"Todo el mundo me dice '¡Ay Beni, qué cosas más preciosas!"
A sus siete activas décadas de vida, Beni Mena Escabias (Valdepeñas de Jaén, 1954) muestra al público las piezas de punto de cruz que ha labrado durante décadas. Convencida de que esta será su primera y última exposición, sus obras pueden verse hasta el próximo 25 de octubre en la sala de la Casa Grande de Los Villares, su pueblo adoptivo.
—Una valdepeñera en Los Villares... ¿Cosas del trabajo o del amor, Beni?
—Tenía un hermano que vivía aquí y me vine a trabajar en los canastos; mi marido me echó el ojo y yo se lo eché a él.
—O sea, que el amor y el trabajo entonces.
—Ya me quedé aquí, sí. Mis hijos son también villariegos, llevo aquí desde que tenía trece o catorce años, ¡y voy a cumplir setenta!
—Expone usted estos días obras a punto de cruz en su pueblo adoptivo. ¿Lleva toda la vida practicando esa labor?
—Muchos años ya, para hacer todo lo que tengo hecho; he hecho dieciocho veces a Nuestro Padre Jesús, el Abuelo de Jaén; tengo tres hijos y a cada uno le he hecho un cuadro de mis nietos, más los que tengo para mí...
—¿Quién la enseñó?
—Nadie, es que me gusta mucho experimentar y empecé a hacer punto de cruz en las sábanas de mi ajuar; trabajaba en los canastos, como yo digo, y después de averiguar mi casa y mis hijos me quedaba cosiendo por las noches, estaba "picaíca". Mi marido se cabreaba mucho: "¿Cuándo te vas a acostar?".
—Autodicta completa.
—Me fijaba en unos libros de punto de cruz, y así empecé. Luego, cuando veía un cuadro, me decía: "Esto tengo yo que hacerlo". Y lo hacía.
—Y haciendo, haciendo, hasta los veinticuatro cuadros que cuelgan de la sala de exposiciones de la Casa Grande de Los Villares, solo una muestra de lo que ha realizado en estos años.
—Sí, sí.
—Es la primera vez que comparte sus trabajos con el público, ¿le ha costado mucho dar el paso? ¿Quién ha conseguido animarla?
—Una chica amiga mía que trabaja en el Ayuntamiento y sabe me dijo que pusiera una exposición, me convenció y ya está: "¿Pero yo tengo que pagar?", le pregunté, porque soy más pobre que las ratas y un cuadro de estos vale dinero, los hilos, enmarcarlos, cada plantilla...
—Pero no tenía que pagar...
—Nada, nada.
—No se le resiste nada: El Abuelo, una Santa Cena, la Chiquita piconera de Romero de Torres, la Alhambra y un montón de cosas más.
—Hay uno en blanco y negro, que es cómo era mi pueblo antiguamente.
—¿Cuántas horas dedica usted a una pieza como esta que destaca?
—Este de mi pueblo, unos ocho meses he echado en hacerlo, todos los días desde las ocho de la tarde hasta las dos de la mañana, más o menos.
—No se desprende de sus obras, ¿verdad?
—No, las tengo en mi casa, y otras las tienen mis hijos.
—Seguro que alguien le ha propuesto comprarle alguna.
—En Jaén tengo dos o tres Nuestro Padre Jesús que he regalado, en Martos y en Valdepeñas también, ¡hasta en Mallorca tengo un cuadro!
—¿Qué supone para usted esta exposición, qué comentarios le llegan de sus vecinos y de los visitantes?
—Todo el mundo me para aquí en el pueblo, los nenes, los grandes, los jóvenes, los viejos... Y todo el mundo me dice: "¡Ay, Beni, qué cosa más preciosa!". A mí me da mucho apuro, porque soy 'cortaílla' y no me gusta que me alaben tanto.
—Una experiencia nueva, que segura está disfrutando.
—Sí, lo único que siento es que mi marido ya no está, murió hace diecinueve meses, y a él le encantaba lo que hacía. Pero la vida es así.
—¿Ha tenido fuerzas para retratarlo a él también en uno de sus cuadros a punto de cruz?
—Sí, sí, en uno de los cuadros que tengo expuestos estamos él y yo juntos de jóvenes, cuando éramos novios [la que ilustra el cartel de la exposición]
—¿Los tiene a la venta? Si alguien se encandila con su propuesta artística, ¿puede llevarse un Beni Mena a casa, o no hay nada que hacer?
—Yo no los vendo, ha habido gente que me ha comprado los materiales y le hecho un cuadro, porque no puedo estar parada. Pero no lo hago por dinero. Además, muchos de estos cuadros ya no son míos, son de mis hijos, así que si quieren venderlos, que los vendan ellos.
—¿Esta exposición la ha animado a seguir creando nuevas obras, o le ha servido de paréntesis, de descanso?
—Ya no puedo, tengo catarata y ahora estoy con el croché, soy multiusos. Ya he hecho tres vestidos, ahora voy a hacer una chaqueta... No puedo estar parada, ¡y como tampoco me gusta salir a la calle a cascar...!
—¿El croché también lo ha aprendido por usted misma, sin maestro alguno?
—El croché lo aprendí de mi madre, que hacía unas cosas preciosas.
—¿Se ve exponiendo de nuevo, Beni?
—No creo, lo veo ya difícil.
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