Lo que mi profesor de Filosofía me enseñó
A Jesús Cano, mi profesor de Filosofía
Sus enseñanzas me han hecho más libre
La sirena anuncia la última hora de clase. El escenario muestra un aula con treinta adolescentes en plena ebullición hormonal y acongojados por el aire en la nuca de la tan temida selectividad. Se abre la puerta y aparece una camisa de cuadros rojos, una carpeta con los folios desordenados y una barba un tanto desaliñada: un aparente caos que guarda en su manga el arte del sosiego.
Comienza la función: el ruido de fondo se cubre de interrogantes y la curiosidad se ha acomodado entre los alumnos. De la carpeta desordenada emerge el personaje que los va a acompañar durante una hora y en ese lapso de tiempo, el profesor de la camisa de cuadros, dibuja en los treinta rostros adolescentes las ganas de saber y de ser.
Decía Galeano que el ser humano está hecho de historias. Y sin duda, este capítulo de la mía forma parte de mi presente. Diez años después, la semilla que plantó mi profesor de Filosofía, se ha transformado en un modo de vivir y es algo por lo que le estaré eternamente agradecida.
Quizás hablar de Filosofía en la era del consumismo puede parecer algo inútil, pero es precisamente en este momento, cuando reivindicarla se vuelve una urgencia. Vivimos sumidos en la rapidez, en lo inmediato y apenas dejamos tiempo para prestar atención a lo esencial. Buscamos respuestas fáciles, manuales de autoayuda que den solución a los problemas cotidianos y a los que no lo son tanto. Lo útil, bueno y lo de verdad se asocian a un supermercado y se nos ha olvidado que lo que nos hace humanos es la capacidad de preguntarnos, asombrarnos y de llegar a la raíz.
¿Cuándo fue la última vez que sintieron la emoción de descubrir algo nuevo?, ¿cuándo fue la última vez que se cuestionaron aquello que los rodea?
La Filosofía es el arma que tenemos para cambiar el mundo, es la que nos anima a tirar del hilo del conocimiento, la que nos ayuda a dudar y eso nos abre un universo infinito de posibilidades. No saciará nuestra sed de repuestas, que es una epidemia postmoderna, pero si provocará un tsunami de preguntas que nos abrirán los ojos al mundo y su circunstancia.
La Filosofía está dentro de nosotros, pues es patrimonio humano, es de todos y es inevitable. Cuando el reloj nos engulla con su prisa, apostemos por parar, reflexionar y observar. Ya nos lo advertía Juan Ramón Jiménez: “No corras, ve despacio que donde tienes que ir es a ti mismo”. La vida reflexiva es la mejor vivida y esto solo se consigue con sosiego, como el que guardaba el profesor de Filosofía en su manga.
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