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"Si hago balance de toda mi producción, la mayoría está fuera de Jaén"

Por Javier Cano - Noviembre 22, 2025
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"Si hago balance de toda mi producción, la mayoría está fuera de Jaén"
El bordador jiennense, en su taller. Foto cedida por Juan Carlos Colmenero.

Hay quien dice de Juan Carlos Colmenero Andreu (Jaén, 1969) que en lo suyo, el bordado, no hay quien lo supere en el Santo Reino. Jaenero por los cuatro costados, puede presumir de que algunas de sus piezas sean admiradas en el más mediático de los 'escaparates' de los que un bordador puede disponer. 

—Como lleva eso de que digan que es usted el más grande de aquí, con la aguja y el hilo dorado?

—Bueno, para gustos colores. Además no se puede gustar a todo el mundo, y yo creo que es interesante no gustar a todo el mundo: la crítica es importante, cuando es constructiva.

Eso pensaba Tácito, que dicen que dijo que quien se enfada por las críticas, reconoce que las tenía merecidas. Usted habrá recibido de todo tipo, porque lleva ya unos cuantos años en esto...

—Prácticamente toda la vida, sí.

—¿Lo suyo es vocación, o no es para tanto, Juan Carlos?

—Sí, por supuesto, sino este oficio sería imposible de desarrollar.

—¿Cuándo, cómo tomó conciencia de que su existencia iría irremisiblemente unida a acericos y bobinas?

—Mi abuela materna, que es la que única abuela que he conocido, era modista y recuerdo, siendo muy niño (cuando murió yo, ella tenía seis años), verla coser y que aquello me llamaba la atención. Pasaron los años y seguían llamandome la atencion los bordados, y como tenia mucha relacion con el convento de las dominicas les preguntaba a ellas cómo hacían las cosas. Me acuerdo de que les encantaba enseñarnos lo que hacían.

—Pero, ¿qué hacía un chavea como usted, entonces, en un convento?

—Éramos un grupo de jóvenes que íbamos por allí, con un movimiento infantil en torno al rosario, que rezábamos, recuerdo en que en octubre. Y cada vez que las monjas terminaban un trabajo, como eran de clausura y no se podía entrar a verlo, lo sacaban al locutorio y nos lo enseñaban, y a mí me fascinaba.

—Así empezó todo...

—Sí, y preguntaba cómo se hacía esto o lo otro, y poco a poco me hice de cuatro avíos; a ellas les pedía hilos, fui practicando y fui evolucionando.

—¿Recuerda su primer encargo, ese que salió de sus manos para hacerse de otras?

—El escudo para la capa de un nazareno de la Hermandad del Perdón; aquello no me salió muy mal, yo me sentí satisrecho (ahora, evidentemente, lo ves y...). Seguí y llegó un momento en el que la Hermandad del Santo Entierro de San Juan decidió cambiar el palio: ese fue el primer trabajo importante que hice. A raíz de aquello llegarían nuevas sayas, mantos, palios...

—¿Montó taller propio, se hizo autónomo pronto?

—Montamos taller otro bordador y yo, hicimos cosas en común y luego partimos los caminos y seguí con lo mío.

—El bordado tiene su idioma propio, un universo particular y singularísimo, además de apasionante. Por ejemplo, sus técnicas: ¿cuál es la predilecta de Juan Carlos Colmenero?

—Una de las más difíciles en este mundo tan inmenso que es el bordado (en cuanto a materiales, técnicas, puntos...) es la hojilla al realce, que me enseñaron en Sevilla, en el convento taller de Santa Isabel.

—Se ha formado entonces, no es un autodidacta entonces.

—Sí, sí, he sido más bien autodidacta, en Sevilla me dieron cuatro explicaciones y yo seguí solo, practiqué, aprendí.

—¿Dónde puede admirarse su obra? ¿Basta con un paseo por la provincia de Jaén, o ha cruzado fronteras?

—Tengo muchísimos trabajos en Andalucía, prácticamente en todas sus provincias tengo algo, pero también en Valdepeñas de Ciudad Real, por ejemplo. 

—Eso de bordar para Sevilla, para sus cofradías, no debe de ser precisamente fácil, ¿verdad?.

—Es de lo más satifecho que me siento, porque los sevillanos son muy reticentes a hacer encargos de fuera. 

—¿Por qué a usted sí? Cómo fue?

—A través de unos conocidos que conocían a gente de la junta de gobierno del Cachorro me encargaron dos banderines, y quedaron muy contentos; al año siguiente otro, y luego algo muy importante: la restauración de una saya de la Virgen, que diseñó Álvarez Duarte y fue bordada en el taller de Esperanza Elena Caro, un gran taller y una pieza que fue la última en la que ella trabajó.

—Restaurar no es lo mismo que crear: ¿se mueve con comodidad también en ese campo?

—Restaurando tambien se aprende mucho, y en este caso fue un trabajo muy interesante.

—¿Y Jaén? ¿Demanda mucho trabajo, Juan Carlos?

—Si hago un balance de toda mi producción, la mayoría ha sido para fuera. En Jaén tengo cosas, pero la cantidad no es tan significativa. La gente de fuera apuesta por mí más que la de aquí. Y luego está el intrusismo...

—¿No se libra de eso este sector?

— Por supuesto que no, hay gente que no es profesional y se dedica a esto, usando pegamento y cosas así: eso ni es artístico ni tiene calidad ni vale un duro, eso es una pena. Lo que hacen es ensuciar el oficio.

—Si "ensucian el oficio", com usted dice, será porque trabajan, y si trabajan será porque les hacen encargos.

—Claro, y no se etiende cobrando lo que cobran. Además usan diseños sin pies ni cabeza, mal ejecutados y terminados. La pena es que las cofradías que malgastan ese dinero son las perjudicadas, el bordador se lleva el dinero pero la cofradía se queda con una pieza que no tiene nada de valor.

—¿Pero de quién habla, señor Colmenero? ¿Acaso de lo que tanto ruido hizo y sigue haciendo, con Paquistán como protagonista?

—Yo me sorprendo: los paquistaníes, últimamente, están haciendo cosas con una calidad que ¡veremos a ver! ¿El problema cuál es?

—¿Cuál es?

—Los diseños: los suyos son feísimos. Un mal bordado con un mal diseño no llega a ningún sitio, pero un mal bordado con un diseño bueno tiene medio camino recorrido. La culpa de lo que está pasando con los paquistaníes la tienen las hermandades que llegan con una foto, se la mandan y ellos la copian; son gente que tiene que trabajar, tienen que comer, yo no tengo nada contra ellos. Si la hermandad no les envía un diseño original, pasa esto.

—Hay que hacer los diseños más inaccesibles, quiere decir, menos imitables.

—Pero eso es un problema, porque a un diseño le cambias dos flores o dos hojitas y ya no es el mismo diseño.

—Picaresca pura, o pirateo diría alguien. 

—Claro, y al principio lo que hacían era muy malo, pero ya se están poniendo las pilas.

—Actualmente imparte usted un curso o taller en Jaén, de la mano de la Cofradía de la Virgen de la Capilla. ¿Cómo avanza esa iniciativa?

—Vamos los martes y viernes; esto se hace en muchas ciudades, y en Jaén ha tenido un éxito grandísimo. 

—Al final creará usted escuela.

—[Ríe]

 Uno de los diseños del bordador, en pleno proceso de creación. Foto cedida por Juan Carlos Colmenero.
Uno de los diseños del bordador, en pleno proceso de creación. Foto cedida por Juan Carlos Colmenero.

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