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"El olivar necesita un reparto justo del agua para garantizar su futuro”

"El olivar necesita un reparto justo del agua para garantizar su futuro”

Por Esperanza Calzado - Octubre 26, 2025
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Francisco Elvira es ingeniero agrónomo y agricultor de Fuerte del Rey. Empezó en COAG Jaén casi por casualidad, como tantos jóvenes que llegan buscando información sobre ayudas a la incorporación. Diez años después, ha pasado de becario a secretario general de la organización agraria más representativa de Jaén. Nos recibe con calma, pero sin esconder el peso de la responsabilidad que acaba de asumir. "Esto no es un trabajo de ocho a tres", dice. "Aquí los problemas te siguen incluso cuando estás en casa". De hecho, durante la entrevista bromea, hasta en tres ocasiones, que está deseando que llegue la recogida de la aceituna para poder descansar

—¿Cómo están siendo estas primeras semanas al frente de COAG Jaén?

—Muy intensas. Estoy conociendo muchos detalles que, aunque ya estaba dentro de la organización, no veía con tanta claridad. Hay muchas reuniones, visitas, llamadas, asuntos que coordinar y personas que atender. Estoy en un proceso de asumir la dimensión real de este puesto. No es simplemente firmar documentos: es tomar decisiones, organizar equipos, escuchar a la gente y, sobre todo, tratar de que no se escape nada. Por momentos agobia, porque es mucha responsabilidad, pero también es bonito ver que hay un equipo detrás que rema contigo.

—¿Qué le llevó a dar este paso?

—La verdad, nunca lo busqué. Fue algo que se fue dando. Cuando llegué a COAG era un joven agricultor más que quería informarse sobre ayudas para incorporarse. Coincidía con el perfil de muchos de los que venían: joven, con estudios, con ganas de trabajar la tierra. Me ofrecí a echar una mano y empecé como becario. Al principio me pasaba el día aprendiendo normativas, escuchando historias, yendo de un lado a otro para ver cómo podíamos encajar los planes de cada agricultor dentro de lo que marcaba la ley.

Cuando surgió la posibilidad de quedarme, lo hice. En 2015, tras tramitar bastantes ayudas, se quedaron vacantes y empecé a llevar la oficina de Mancha Real. Al principio fue durísimo, no te voy a mentir. No tenía ni idea de mil cosas, y los agricultores te exigen soluciones. Pero poco a poco fui encontrando mi sitio.

—Y de ahí a dirigir una organización provincial.

—Sí, en Jaén empecé a asumir más responsabilidades, a trabajar en asesoramiento técnico, coordinación, organización de campañas y gestiones más amplias. También empecé a trabajar muy de cerca con Juan Luis, que me enseñó muchísimo. Poco a poco me convertí en su mano derecha y en parte del núcleo que tomaba decisiones dentro de la organización. Nunca me imaginé ser secretario general, pero cuando se abrió esa puerta, no podía mirar hacia otro lado. Era el momento de asumirlo.

—¿Cómo ha cambiado COAG Jaén en estos diez años?

—Mucho. Yo no viví directamente la época más dura económicamente, pero la conozco bien. Fue una etapa muy complicada. Sin embargo, gracias a una gestión muy buena por parte de Juan Luis, Maite, la ejecutiva y los técnicos, se consiguió enderezar el rumbo. COAG pasó de estar en una situación crítica a ser una organización estable y con capacidad de trabajar con independencia y solidez. Hoy tenemos una estructura más ordenada, más profesionalizada y con una base social que confía en nosotros.

—Ha mencionado a Juan Luis Ávila, una figura muy carismática. ¿Cómo es recoger su testigo?

—Impone, claro. Juan Luis tiene un carisma especial, un talento natural para comunicar y conectar con la gente. Yo soy distinto: más técnico, más reservado, me siento más cómodo en la distancia corta que con un micrófono delante. Pero creo que no se trata de imitar, sino de aportar lo que uno tiene. Él y yo hemos trabajado codo con codo durante años, y eso también da seguridad.

La transición ha sido tranquila, muy bien llevada, y eso es fundamental para que la organización no se resienta.

—Asume el cargo en un momento difícil. Aunque, en el campo… ¿cuándo no lo es?

—Exacto. El campo es una lucha continua. Siempre hay una sequía, una plaga, una normativa nueva o un mercado que se complica. Ahora mismo tenemos una sequía gravísima, precios del aceite altos pero inestables, una PAC que ha cambiado completamente y enfermedades ganaderas que están generando pérdidas importantes.

Pero lo que más pesa es que la sensación general del agricultor es de incertidumbre constante. Ya no hablamos de un mal año, hablamos de una inestabilidad que se ha instalado. Y eso desgasta mucho.

—Centrémonos en el olivar. ¿Qué pasa si no llueve?

—Pues que tenemos un problema serio, muy serio. El olivar de regadío cubre hasta donde llega, pero eso no es infinito. Tenemos que cambiar de verdad la forma de entender el agua. No se trata de quién tiene más derechos históricos, sino de cómo se reparte un bien público que debe beneficiar al conjunto de la sociedad.

Yo siempre pongo el ejemplo de un ayuntamiento que reparte su presupuesto: prioriza aquello que tiene un retorno social y económico mayor. El olivar en Jaén no es solo un cultivo, es el motor de la economía y de la población en el territorio. Si no garantizamos agua para sostenerlo, estamos hablando de despoblamiento, de pérdida económica y de un futuro mucho más incierto.

—Este año es especialmente paradójico: consumo alto, precio alto… pero sin equilibrio.

—El aceite se vende, siempre se ha vendido, pero si no tenemos capacidad de estabilizar el mercado, cada año será una montaña rusa. Cuando hay un año bueno de cosecha, el precio cae en picado; cuando hay uno malo, sube. Eso no es sostenible para nadie, ni para el productor ni para el consumidor.

Por eso desde COAG defendemos una autoregulación real, efectiva: guardar parte de la producción en un año bueno para compensar cuando viene uno malo. Es algo lógico, pero cuesta mucho ponerlo en marcha de verdad.

—¿Se cumplirá el aforo?

—No. El aforo es una fotografía de septiembre. Desde entonces no ha llovido nada y las previsiones son malas. El olivo es fuerte, con cuatro gotas se recupera, pero ahora mismo la situación es complicada. Si no llueve en otoño, la campaña será más corta de lo previsto. Y si se alarga esta sequía, empezaremos a hablar de daños estructurales, no coyunturales.

—Hablemos de la PAC. Muchos agricultores se quejan de que es incomprensible.

—Y no les falta razón. Antes había una filosofía clara: garantizar la producción de alimentos básicos para que Europa no pasara hambre. Hoy, en cambio, la PAC se ha convertido en un instrumento de muchas cosas distintas: medio ambiente, digitalización, condicionalidades…

Además, ha dejado de ser realmente “común”. Cada Estado mete sus prioridades y eso complica aún más las cosas. Antes había fondos garantizados; ahora competimos con sanidad, educación o defensa. Y claro, pedir dinero para el campo en ese contexto no es fácil. Lo que más me preocupa es que se está olvidando la razón por la que nació la PAC: para evitar el hambre. Y el hambre es mala, muy mala.

—Pasemos a la ganadería. ¿Cómo está el tema de la lengua azul?

—Es un problema serio. En zonas como Santiago de la Espada tenemos un modelo ganadero ejemplar, con explotaciones familiares muy vinculadas al territorio. Pero esta enfermedad, que transmite un mosquito, ha causado muchas pérdidas. Ha reducido el número de madres y corderas, y recuperar esa cabaña no es algo que se haga en dos meses. Estamos hablando de ciclos largos, de casi dos años.

Además, hay un problema añadido: la sensación de impotencia. Los ganaderos sienten que hacen todo bien, pero no pueden controlar un mosquito.

—También se ven afectados por porblemas otros sectores, como la miel.

—Sí, la apicultura está sufriendo muchísimo. Las primaveras cada vez son más cortas. Este año pintaba bien, pero llegó una ola de calor y en dos semanas se acabó toda la floración. Si a eso sumas problemas como la barroa o la llegada de avispones asiáticos, que atacan directamente a las abejas, te encuentras con una actividad que es cada vez más frágil.

—El algodón, otro cultivo con problemas.

—El algodón prácticamente está desapareciendo. No es rentable. Los precios no compensan, no hay herramientas fitosanitarias eficaces, y las plagas campan a sus anchas. Si los costes superan a la producción, ningún cultivo puede sobrevivir mucho tiempo. Es así de sencillo.

—Terminemos con algo positivo: pistacho y almendro.

—(Ríe) Sí, al menos hay luz en alguna parte. El pistacho está funcionando bien, es un cultivo muy técnico, que requiere paciencia porque entra tarde en producción, pero está dando buenos resultados. El almendro, en regadío y en zonas adecuadas como Las Vegas, también es rentable. Eso sí, son cultivos que requieren formación y un manejo profesional. No son tan nobles como el olivar, que es más agradecido. Pero son oportunidades reales.

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