"Si no asumes cierto riesgo, acabas siendo una copia de ti mismo"
Inclasificable y sorprendente, Daniel Blacksmith (Jaén, 1989) da una vuelta de tuerca en su trayectoria con su último trabajo, Impulsos, un álbum en el que desbarata sus propios estándares y ofrece su cara más intuitiva y repentista. No lo ha inventado él (ya lo hacía Bach a mediados del XVIII), pero eso de la improvisación (tan propio de los artistas jazz) sí que era prácticamente inédito en su producción musical. Creador singular donde los haya, hoy abre en canal, para los lectores de Lacontradejaén, los entresijos de su nuevo disco.
—Treinta y tres años de vida, tres trabajos discográficos. No es la primera vez que le entrevisto, y cada vez que lo hago sale el gran Dante a la palestra: está usted casi en el Nel mezzo del cammin di nostra vita y parece que le persigue el número 3.
—Bueno, sí, podemos decir que este mi tercer trabajo discográfico tras mi primer album, Química y destino, y el single Autogénesis.
—Un álbum que ya desde su título sugiere novedades con respecto a los anteriores, que remite a la potencia de los instintos, al Daniel Blacksmith más intuitivo quizá...
—Sí, efectivamente, es un disco hecho de una manera muy impulsiva, muy poco premeditada, ningún tema me senté a componerlo, fueron saliendo simplemente mientras hacía otras cosas.
—Esa forma de creación contrasta con su forma de trabajar en los discos precedentes, usted mismo lo afirma en el documental realizado en torno al nacimiento de Impulsos.
—Claro, aquí lo que hecho ha sido ir un poco en contra de mi proceso habitual; además de sentarme a componer me di cuenta de que también salían, de forma natural, melodías muy sencillas, muy rápidas, a las que no les prestaba atención. Al final decidí prestarle más atención, no dejan de ser composiciones mías, aunque salgan de forma más automática, y sacar este disco.
—¿Satisfecho con el resultado final?
—Muy contento, de hecho en cierto modo me he dado cuenta de que esto tiene que ser parte del proceso creativo. Si controlas demasiado lo que estás haciendo y le pones muchas barreras, sale algo que está bien pero que no es muy natural ni muy fresco, hay que estar con la balanza en los dos sitios.
—Una suerte de equilibrio entre ese impulso irrefrenable y la maduración, entre el corazón y la cabeza, que no deja de ser un postulado poético.
—Sí, claro.
—Decía usted, líneas arriba, que el proceso creativo de este álbum ha sido muy distinto al de los anteriores. ¿Y el resultado? ¿Se evidencia en Impulsos una música muy distinta a la que pobló sus propuestas precedentes?
—Yo creo que no tanto; al final todo lo que hace un compositor no deja de sonar a él, pero quizá sí que en cosas como la estructura de las canciones, el no ponerles capas y más capas...
—Temáticamente, Daniel, también se atreve con géneros que ha visitado poco. Por ejemplo, un tema de amor.
—Sí [ríe], en concreto la canción Torcal es un poco de amor, más bien desamor; la verdad es que la escribí en un momento en que estaba saliendo de una relación, momentos vitales complicados también, como mudarme de un sitio a otro: un poco en búsqueda. En ese momento tuve un sueño y soñé con la melodía del inicio de la canción, me desperté y dije: "¡Tengo que escribirlo!". Me fui luego a Torcal, una zona de montaña de aquí, de Málaga, estuve paseando y me vinieron más ideas para continuar el tema, que empieza suave y poco a poco va ganando velocidad.
—Lo ve, otra vez Dante, que se cuajó nada más y nada menos que toda una Divina Comedia a partir de un sueño. Volviendo a la tierra: ¿qué vibraciones le llegan sobre su nuevo disco, cómo lo han recibido sus seguidores y quienes se apuntan por primera vez al sonido Blacksmith?
—Muy bien, el concierto de presentación se llenó, la gente se fue muy contenta y la crítica, en general, está siendo buena; destacan que el sonido ya no es tan estándar, sino más arriesgado. Bien es cierto que esto del riesgo tiene mucha relación también con el productor con el que he trabajado Impulsos, Paco Loco, que siempre intenta llevarse los sonidos a terrenos más complejos, más extremos.
—Esto del riesgo, para un artista, es algo necesario, ¿no?
—Si no asumes cierto riesgo, al final acabas siendo una copia de ti mismo.
—Preguntarle si trabaja ya en un nuevo álbum es quizás inoportuno, si se tiene en cuenta que acaba de sacar lo último del horno, pero la experiencia dice que ustedes, los artistas, no han terminado uno cuando ya tienen otro en la cabeza. ¿Es su caso?
—Justo cuando terminé de grabar Impulsos me marché a un pueblo de montaña a hacer una residencia artística; me dieron un mes de alojamiento y manutención y solo tenía tiempo para componer. Allí terminé un álbum que hace tiempo que quería hacer, El arte del sufrimiento.
—Inquietante título.
—Es un disco a piano de cola y guitarra clásica, está prácticamente acabado, a falta de mezclarlo, porque está grabado y todo.
—Lleno de proyectos, está claro, pero... ¿y venir a Jaén, a su tierra natal? ¿Entra también en su agenda?
—A ver si empezamos a movernos por allí, ya he conseguido cerrar conciertos fuera de Málaga, a ver si hay manera de ir a Jaén.
—Y de Jaén...
—Eso, de Jaén al resto de España.
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