"Quiero mostrar a Alcalá Venceslada en su circunstancia"

Setenta años se cumplen, en 2025, de la muerte del escritor, poeta, archivero y filólogo andujareño Antonio Alcalá Venceslada (1883-1955). Ocasión que ni pintada para la presentación de la biografía de este auténtico polígrafo, cuya vida y producción desgrana en las páginas de Alcalá Venceslada. Un andaluz presente su nieto Antonio José Alcala Vique (Jaén, 1961), doctor en Literatura y profesor jubilado.
Una obra editada por el Instituto de Estudios Giennenses (IEG) cuya presentación se celebrará el próximo 23 de octubre en la capilla del Antiguo Hospital de San Juan de Dios y de la que, hoy, su autor adelanta contenidos (sin destriparla) para los lectores de Lacontradejaén.
—Alcalá Venceslada, un andaluz presente. ¿Por qué ese título, señor Alcalá? ¿Qué sugiere?
—Le di muchas vueltas al título, pero creo que la obra de mi abuelo, fundamentalmente el Vocabulario Andaluz, es una obra andaluza, que todavía se sigue citando mucho. En ese sentido es un andaluz presente, que sigue estando vivo, como su obra.
—Hasta ahora "solo" era usted nieto del protagonista, a partir de ahora se convierte también en su biógrafo.
—Me convierto en biógrafo de Alcalá Venceslada, sobre todo, porque cuando iba a hacer mi tesis doctoral, que versó sobre Delibes, me quedó una especie de deuda con mi abuelo. Cuando me jubilé pensé en hacer su biografía, que creí que me iba a ocupar unos meses pero al final han sido tres años largos, muy largos, de muchísima investigación.
—Es curioso que, pese a la trascendencia del personaje y de su producción, no exista ninguna biografía anterior. ¿No le parece?
—Lo que hay en internet es muy pobre: este libro tiene casi quinientas páginas en las que he seguido la vida de mi abuelo allá por donde estuvo.
—Una vida tan rica le habrá dado para mucho, seguro que ha tenido que contenerse para no alargar el libro un poco más.
—He dividido la vida de mi abuelo en partes: la infancia, el Alcalá viajero, la Guerra Civil...
—¿A quién encontrarán los lectores en este libro? Para muchas personas, su abuelo es una autoridad intelectual, pero habrá quien lo conozca, en Jaén por ejemplo, porque tiene una calle a su nombre, un colegio...
—Una anécdota del pasado 23 de septiembre: camino del IEG, por la calle Martínez Molina, vi a una señora que barría y le pregunté por esa calle: me indicó dónde estaba y le pregunté también si sabía quién era Alcalá Venceslada.
—Y se lo aclaró...
—Me dijo que era un médico muy importante [ríe]. Y en la Plaza de Rosales, que llevó el nombre de mi abuelo y donde estuvo el busto que le esculpió Jacinto Higueras, pregunté a unas personas que había allí y no sabían ni que la calle estaba enfrente de ellos.
—En definitiva, un gran desconocido. ¿Quizá persigue usted con Alcalá Venceslada. Un andaluz presente hacerlo más cercano, redescubrirlo para unos a la par que se lo presenta a otros?
—Lo que quiero es mostrar quién es Alcalá Venceslada en sus circunstancias, por eso al principio viene la famosa frase de Ortega (que fue compañero suyo de clase en Málaga) y que casi nadie sabe terminar: si no me salvo de mis circunstancias, no me salvo yo. Un personaje como este no nace como un melón, en cualquier sitio: tiene unas circunstancias, un padre con medios económicos para hacer carrera, unas constantes a la hora de trabajar y proponerse metas.
—Una de aquellas metas suyas, acaso la más ambiciosas y apasionada, fue precisamente su Vocabulario Andaluz...
—Cuando se propone escribir el Vocabulario se pasa casi cuarenta años haciéndolo, se muere con él en las manos en el año 55.
—Con esa monumental obra en sus manos y con Jaén en los labios.
—Es que desde 1920, cuando se casa con mi abuela, ya no se mueve de Jaén. Aquí vive la guerra, incluso alguien ha dicho por ahí que estuvo escondido toda la guerra, para que no lo mataran, y así fue: escondido en la cárcel de Jaén, donde lo tuvieron encerrado tres años. Lo soltaban de vez en cuando y lo volvían a encerrar, mi abuela también estuvo en la cárcel, y a él lo pusieron a cavar aquí refugios antiaéreos en el barranco de los Escuderos. Por muy poquitos días no se lo llevaron en el tren de la muerte de Jaén.
—Después, sin embargo, llegaría el reconocimiento.
—Sí, ya en el último periodo de mi abuelo, del 39 al 55, vuelve a ganar el premio de la academia con su Vocabulario, que ya había ganado en el 21. Y algo muy importante: tras la guerra se propuso conciliar a la gente y darle un empujón cultural a Jaén, que se había quedado arrasado culturalmente con la guerra.
—¿Fue ese empujón, Antonio José, el que lo empujó a entrar en política?
—Él no quería, entró de concejal y teniente de alcalde pero no quería, rechazaba el falangismo entonces imperante (había que ser falangista para entrar en política). Hay fotos en las que se le ve vestido de falangista, cosa que mi abuelo rechazaba, me consta por mi familia. ¿Qué le contó el entonces alcalde Juan Pedro Gutiérrez Higueras para que mi abuelo entrara en política?
—¿Lo ha averiguado?
—Hay gente que me dice que no fue Gutiérrez Higuras el que lo empujó, sino el cronista de esa época, Luis González López. Pero estuvo poco tiempo, se salió pronto.
—Muchos lectores estarán deseando que llegue el 23 de octubre, poder llevarse a casa la biografía del poeta. A los que no lo tengan tan claro, ¿qué les diría? ¿Por qué deben acercarse al maestro?
—Yo no conocí a mi abuelo, pero he conocido muchos detalles en esta investigación, incluso detalles que su propia hija (que tiene 95 años) no sabía. Era un personaje muy atractivo humanamente, muy interesante. En este libro pueden leerlo (es fácil de leer) y descubrirlo.
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