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Enrique Mackay

Por Celeste Cruz Rama - Mayo 09, 2017
Enrique Mackay
Enrique Mackay, recordado por Celeste Cruz.

El protector de las sierras de Cazorla

Paseamos por las altas sierras de Cazorla y presumimos de su belleza sin pensar que hubo un hombre que abrazó de tal modo cada árbol, arbusto y flor que, de no haberlo hecho, nuestros pasos caminarían quizá por un desértico paraje. Tener amigos como Miguel Ángel de la Rosa (compañero de nuestros inicios periodísticos y aquí continuamos, compartiendo espacios en Lacontradejaén) es un lujo difícil de igualar y una breve conversación ilumina el camino hacia Cazorla: “¿Conoces a Enrique Mackay Monteverde?”. ¡Gracias compañero por otro descubrimiento más!

Tinerfeño de nacimiento en el año 1876, se licenció en Ingeniería de Montes en la Escuela de El Escorial y diez años después fue destinado a Cazorla, donde permaneció al frente hasta 1924. A su llegada, Mackay se encontró con una sierra convertida en provincia marítima un siglo antes para abastecer a la Armada de madera y la corta sin control había hecho desaparecer, prácticamente, todos sus robles. En pocos años, aquel ingeniero de montes logró, no sólo la repoblación y cuidado de este espacio natural, sino también aplicar políticas sociales como, por ejemplo, facilitar ayudas a familias de trabajadores del monte que habían perdido la vida en ellos. En 1924 es destinado a la Jefatura de Distrito de Jaén y en 1928 vuelve a cambiar de destino llegando a Madrid donde ocupó altos cargos tanto en la Administración Forestal del Estado como en la Escuela de Ingenieros de Montes.

1936: EL AÑO QUE LO CAMBIÓ TODO

El estallido de la Guerra Civil destrozó, literalmente, la vida personal de Enrique Mackay. A sus sesenta años, ostentaba el cargo de Inspector General del Consejo Forestal del Estado y de director de la Escuela de Montes. Su prestigio no evitó el asesinato de algunos de sus familiares de Cazorla, el saqueo y ocupación de su residencia con la quema de su biblioteca, el bombardeo de la Escuela de Montes... En 1937, es destinado forzosamente a Valencia tras varios registros en su domicilio madrileño y su hija Manuela —muy enferma— y una sobrina son encarceladas al ser acusadas de “derechistas” y de pertenecer a Acción Popular. En 1938, tres de sus hijas se exilian.

“No es el mío un caso excepcional, pues raros serán los hombres de juicio sano e independiente que, habitando en zona roja, no hayan sufrido en sí mismos o en sus familiares persecuciones parecidas o aún más graves”, reza en el expediente de depuración co-social que Enrique Mackay declara el 1 de abril de 1939 como funcionario. Ese mismo día había logrado regresar a Madrid.

Un mes y dos días después, una Orden Ministerial le encarga a Mackay una Comisión Especial, en su condición de Inspector General, en los montes de la provincia de Jaén. Esto representa no sólo volver a su hogar, sino también volver a recuperar las sierras que tan bien conoce del abandono sufrido en los últimos siete años. Varios viajes y grandes esfuerzos entre 1939 y 1940 lograron que el horizonte de Cazorla, Segura y Las Villas sea hoy lo que es, pero las fuertes bases ya estaban implantadas desde su llegada, cuarenta años atrás. Mackay se encuentra con su añorada sierra y con todos sus problemas tras la Guerra: recursos, viveros, roturaciones y pastoreo. Comienza el trabajo: planes de mejora urgentes, estudios de valoración del metro cúbico de madera, prepara arrastraderos, obras en caminos... No en vano, la madera de estos montes sigue siendo el mayor ingreso del Patrimonio Forestal del Estado.

Concesiones a compañías ferroviarias y la Ley del 4 de Junio de 1940 le otorgan a Mackay un ascenso profesional, pero tras visitar las zonas forestales donde se habían autorizado las talas masivas y sin criterio selvícola, se da cuenta del gravísimo daño causado a los montes, en ese momento, y la deforestación que supondría en el futuro. Tras unos meses y varios informes, Mackay es retirado de sus cargos y, por tanto de ingeniero de montes del Estado, en el mes de noviembre. Sus quejas y luchas por proteger la sierra de Cazorla, Segura y las Villas desde los despachos o a pie de monte tuvieron su consecuencia directa: Mackay fue inmediatamente represaliado como desafecto al Régimen Franquista, con falsos motivos. Pocos meses después fallece su hija Manuela con 27 años de edad tras agravar la enfermedad su permanencia en la cárcel.

Mackay siguió luchando para ser readmitido como ingeniero de montes del Estado. Llegando a juicio y a pesar de lograr la readmisión, quienes manejaban la política forestal del momento alegaron no encontrar vacante para él. “Desde su readmisión, sólo alguna comisión, estudio y propuesta le fueron encargados hasta que en enero del 46, con 70 años, le notificaron su jubilación «con la categoría de Presidente del Consejo Superior de Montes». Ahora ya no importaba” (‘Don Enrique Mackay y la Política Forestal de la Sierra de Cazorla’, de María Rosa García, Elucidario. No 8 de Septiembre de 2009). Desde su jubilación y a pesar de todo, escribió varios tratados indispensables hoy para entender la conservación de los montes. Falleció en su amada Cazorla en 1974.

“Deja el coche en la carretera y trepa alentado a lo más alto de un voladero, siéntate arriba, respira hondo aquel aire purísimo, y tiende luego la mirada..., aquí está la obra de la naturaleza. Y tú lector, podrás estar seguro de que aquel paisaje, a aquella hora precisa y con las mismas luces y sombras tan sólo por ti ha sido y será gozado”. «Turismo en la Sierra de Cazorla», Anuario del Adelantamiento de Cazorla no 2, 1953 (E. Mackay). 

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