"Me gusta ser enterrador de Castillo de Locubín y no quiero jubilarme"
Enrique Muñoz Molina se ocupa del cementerio castillero desde hace 23 años y en su entorno destacan que es una persona querida por todo el pueblo
Estaba trabajando en el campo, en Los Chopos, cuando sonó el teléfono y le dijeron que iba a faenar en el cementerio. Fue hace 24 años y Enrique Muñoz Molina (Castillo de Locubín, 1959) sigue como enterrador de su municipio. "Se me dio bien y no es fácil. Hay lápidas que cuestan más de 1.500 euros. Y ésa es mi especialidad, quitarlas con cuidado", cuenta en declaraciones a este periódico.
Muñoz atiende a este periódico desde el Cementerio Municipal de Castillo mientras cae la tarde y llega la noche. La atmósfera le es tan familiar que no se inquieta, menos con al llegada de Todos los Santos. "Yo no le tengo ningún miedo a estar aquí, pero es verdad que he visto y he olido de todo", dice.
Alude al "aguante" necesario para retirar restos mortales y hasta para echarle mano a "cosas" de las que uno se mantiene muy lejos en la vida normal. "Yo llegué aquí porque ya había hecho muchos entierros y desde la funeraria del pueblo me avisaban para ayudar", aporta y señala que ahora tiene "un mes muy malo", donde entre otras cuestiones deberá subirse a los tejados.
"ES MUY SERVICIAL Y SIEMPRE ESTÁ TRABAJANDO"
Enrique Muñoz recuerda a Mariano, el enterrador que estuvo antes de él durante 16 años. "Era muy buena persona. Ya digo que a mí se me dio bien esto. Es cierto que hay que tener estómago y echarle valor", añade.
Belén Cantero, su sobrina, destaca que el enterrador de Castillo de Locubín es una persona "muy servicial", incapaz de tomarse vacaciones. "Todo el mundo lo quiere en el pueblo. Ha sido el padre que no he tenido", admite acerca de un hombre que empezó a trabajar con tractores a los 11 años.
Padre de dos hijos mayores de edad y abuelo de otros tantos nietos, Enrique Muñoz no es hombre de bares, evita el alcohol y lo suyo es ayudar a la gente. De ahí que se lo hayan reconocido desde el IES Pablo Rueda. Le falta apenas un año para jubilarse, pero él no lo ve claro: "Me gusta ser enterrador y si puedo y me dejan, seguiré", concluye.
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