ENTERRADOS EN OTRAS TIERRAS
A pocos días de la fiesta de Santos y Difuntos, Lacontradejaén propone una ruta funeraria por los lugares de sepultura de conocidos jiennenses cuyos restos mortales reposan más o menos lejos de su patria chica
"A ti, enterrado en otra tierra" le escribió Alberti a Machado en la dedicatoria del poema de 1941 que el gaditano tributó al poeta hispalense: "Descansa, desterrado / corazón, en la tierra dura que involuntaria / recibió el riego humilde de tu mejor semilla".
El propio autor de Campos de Castilla, antes de irse de este mundo, había dejado dicho: "Solo la tierra en que se muere es nuestra". O lo que es lo mismo, que por más de su pueblo que sea uno, no hay bautismo de agua que pueda con el último abrazo de barro.
No es cuestión de enmendarles la plana a tan grandes literatos, pero un repaso a las biografías de un buen número de jiennenses en el exilio póstumo deja claro que sí, que murieron fuera del mar de olivos y jamás regresaron a sus orillas pero que si fuese por ellos no los envolvería más honda oscuridad que las de las sepulturas de aquí (dulce naufragio, las llamaría Leopardi).
Hoy, a un tiro de piedra de la fiesta de Santos y Difuntos, este periódico propone una ruta funeraria (incompleta, susceptible y encantada de integrar nuevos datos) por los lugares de enterramiento de conocidos jaeneros cuyos restos reposan más o menos lejos de su patria chica.
Un reportaje abierto a las sugerencias de los lectores para conformar, finalmente, una amplia guía que conduzca directamente a los pies mismos de las tumbas donde duermen el sueño de los justos ilustres comprovincianos.
Por no retirarse mucho, la vecina Granada es el punto de partida de esta luctuosa propuesta, concretamente su histórico cementerio de San José. De mediados del XIX pero levantado sobre suelo sagrado décadas antes, este camposanto alberga los restos del universal pintor Manuel Ángeles Ortiz, nacido en la calle Portillo en 1895, a nada y menos de la Catedral de Vandelvira.
Fallecido en París en 1984, fue silencioso vecino de Baudelaire, Beckett, Ionesco, Cortázar o César Vallejo en el célebre Montparnasse hasta el mes de abril de 1989, cuando su cuerpo fue trasladado a la Ciudad de la Alhambra.
No en los patios a cielo abierto de San José sino bajo sacra techumbre esperan el día del Juicio una noble y un obispo muy vinculados con la historia del Santo Reino: la que fuera esposa del condestable Iranzo, Teresa de Torres (Jaén, 1442-Granada, 1521), tras la muerte de su marido se metió a monja y llegó a abadesa de la mano de la reina católica; recibió sepultura en el convento de Santa Isabel, bajo cuyo coro yace.
El mitrado en cuestión es Rafael García y García de Castro, salmantino de 1895 que ocupó la sede de San Eufrasio entre 1942 y 1953 y uno de los más recordados prelados de la diócesis, al que la capital de la provincia dedicó una calle aledaña al convento de las Bernardas y la plaza de toros. En la Catedral granadina tiene su última morada.
A 106 kilómetros en coche, una horita de viaje, el cementerio cordobés de Aguilar de la Frontera exhala aliento huelmense desde el enterramiento del músico Sebastián Valero (1926-2002). Con una obra más que reconocida y aplaudido en diferentes países gracias a muchas de sus composiciones (principalmente por sus partituras procesionales), dedicó gran parte de su trabajo a la docencia y firmó piezas como Sabrosa como la miel (dedicada a la patrona de Huelma) o los himnos tanto de su pueblo como de Aguilar, que lo condecoró con su medalla de oro.
Ya en la capital de la Mezquita, desde junio de 1993 el romántico cementerio de San Rafael es el último paisaje que pasó ante los ojos cerrados del gran pintor Rufino Martos, nacido en la jaenerísima calle Espiga un mes de febrero de 1912. Maestro de la luz, en Segura de la Sierra su hijo Juan mantiene abierto un coqueto museo en el que puede disfrutarse de gran parte de la obra de este consumado paisajista.
Y de Córdoba a Cádiz, en cuya Catedral, desde el pasado mes de septiembre, se halla el cuerpo sin vida del obispo alcalaíno Antonio Ceballos Atienza, al frente de la diócesis gaditana entre 1993 y 2011.
MÁS ALLÁ DE DESPEÑAPERROS
Nunca cruzaron el desfiladero, para regresar a Jaén, los restos mortales de un nutrido grupo de artistas, políticos, nobles y escritores que yacen repartidos en los abundantes cementerios de la Comunidad de Madrid.
En el de la Almudena, por ejemplo, más de un jiennense debió de escuchar la trompeta del ángel de la muerte, esa que los madrileños, para aliviarse el mal fario, le colocaron luego en las rodillas. Sí, las sepulturas de este inmenso camposanto rebosan toponimia jaenesa en muchas de sus lápidas, de las que aquí solo se ofrece una aproximación.
Ahí está Santisteban del Puerto, de la artística mano del escultor Jacinto Higueras Fuentes (1877-1954), que descansa en paz junto a su segunda esposa, su hijo de nueve años... y su suegra. Por cierto, que en el mismo recinto y en otra sepultura, vacía ya, campea aún la leyenda de propiedad: "Familia Higueras".
Varios miembros de la nobleza provincial, entre ellos algunos miembros de la familia de los marqueses de Busianos, tienen su sepulcro en el barrio de las Ventas. Entre los más resaltables, por su actividad, el diplomático José Luis Messía Jiménez (Baños de la Encina, 1920-Madrid, 1997).
Y de linaje histórico a aristocracia jonda, representada en el célebre cantaor de Andújar Rafael Romero, 'El Gallina', cuyos melismas cesaron para los restos en la villa y corte a principios de 1901. En la Almudena yace su flamenquísima anatomía, cerca de la imponente de Antonio de Lara, 'Tono' (el popular dibujante de la 'otra Generación del 27', 1896-1978).
Otro legendario cementerio madrileño, el de la Sacramental de San Isidro, cuenta también entre sus moradores con ilustres del Santo Reino como Jacinto Higueras Cátedra, hijo del artista homónimo y cuya tumba diseñó él mismo. Escultor, actor en la lorquiana Barraca... Un lujo de la provincia que comparte último espacio con, entre otros, su cuñada, la soprano internacional Lola Rodríguez Aragón, fundadora de la Escuela de Canto de Madrid.
Hablando de sopranos, en San Isidro (camposanto dependiente de una cofradía inmaculista y el más antiguo de los cementerios eclesiásticos madrileños) yace igualmente la lupionense Amalia Ramírez, una auténtica figura de la lírica de su tiempo, nacida en el municipio de La Loma en 1834 y fallecida en la tierra del oso y el madroño allá por 1918, a las puertas de los felices años 20 del pasado siglo.
Vecina suya, la creadora del Sorteo del Niño de la Lotería Nacional, María del Carmen Hernández Espinosa, duquesa de Santoña. Una decimonónica dama de fallecimiento finisecular a la que Madrid recuerda con alta estima en diferentes rincones de la ciudad gracias a la labor benéfica que desarrolló a lo largo y ancho de su existencia.
La misma tierra que abriga los huesos del abogado villacarrillense Luis Javier Benavides Orgaz, jovencísimo letrado víctima de aquel terrible suceso que fueron los asesinatos de Atocha, en 1977.
De mediados del XIX es, asimismo, la Sacramental de San Justo, calificada por muchos como un "museo al aire libre" en pleno cerro de las Ánimas. Allí es posible 'coincidi' con el ministro Joaquín Ruiz Jiménez, nacido en las cercanías del Arco de San Lorenzo en 1854 y muerto ochenta años después en la capital de España, tras una carreta política de relumbrón a la vera de la monarquía de Alfonso XIII.
Como curiosidad, en este "corral de muertos" (palabras de Unamuno) habita la breve sombra de la recordada actriz Rafaela Aparicio. ¿Pero es que era de Jaén, 'qué pinta en este entierro'?, se preguntarán ustedes.
"Yo pasé toda mi infancia en Úbeda. Me eduqué en el colegio de las Carmelitas. Estuve aquí hasta 1914 y tengo unos recuerdos muy hermosos de aquellos años, fueron los más felices de mi vida. Fíjate que tengo una hermana que se llama Guadalupe, como la patrona de Úbeda (...) Quiero mucho a Úbeda, porque se lo merece. Tanto, que me gustaría volver a vivir aquí", le confesaba al dibujante jiennense José Villar, 'Vica', en 1983.
Toca dejar Madrid, no sin antes advertir que en el cementerio Sur, del barrio de Carabanchel, encontró un eterno abrazo español aquel exiliado por excelencia que fue el escritor carolinense Manuel Andújar, o que en el de Pozuelo de Alarcón, el municipio metropolitano de la capital nacional, un linarense de la farándula, el popularísimo actor Agustín González, bien merece un recuerdo, una visita, por parte de sus comprovincianos.
Si tendrá sabor jaenero el cementerio de El Pardo que en él recibió sepultura el poeta autor del Himno de Jaén, Federico de Mendizábal y García-Lavín (Madrid, 1901-1988).
Todo un santo de aquí, el linarense Pedro Poveda, fundador de la Institución Teresiana, desde 1940 (cuando fue trasladado desde la Almudena) recibe culto a las afueras madrileñas, en la capilla de la casa de formación de Los Negrales. Las afueras... Quienes decidan acercarse al Valle de los Caídos han de saber que veintiocho hijos de Jaén fueron a parar a sus instalaciones funerarias, según la web creada dependiente del Ministerio de Justicia.
POR TODA ESPAÑA
De capillita a Catedral, como la de Ávila, que guarda los restos del obispo Sancho Dávila y Toledo, prelado de la Iglesia de Jaén de 1600 a 1615, y a pocos kilómetros, no más de setenta, el convento carmelita de Segovia custodia los de San Juan de la Cruz, el poeta místico que expiró en Úbeda a finales del XVI.
"Bella ciudad de luz..." Toledo, lo mismo que Jaén. Precisamente el cementerio de Nuestra Señora del Sagrario acoge al entrañable compositor Emilio Cebrián Ruiz, toledano, sí, de 1900, pero tan de Jaén como su himno o la marcha de El Abuelo, que se cuajó en sus años de residencia en el Santo Reino hasta eternizarla por las calles de todo el mundo. Ah, y aviso para navegantes: el maestro reposa junto a su familia en el sepulcro que se ve en la foto superior, no en otro sobre el que campea la leyenda "Maestro Cebrián", en el que al parecer estuvo unos años y a nadie se le ha ocurrido retirar esas letras, según aclara el músico arjonero Gerardo Navas.
En su Catedral, en la capilla de la Descensión, el arzobispo Baltasar Moscoso y Sandoval (Santiago de Compostela, 1589-Toledo, 1665) encontró el descanso perpetuo tras los trajines que le dieron las grandes obras que impulsó en el templo mayor de Vandelvira cuando portaba el báculo jaenés.
Antes de continuar viaje hacia el norte, y ya que va de hombres de Iglesia el asunto, en el cementerio alicantino de Penáguila tiene su tumba el arzobispo Santiago García Aracil, valenciano de 1940 pero obispo de Jaén entre 1988 y 2004, que terminó sus días como titular de la diócesis de Mérida-Badajoz.
Aprovechando el porte, una visita al cementerio de Alicante ofrece unos minutos de oración o reflexión (allá cada cual) ante la sepultura del poeta Miguel Hernández (1910-1942, que anduvo por el mar de olivos y le escribió el más universal de los poemas dedicado a los aceituneros) y su esposa, la quesadeña Josefina Manresa (1916-1987).
Bastante más arriba en el mapa, en Valladolid, su joven templo catedralicio pone lápida al obispo cordobés Félix Romero Mengíbar, cuyo episcopado, de 1954 a 1970, todavía pervive en la retina y en la memoria de muchos jiennenses. De los que peinan canas, eso sí. Como arzobispo vallisoletano terminó su paso por la Tierra y, como es costumbre, su Catedral le presta cobijo.
Ya bajo el cielo maño, Torrero (el camposanto zaragozano) rinde tributo cotidiano al insigne jurista oscense Joaquín Costa, notario en Jaén algunos años, con calle a su nombre en el barrio de la Merced y monumento en el cementerio de la ciudad del Ebro.
Por toda España, vaya que sí; la misma Figueras, la daliniana Figueras, tiene su cuota jaenera en la persona de Pep Ventura (Alcalá la Real, 1817-Figueras, Gerona, 1875), compositor al que el folclore catalán debe la recreación de la sardana, hasta el punto de considerarlo el padre de esta expresión musical.
A MODO DE 'EPITAFIO'
Escribió De Musset que nada se parece tanto a un altar como una tumba; hay una iglesia en Roma (que en eso de los altares se lleva la palma) que puede presumir de aras y sepulcros de acento jiennense como la que más: Santa María de Monserrat de los Españoles, se llama.
No faltan unos metros en ella para que un par de renombrados eclesiásticos de aquí (en su tiempo y andando los siglos) irradien sobre el presente el brillo del que ya disfrutaron mientras caminaban por el mundo. Uno de ellos, bajo el pavimento del templo, es Gutierre González Doncel, el fundador de la Santa Capilla de San Andrés y, por ende, del más antiguo colegio de cuantos mantienen la actividad docente en la ciudad del Lagarto.
El otro, todo un cardenal, el santistebeño Esteban Gabriel Merino (1472-1535), nada menos que el responsable de contratar a Andrés de Vandelvira para erigir en la Plaza de Santa María la Catedral que la preside, la Catedral de Jaén. En un soberbio sepulcro de alabastro, tendido hacia los territorios de su corazón, reviste de humildad la que fue una vida de altura. A sus pies descalzos concluye este melancólico paseo.
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COMENTARIOS
María del Consuelo Santa-Bárbara de Sicilia Octubre 31, 2022
Me ha impactado tanta e interesante información qué disfrutaré leyéndolo más veces. Muy agradecida por recordarnos tantos datos ya históricos.
responderMaría del Consuelo Santa-Bárbara de Sicilia Octubre 31, 2022
Me ha impactado tanta e interesante información qué disfrutaré leyéndolo más veces. Muy agradecida por recordarnos tantos datos ya históricos.
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