Carmen Castilla como responsable regional. El nuestro es un sindicato feminista. Apostamos por las mujeres. Pero sí que es verdad que todavía tenemos pendiente romper ese techo de cristal. No hemos podido estar en esa primera línea porque no nos han dejado, porque nos han adjudicado un rol de cuidado de familias y de quedarnos en casa. La incorporación de la mujer al mundo laboral fue muy importante, pero no queríamos quedarnos solo en eso. Nosotras también somos capaces de liderar y lo estamos demostrando. A mí me habría gustado que en estas Elecciones Generales hubiera optado a la presidencia del Gobierno una mujer. Las palabras están muy bien, pero siempre dicen más los hechos que las palabras. Tenemos a Carmen Calvo, tenemos a Irene Montero, que han demostrado que son sobradamente válidas para hacer exactamente lo mismo que cualquier otro hombre. De cara a las municipales, también me habría gustado ver más candidaturas encabezadas por una mujer. Porque ya nos toca.
—Muchas autoras denuncian que existen actos de machismo implícito o “micromachismos”, que son más difíciles de detectar y por tanto más peligrosos, porque actúan a diario en nuestra vida sin que nos demos cuenta. ¿Los percibe?
—Sí. Los percibo en las relaciones laborales, por ejemplo. Hace diez días tuvimos una reunión con empresas dedicadas a la seguridad privada y, de trece personas que éramos, la única mujer era yo. Me sorprendió muchísimo que hoy todavía seamos una minoría tan aplastante en determinados ámbitos. Esos micromachismos yo los veo en los roles sociales. Pero también creo que a veces las mismas mujeres no nos damos cuenta. Porque los tenemos asumidos. Nos han educado así a lo largo de siglos. Yo tengo un hijo y una hija. Pues hay veces que me descubro pidiéndoles cosas a la chica y me digo “¿por qué acudo a ella y no a él?”. Es decir, me sorprendo a mí misma y tengo que rectificar. Por eso, las mujeres tenemos que ser conscientes e identificar esos micromachismos. En el tema laboral, por ejemplo, en el ámbito de la seguridad privada, los turnos nocturnos normalmente se los dan a los hombres ya que se supone que las mujeres deben estar en casa cuidando de los niños. Esto repercute en la nómina. Así creamos una desigualdad salarial entre los hombres y las mujeres de ese sector. Hay otros muchos ejemplos.
—¿Y qué se puede hacer al respecto? ¿Es educar la mejor respuesta?
—Yo pienso que, además de educar, hay que darle visibilidad social. Hablar, debatir, juntarnos para discutir el tema en organizaciones progresistas... todo eso ayuda a que las mujeres y los hombres nos demos cuenta de esos micromachismos que se nos van escapando.
—Hablemos de los cambios en el mundo laboral. La imagen del obrero con el mono azul que trabaja en la fábrica no define tanto al siglo XXI, caracterizado por un gran número de trabajadores precarios del sector servicios en puestos de repartidor o camarero, a veces como falsos autónomos. ¿Cómo lo percibe desde su posición?
—Me parece la forma de explotación más ruin que puede haber. Es increíble que alguien tenga que pedir un préstamo y endeudarse para comprarse una furgoneta y poder trabajar en turnos de 12 horas. Es una situación aberrante.
—¿Debería la izquierda mantenerse alerta ante este tipo de situaciones y no quedarse en análisis sociales del siglo pasado?
—Por supuesto que sí. Tenemos la obligación de hacer desaparecer toda esa explotación y precariedad laboral. Es un problema social muy grave, porque además la situación es muy competitiva. Es decir, la relación entre compañeros, que debería ser solidaria y de colaboración, no existe. Como cada uno tiene que llevar el pan a su casa, entonces empiezo a verte como competidor en vez de compañero. Y me parece terrible.
–En relación con lo que me acaba de decir, ¿por qué es bueno que los trabajadores se organicen?
–El ejemplo lo tenemos en el tema del Servicio Andaluz de Empleo. Si no hubiera habido un enlace sindical, nadie habría defendido a los trabajadores ni su derecho a quedarse en Linares. Y porque la unión hace la fuerza. La frase está muy gastada pero es cierta. Yo no creo que todos tengamos que pensar igual, pero para mejorar las condiciones laborales tenemos que luchar juntos. Cada uno con sus ideas y creencias, pero juntos. Son más puntos los que nos unen que los que nos separan. Esa es la clave.
—Últimamente muere mucha gente en soledad. ¿Tiene algo que ver esa ética individualista y competitiva que mencionabas antes?
—Yo creo que sí. El estrés, la ansiedad, el tener que conciliar la vida laboral y familiar... todo eso produce una enorme presión que no sabemos gestionar. No nos han educado para saber gestionar emociones, sino para estudiar, casarnos, formar una familia y trabajar. La educación emocional se ha dejado aparte. Y cuando nos enfrentamos a este mundo voraz de presión social, laboral y familiar, nos cuesta muchísimo.
—Ya para acabar: en los últimos meses hemos vivido muchos comicios electorales. ¿Por qué, como representante de un sindicato, cree que es importante participar en la vida democrática?
—Porque nosotros queremos progreso. Porque la involución presente en partidos de ultraderecha y políticas neoliberales supone retroceder siglos en el tiempo. Por todo lo que hemos luchado en todos los ámbitos para lograr un estado de bienestar, no podemos quedarnos en casa. Además, pienso que no solo tenemos que ir a votar, sino que tenemos que votar progreso. No sé si la gente es consciente del peligro que entrañan las políticas de ultraderecha. No creo que nadie desee esa regresión hacia una sociedad controlada con mano de hierro. Nos queremos libres en un mundo de bienestar social. Por eso y para eso hay que salir a votar.
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COMENTARIOS
ALMUDENA CALDERÓN CRUZ Mayo 27, 2019
Os recuerdo que hasta ahora en más de cuarenta 40 años de democracia, el único partido y la única mujer que ha optado por la presidencia del gobierno ha sido Rosa Díez por UPyD. Ejemplo de mujer demócrata y feminista. Aunque algunas se empeñen en decir loo contrario.
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