"Ser actor no me exime de mi responsabilidad como ciudadano"
No tiene móvil y vive de "puta madre". José Sacristán ha conquistado al público iliturgitano y Juan Vicente Córcoles ha podido charlar con él
José Sacristán (Chinchón, 1937) ha estado en Andújar con la obra de Miguel Delibes Señora de Rojo sobre fondo gris, una adaptación teatral en la que el actor ha participado con José Sámano e Inés Camiñas. Una magnífica obra que protagoniza Sacristán con dotes de genialidad escénica. Es un monólogo de hora y media de duración en el que el actor lo hace todo en una obra triste, llena de nostalgia, de recuerdos, con un color gris y una pincelada de rojo, en donde su voz y su modulación, la luz sobre el escenario hacen que la obra sea magistral.
Nicolás –José Sacristán- es un pintor que, tras morir su mujer, vive asumido en la soledad y en la falta de creatividad para pintar. Todo en el año de 1975, en el que su hija Ana está en la cárcel por problemas políticos. Es una obra intimista en donde hay un reflejo de Delibes y su relación con su mujer. Antes de su actuación en Andújar, que fue muy aplaudida, hemos podido hablar con el actor en los apartamentos Sirvente de Mieres, lugar donde se ha alojado.
—¿Es consciente de lo que ha hecho en el teatro y en el cine?
—Sí, tengo una idea de mis posibilidades y de mis limitaciones y creo haber encontrado un cierto equilibrio entre lo que uno aspiraba en el ejercicio de una profesión como ésta en un país como éste y lo que está dando. Son ya más de sesenta años y debo decir que estoy satisfecho. Ha habido un acuerdo entre la propuesta y la respuesta.
—Con más de cien películas, comenzando en 1965; conoció a Franco, la transición, la democracia... ¿Con qué etapa se queda?
—Con la de Franco desde luego no. Me quedo a partir de la transición asumiendo con la responsabilidad que puedo tener por lo que está pasando en mi país. No he podido mirar hacia otro lado por mi manera de pensar. Tengo mis ideas. Celebré, en su momento, puesto que lo viví con otro grupo de gente con una edad y una preparación, lo que supuso la salida del túnel, permitiendo contar cosas en las películas, en los libros, en las novelas y en el teatro hasta llegar a hoy, cuando veo lo que está pasando con el desconcierto, decadencia, descalabro de la izquierda y este renacimiento de la derecha cavernícola que ya veremos lo que da de sí.
—¿Cómo se ve España desde el escenario?
—Como actor veo a mi público; como ciudadano, soy uno de a pie que es donde se ven las cosas. Si te subes a un púlpito vas a tener una visión deformada. A mí el ser actor no me da ninguna autoridad ni me exime de mi responsabilidad como ciudadano. Un actor se maquilla, se pone delante de una cámara o sube a un escenario, pero el ciudadano está a pie de calle.
—He visto que tiene una serie de premios en su trayectoria. El más lejano en 1978, Concha de Plata en San Sebastián, otra Concha de Plata en el 2012; Goya en el 2012, premio Feroz de Honor en el 2014, mucho antes Cóndor de Plata en 1993, entre otros ¿Son importantes los premios?
—Están bien, mejor que te los den a que te ignoren, aunque yo no vivo pendiente de los premios, sería un suicidio, yo los respeto. La carrera de actor no es competitiva. En el atletismo se salta más o se llega más rápido, pero a saber quién es el mejor en esto. Si en la profesión de actor alguien decide que eres tú el galardonado, encantado, sonríes, y lo recojo. Lo importante es seguir trabajando.
—¿Le avergüenza o reniega de algún papel en el pasado?
—No. En absoluto. Soy un hombre de cine y sé lo que he hecho y lo que pienso de mis películas, pero avergonzarme o renegar... sería un hijo de puta. No, no, no.
—¿Tiene tiempo para leer?
—Sí, para leer siempre hay tiempo. Siempre leo de todo un poco. Ahora estoy terminando de leer la última novela de mi amigo Eduardo Mendoza, El Rey Recibe. Repaso libros de Historia, textos diversos, y ahora estoy volviendo a repasar la obra de Stanislavski, un director, actor y pedagogo teatral ruso.
—¿Con qué personaje se identifica?
—De los que he hecho no sabría decirte alguno. Con unos más, con otros menos. Es difícil. Ha habido muchos.
—¿Qué momento le marcó, cuál cambió su vida?
—Profesionalmente, el año 1964 en Mérida, en los Festivales de España. Estaba haciendo Siete papeles de Julio César cuando recibí una llamada de José María Morera, un director valenciano, para ofrecerme un papel en una obra, La Pulga en la Oreja. Fue el cambio más evidente que yo he hecho. Me transformé profesionalmente de la noche a la mañana.
—Hay una película, Solos en la madrugada, de la que tengo un grato recuerdo.
—Sí. Fue una película que hice con mi amigo José Luis Garci, una reflexión colectiva de una generación de españoles en un momento determinado. Una película de 1977 que me abrió las puertas en Argentina.
—¿Cómo ve la cultura del país?
—Es una pregunta difícil. Seguro que me faltan datos para hacer una valoración, no hay que ser catastrofista. Me gustaría que la relación con la cultura fuera más saludable, que se frecuentara más el mundo de la cultura, que estuviese mejor atendida y así la gente del espectáculo tendría más entusiasmo. No me considero autorizado para dar un diagnóstico. Yo vivo de la cultura, participo de ella y creo que sigue viva. Estoy de acuerdo contigo en que la reducción de las Humanidades en la enseñanza puede tener algo de culpa.
—¿Cómo ve el mundo de la sociedad embutida en los móviles?
—Yo no tengo móvil y el internet lo maneja mi mujer. No niego su eficacia y lo que supone, pero creo que hay un problema de dependencia de unos artefactos que por un lado facilitan una forma de comunicación pero que dificultan otra que es la más humana, más directa. Resumiendo, yo no tengo móvil y vivo de puta madre.
—¿Con qué paisaje de España se queda?
—Buf.
—¿La plaza de Chinchón?
—Ese es uno de ellos. Pero a mí me gusta este país, me reconozco en él, en sus miserias y en sus grandezas; lo conozco bien de arriba abajo y de Este a Oeste. Yo me reconozco, me identifico en esta estepa castellana que es de donde vengo.
—¿Su futuro inmediato?
—Seguir con La Señora de Rojo sobre fondo gris y con una serie de televisión que estoy rodando para Netflix, llevada por Bambú Producciones. Mientras el cuerpo aguante, seguiré trabajando.
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