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Una jiennense de la Estación de Huesa en Mazarrón

Por Javier Cano - Junio 22, 2024
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Una jiennense de la Estación de Huesa en Mazarrón
En un banco de la Estación de Huesa, su patria chica. Foto cedida por Encarni Moreno.

Encarni Moreno Cabrerizo dejó su pueblo con quince años de edad y, tras toda una vida en el municipio murciano, asegura que morirá siendo "una andaluza de Jaén"

Quienes disfrutan escrutando papeles viejos saben que entre Mazarrón y la provincia de Jaén existen pocos vínculos, más allá de que una calle del municipio murciano lleva el nombre de la capital del mar de olivos o de que en el puerto mediterráneo vio la luz primera el último gobernador militar de la isla de Cuba hasta el Desastre del 98, el general José Toral y Velázquez, emparentado con una de las familias más linajudas del Santo Reino. 

Aparte de eso, la única posibilidad de oír el acento jaenés por aquellos lares se reduce a los meses de verano (cuando más de un jiennense prefiere las playas mazarroneras) o a la conversación entre algunos de los emigrantes que, en su día, dejaron la tierra del ronquío en busca de horizontes laborales más prometedores. 

Entre estos últimos se encuentra Encarni Moreno Cabrerizo (Estación de Huesa, 1963), quien con solo dieciséis años de edad dijo adiós a su patria chica después de curtirse, un par de campañas, en la vendimia francesa.

Se fue, sí, pero con la frente marchita (como canta Sabina) a fuerza de llorar a su Estación de Huesa de su alma, la pedanía de Cabra del Santo Cristo en la que nació y a la que, a pesar de las décadas transcurridas, no renuncia por nada del mundo: "Vivo aquí desde hace cuarenta y dos años, pero no me olvido de mi pueblo; muchos vecinos y amigos me dicen que ya soy murciana, y yo les contesto que moriré siendo andaluza de Jaén", confiesa Moreno a Lacontradejaén. 

Tercera de los cinco hijos de un agricultor y una modista (que terminaron regresando al terruño pero que, finalmente, reposan en su pueblo adoptivo), Encarni estudió hasta séptimo curso de la antigua EGB, y de ahí a las duras faenas agrícolas, no hubo más que un paso: 

"Vivíamos en un cortijo, mientras fuimos pequeños y como teníamos olivos, íbamos bien pero al crecer, necesitábamos más", comenta. Y apostilla: "Mis padres querían que siguiera estudiando, pero por irme a Francia dejé la escuela". 

Y al contrario que Alberti (que en uno de sus personalísimos sonetos lamenta todo lo que dejó atrás por recalar en Roma pocos años antes de que Moreno Cabrerizo iniciaria su exilio particular), la jiennense cayó en los brazos del mar de la mano de "una familia de Mazarrón que nos dijo que podíamos trabajar más cerca, sin tener que irnos a Francia.

Con su padre y sus dos hermanos mayores comenzó su aventura murciana, hasta que mamá y los dos pequeños volvieron a poner calor de hogar a la distancia. Años de trabajo en el campo, de esfuerzo que, a la par, le permitieron construir una familia propia más pronto que tarde. ¿Que no? Lean, lean...

"Llevaba un año aquí y tuve un flechazo; con dieciséis años me casé y con diecisiete tuve a mi primera hija", que hoy tiene cuarenta y dos tacos; la menor, de treinta y ocho, continúan la dinastía, que por ahora completan dos nietos de siete y dos años, respectivamente.

Todos murcianos, pero descendientes de gentes de Jaén que, como los cuatro hermanos de Encarni, dieron forma a sus expectativas en la capital de la lecha a la espalda (dicen que hay que probarla, que está para chuparse los dedos).

 Con el puerto de Mazarrón a sus espaldas. Foto cedida por Encarni Moreno.
Con el puerto de Mazarrón a sus espaldas. Foto cedida por Encarni Moreno.

Si algo ha dejado claro Encarni Moreno Cabrerizo desde que arribó a los paisajes que prefirieron los fenicios es que no se le caen los anillos, vaya que no. Ahí está su trayectoria profesional, lustros y lustros currando a base de bien lo mismo en el campo que allí donde la vida le dice: "Aquí hay trabajo". 

"Tuvimos una empresa que nos iba muy bien, una granja con mil cabras y también invernaderos de tomates; en la cooperativa donde se envasaban estuve veinte años". Los mismos que hace que tuvo que reinventarse, cuando su estado civil cambió y se batió el cobre en un restaurante antes de ejercer en una guardería, atendiendo a personas mayores, en el ámbito de la limpieza... Ahí sigue.  

"EL GRUPO DE FACEBOOK ME HA DADO VIDA"

No se le iban a resistir las nuevas tecnologías a quien, para salir adelante, no le han dolido prendas para adaptarse a cualquier situación, y lo saben bien las redes sociales. 

No en vano, Encarni se incorporó "hace diez años" (asegura) al grupo Jaén solo hay una, "creado por Antonio Almagro, de Bailén". Una suerte de familia digital cuyo objetivo procuran cumplir en cuanto la ocasión se lo permite: "Conocer los noventa y siete pueblos de Jaén".

"Vamos de pueblo en pueblo", indica, y tan celebrada es su presencia y la labor de difusión de sus destinos que, como ella misma certifica, los mismísimos alcaldes de los municipios jiennenses se los disputan: "Nos llaman para que vayamos, porque hacemos propaganda de los pueblos".

Se trata de un colectivo que, en números propios de Facebook, cuenta con 144.200 integrantes, aunque de ellos es un diez por ciento el que, normalmente, acude a los viajes que organizan los fines de semana previstos: 

"Visitamos el pueblo, y lo primero que hacemos es desayunar, el Ayuntamiento nos pone guías para enseñarnos los monumentos y todo lo demás; luego comemos en un restaurante, vemos el pueblo, sacamos fotos y le damos publicidad. ¡Nuestra tierra está olvidada y hay que darla a conocer!, exclama. ¿La próxima cita? Que se preparen los arjonilleros, que el 29 de junio están en sus calles. 

Una agenda de desplazamientos que, además de colmar el espíritu viajero de Jaén solo hay una, ha sido una auténtica terapia para la protagonista de este reportaje: "A mí me ha dado vida; cuando empecé estaba mal, y me vino de maravilla". Miel sobre hojuelas, entonces. 

"ME MORIRÉ EN MAZARRÓN"

Más de un lector se estará preguntando, a estas alturas, cómo es que Encarni Moreno Cabrerizo no vuelve definitivamente a la tierra de su sangre, a la Estación de Huesa, diciendo lo que dice de ella: "Mazarrón en un sitio estupendo, pero echo de menos mi tierra; sigo viviendo aquí porque mis hijas viven aquí, si ellas estuvieran fuera me hubiera ido a mi tierra".

Que sí, que en cuanto puede tira para su pedanía natal, donde conserva el cortijo de su infancia y primera adolescencia, y que sus hijos y sobrinos son frecuentes en el campo que ella tanto evoca, pero de ahí a reestablecerse en la aldea cabrileña...

"Cada dos por tres me escapo; cuando voy al pueblo, al llegar al carril de enfrente del cortijo, me da sentimiento y me echo a llorar; luego, ahí soy la más feliz del mundo y cuando me voy, vuelvo a llorar". Al llegar y al irse, como dice el refrán que les pasa a quienes entran a Jaén. 

Pero lo tiene claro: "No volveré", y explica la razón: "Cuando vivíamos en el cortijo, al lado de la Estación de Huesa, había mucha gente, pero ya no hay nadie. Para irme allí sola me da miedo, ¡si estuviera mi familia como antes, sí! porque me encanta vivir en el campo, pero sola no. O lo que es lo mismo, que si tuviese que elegir un lema para su escudo de armas, se podría leer: "Andaluza de Jaén, pero me moriré en Mazarrón". Ha dicho. 

 La protagonista del reportaje, en una de las quedadas que el grupo organiza en la provincia de Jaén. Foto cedida por Encarni Moreno.
La protagonista del reportaje, en una de las quedadas que el grupo organiza en la provincia de Jaén. Foto cedida por Encarni Moreno.

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